Al paso de los pelados
Una
fría mañana de invierno, el General Francisco Villa camina por en medio de la
avenida más famosa de la Ciudad de México. Va en compañía de los generales
Felipe Ángeles, Rodolfo Fierro Fierro e Isabel Robles, y seguido por una
pequeña escolta de soldados de la División del Norte, de una banda militar y de
decenas de curiosos que se le han ido sumando, y otros que aplauden a su paso.
Va a develar una placa que cambia la nomenclatura de una calle conocida por
tres nombres: Plateros-La Profesa-San Francisco, por la del Apóstol de la
Democracia: Francisco I. Madero.
Desde la muerte del presidente mártir en febrero del
año anterior hasta este martes luminoso de diciembre, miles de mexicanos de
distintos lugares del país y de diversas extracciones sociales han venido
luchando por reivindicar lo que representa este hombre de frente abultada, ojos
pardos y expresivos, piocha francesa y movimientos nerviosos que inspira
confianza a primera vista. Aunque muchos de sus contemporáneos afirmaban
conocerlo bien, ¿quién era en verdad Francisco I. Madero?