De Madrugada en Ninguna Parte
Capítulo 3.
Ángel Cadena.
La pastilla

Desde que me capacitó nunca habíamos vuelto a trabajar juntos. Al principio porque nos asignaban distintos temas.
Abigael se especializó en telecomunicaciones y yo en productos del hogar y para jóvenes. Después, cuando ya me daban a elegir, nunca me llamó la atención compartir investigaciones con él. En parte por evitar la competencia de uno de los analistas más experimentados y por otro lado porque no me convencía su estilo. Su manera directa y la energía que desplegaba, incluso en las tareas más sencillas, lo convertían en mi antítesis. Para mí los estudios requerían de un ritmo más acompasado, lo cual no tenía nada que ver con la velocidad para resolverlos sino con la búsqueda del quid que me señalara hacia dónde dirigirme. A partir de ahí las piezas iban acomodándose una por una.
Abigael, por el contrario, acostumbraba reunir en poco tiempo la mayor cantidad de información posible para posteriormente poder discriminar lo que le servía. En cuanto la directora daba la instrucción Abigael se lanzaba al ruedo a embestir al bulto, pero lo hacía con tanto sentido que siempre atinaba. Aquel martes, en una oficina con aire acondicionado, lucía sudoroso y resoplante, listo para arrancar.