viernes, 29 de diciembre de 2023

Ditirambo para el maestro dionisíaco*

Elogio de las cantinas (Breve memorial de antros, bares, cantinas y lupanares). Jorge Arturo Borja. Eterno Femenino Ediciones. México, 2023.


 Para no ser esclavos y víctimas del tiempo ¡embriagáos, embriagáos sin cesar, de vino, de poesía, de virtud, de lo que queráis!

Luis Cardoza y Aragón en Elogio de la Embriaguez de la traducción (demasiado libre) de Charles Baudelaire en el poema en prosa Embriagáos, del libro El Spleen de París.


El camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría.

William Blake

 

El material de la escritura y en general el de las artes, son los contenidos más que nada inconscientes del artista. Es decir, del individuo (como en pocas ocasiones es aquí oportuna la palabra individuo: in-dividuus, no divisible) que sin embargo, lo diría Walt Whitman: “¿Qué me contradigo?, es cierto, ¡soy multitudes!” Un ser humano es mucha gente, como lo demuestra aquel mito bíblico del nuevo testamento cuando Jesús expulsa a los demonios que habitaban un sujeto y los inserta en una piara que se despeña. Así, ni más ni menos es el material de la escritura. Los espíritus sucios, incluso a veces inmundos que suelen ocuparnos son los que, con frecuencia, nos impelen, nos animan a la creación.

El Cuento del Cuento


El cuento ha sido un género puntal desde mi infancia. Entre mis lecturas más entrañables guardo narraciones de los Hermanos Grimm o Hans Christian Andersen en voz de mi madre, que me los leía antes de dormir. También es el caso de Las mil y una noches, historias como la de Simbad el marino o Alí Babá y los 40 ladrones, que después reconocí y disfruté en caricaturas o películas. El cuento tradicional, junto con las fábulas y las parábolas del Nuevo Testamento -que también son una especie de cuentos-, fueron parte de mi formación literaria desde el jardín de niños hasta la secundaria.

Siempre entendí y atendí lo que es un cuento aún antes de saberlo definir. Se trataba de un texto breve, con pocos personajes y un conflicto, que generaba cierta expectativa que se resolvía al final: “Y colorín colorado, este cuento se ha acabado”. Un texto que transmitía valores o enseñanzas morales, un compendio de prodigios que estimulaba mi imaginación y me invitaba a socializar y a asumir los valores más humanos.

Alma y corazón de la parranda*

La música y el trago siempre han ido de la mano como el alma y el corazón de la parranda, por eso en los bares y en las cantinas nunca faltan músicos de los más variados géneros o por lo menos una rockola. Mariachi, tríos, jarochos, norteños, rockeros y salseros que como dice el poeta “han hecho la lujuria y el ritmo de las horas”.

Profesionales o aficionados que al calor de unas copas lo mismo llenan de nostalgia que incitan a bailar a los parroquianos. Tradición muy mexicana ésta, la de acompañar el aperitivo con música. Ya desde el siglo XVIII, en la Ciudad de México abundaban los lugares de solaz y esparcimiento, como pulquerías y vinaterías, en donde primero se instalaban las fritangeras, vendedoras de antojitos, e inmediatamente después llegaban los músicos.

jueves, 28 de diciembre de 2023

Profesión Matar

La Colección Calibre .44 tiene como propósito dar a conocer la producción de los integrantes de todos los tiempos del taller Eusebio Ruvalcaba, taller de creación literaria fundado y dirigido en 2003 por el propio escritor Eusebio Ruvalcaba (Ciudad de México 1951-2017) y que en 2023 cumple 20 años de preparar nuevos autores mexicanos e impulsar las letras nacionales.

