En 1961 Guillermo Borja se despidió de sus amigos de La Fuente. Había empezado como garrotero en el Río Rosa, donde le alternaba el tequila y el coñac a Lucha Reyes, antes de cada show. También formó parte del ejército de meseros que atendía las ciento noventa mesas del Waikikí, un cabaret que además de ofrecer variedades y mariachi, tenía el atractivo de sus mujeres, muchas de ellas extranjeras. Cariñosas, cultas y elegantes, según José Moselo, propietario de aquel antro, quien sostuvo en entrevista con Cristina Pacheco que “toda mujer que entrara en el Waikikí debía estar vestida de soireé.” Ahí encontró Memo Borja a su primera esposa, con quien procreó tres hijos y una separación, cuya historia se perdió en el armario de los esqueletos familiares.