Presentación

México nunca ha sido un paraíso, sin embargo, los mexicanos se encuentran, según encuestas de organismos internacionales especializados, entre los pueblos más felices del mundo. Desde que concluyó la Revolución Mexicana, durante casi un siglo, no se había visto la violencia de manera masiva hasta que, en cierto momento, desde el gobierno, se declaró una guerra —contra quien haya sido, sin razón, pues las guerras nunca han tenido razón— y se despertó la barbarie. Volvimos a ver situaciones que nos parecían históricas o totalmente ajenas, crímenes inenarrables, violencia sin límites, asesinatos masivos. El absurdo y lo que Hanna Arendt llamó la banalidad del mal. Esa especie de locura colectiva desatada. Luego de más de una década en tales circunstancias, insólitas para varias de las actuales generaciones de mexicanos, la violencia del crimen, organizado o no, se volvió un tema literario por necesidad. El arte de la literatura —si algún objetivo tiene—, como el de todo arte, es reflejar los estados mental, emocional, espiritual de su pueblo. La colección Calibre .44 se aboca, en este número, titulado Profesión matar, a mostrar cuatro historias de Gonzalo Trinidad Valtierra, Calibor, Miguel L. Morgan y Pterocles Arenarius respectivamente, en que la violencia, la brutalidad, la sordidez e incluso el humor negro —imprescindible entre los mexicanos ¿como paliativo, queja, autoburla, exhibición de nuestra indestructible felicidad?— son las circunstancias que muestran cómo viven y cómo mueren los que habitan esta época, este país. Para que un día recordemos las lecciones terribles de la historia, las catástrofes de cada cien años, y no las repitan los del futuro.

Pterocles Arenarius



Siete aforismos para despedirse del mundo


· ¡Felicidad, cuántas pendejadas se cometen en tu nombre!

· El amor como la enfermedad: se impone sobre nuestras acciones, nos obliga a la mayor fidelidad y acaba mandándonos a la cama.

· Durante las grandes catástrofes, hay quienes están más preocupados por la supervivencia del sistema que por la sobrevivencia de la especie humana.

· El rigor del invierno nos convence de que no vale la pena ser eternos.

· Morir es lo más seguro y de eso no hay que preocuparse, pero de seguir vivos… ¿qué vamos a hacer con nuestra vida?

· Me fue más fácil desprenderme de mi cuerpo que del suyo.

· Quien duerme más, se despierta con más sueño.

martes, 4 de abril de 2023

La ruta de la imaginación y del asombro*





Julio de 1969. Tenía yo seis años, iba en segundo de primaria. En todos lados se hablaba de lo mismo. Desde que el jueves 16 el Apolo 11 había despegado de Cabo Kennedy en Florida, la gente estaba pegada al radio, a la televisión, comprando el periódico en busca de noticias sobre la nave y sus tripulantes: Neil Armstrong, Edwin “Buzz” Aldrin y Michael Collins. El domingo 20 en la noche, después de la sobremesa familiar, mi hermano vino corriendo a llamarnos para que fuéramos a ver en la tele cómo llegaban “los gringos” a la luna.

En la escuela, entre los compañeros, ya habíamos comentado los peligros a los que se enfrentaban los astronautas. Como en alguna película, podían encontrarse con una tribu de selenitas armados o con monstruos extraterrestres caníbales, cualquier cosa era posible. Yo los corregía diciendo que a lo mejor, como Colón o como Cortés describían en los libros de secundaria que me leía mi hermano, podían hallar sirenas o ángeles o ejércitos de ciudades de extraña arquitectura. Mis compañeros añadían que aunque no se notara, la nave iba equipada con cohetes atómicos, y los astronautas seguramente llevaban escondidas pistolas de rayos láser para enfrentar al enemigo. El viernes, la maestra nos dejó como tarea ver la transmisión de la llegada a la luna.

viernes, 17 de febrero de 2023

De amores y traiciones

 



De las cantinas de la Ciudad de México que el Covid se llevó, podemos contar dos de las más tradicionales: La Vaquita y La India. Ambos templos de Baco con más de cien años de existencia.