domingo, 16 de marzo de 2025

Todos los días son nuestros*


“Si después de yo morir quisieran escribir mi biografía,

no hay nada más sencillo.

Tiene sólo dos fechas -la de mi nacimiento y la de mi muerte.

Entre una y otra todos los días son míos”

Fernando Pessoa

Tenemos dos nombres y cuatro fechas.

Arturo Trejo Villafuerte: Ixmiquilpan, Hidalgo, 24 de diciembre de 1953-Texcoco, Estado de México, 13 de mayo de 2020.

Ignacio Trejo Fuentes: Pachuca, Hidalgo, 4 de junio de 1955-Tlachichilco, Veracruz, 31 de mayo de 2024.

Podríamos hablar de su peso en la literatura y en la cultura mexicana. Decir que son dos pilares de la cultura escrita del siglo XX y parte de XXI. Podríamos añadir que se conocieron en la UNAM y que fueron aquellos jóvenes rebeldes que se movieron de un trabajo al otro, del INBA al Uno más Uno, de las ediciones a las reseñas, de las reseñas a las colaboraciones, de las colaboraciones a los libros; de la manera en que los aspirantes a escritores en los años setenta trataron de ejercer su oficio y de cómo se ganaron su lugar en la literatura, en la cultura y en la vida.



Podríamos hablar de una generación que vino a masificar la literatura, que era un campo de exquisitos y de hijos de familia popis, donde los apellidos pesaban y donde llegaron estos bárbaros a analizar, comentar, escribir otra literatura, no solamente desde el punto de vista de una nueva generación sino desde la irrupción de un aire nuevo, de un nuevo modo de sentir y de decir, y de una escritura que ya nunca volvería a dar marcha atrás porque ya no se nutría únicamente del campo y de las tradiciones del México antiguo sino de la diversidad de voces que representaba el México actual. Si ya Margo Glanz Había dividido la literatura en onda y escritura, ellos, los de esta generación nacida en los cincuenta, le dieron carta de aprobación al ingreso del país en el mundo de las letras, nunca como en este momento fuimos tan ciudadanos del mundo, tan herederos de la literatura de Occidente como entonces.

Ahí, valdría la pena detenerse en un apellido, en un Estado y en dos escritores, Arturo e Ignacio Trejo. Tan semejantes y tan distintos. Tan cercanos en la UNAM , en aquel grupo que se reunió en el taller de poesía sintética y que preparó Gustavo Sainz; tan contiguos en las responsabilidades que iban a tener que asumir como periodistas, como literatos y como docentes. Ambos polígrafos, ambos funcionarios en su momento y promotores de antologías que abrieron la puerta a otras generaciones como las de ellos.


Todos los que ahora escribimos en México les debemos haber abierto la puerta para que se abriera el acceso y cambiara el modelo de lo que ahora entendemos como literatura.

Podríamos hablar de su capacidad poligráfica, de su talento como cronistas, narradores y poetas, de su consistencia como talleristas y maestros, de su humor probado entre los albures, el desmadre y la sonrisa ante las dificultades, de su persistencia en un medio ingrato que difícilmente les abre el espacio que merecen.


Pero esta noche no vamos a hablar de su currículum sino de los días de los amigos. Como dice el poeta Octavio Jiménez. Vamos a mantener la esencia, a celebrar la fraternidad y a compartir el legado de los amigos que ya no están entre nosotros. Pero permítanme discrepar con Octavio. Arturo y Nacho siguen entre nosotros. Arturo nos sigue en aquella noche en que recalamos en la M. Famoso sitio de reunión de Tula. Orquestas de más de 20 integrantes. Más de 200 muchachas en escena. A la que nos recibe le dicen que viene un gran poeta entre nosotros. El autor de Mester de hotelería y de Corazones Rotos. Ella le ofrece su bilé a Arturo para que escriba algún poema en las sinuosas líneas de su espalda. El Gordo Trejo escribe un fragmento de “Los amorosos”: “Los amorosos callan./ El amor es el silencio más fino,/ el más tembloroso, el más insoportable...” y concluye con el nombre del autor: Jaime Sabines ardiendo con el rojo del bilé. La chica sube a hacer su estriptis. Cuando acaba su número dice por el micrófono: “está entre nosotros el poeta Jaime Sabines”. Todos buscamos al MaestroSabines, incluso el poeta Arturo Trejo, hasta que una luz le ilumina la cara y todos aplauden. Confunden a Trejo con Sabines. No hay mucha distancia. Ambos le cantan a la muerte y al amor.

A Arturo Trejo quise entrevistarlo para la revista Play Boy en una serie que se iba a llamar “Los últimos bohemios”, en la que se incluía al gran Maestro Gonzalo Martré y al joven maestro Rodrigo de la Cadena. Íbamos a comenzar con Arturo y ya hasta habíamos determinado la fecha. Desafortunadamente se nos atravesó el Covid y luego la repentina desaparición de Arturo.

A Nacho Trejo lo entrevisté para la serie "Entre hombres sinvergüenzas" de Radio Educación, allá en el lejano 2013. Y me dijo, entre otras cosas, lo siguiente:



“Jorge Borja: ¿Nacho Trejo, qué significa ser hombre en la sociedad actual?

IT: ser hombre con mayúscula o con minúscula. Con mayúscula es formar parte de un complejo engranaje, no somos sino parte de un todo; y hombre con mayúscula es buscar una plenitud, una aspiración total en todos los sentidos, que va de lo físico a lo espiritual y no el ser un hombre en el sentido machista, sino ser alguien, alguien también con mayúscula en todos los terrenos, en el científico, político, el humanístico, cotidiano, es decir buscar la proximidad al hombre como lo más grande que se pueda hacer, pero ojo, en esto también tienen que ver las mujeres. Ser mujeres no feministas nada más, sino en todo el concepto grandioso de la palabra y en esto volvemos a emparentarnos. El destino no les pertenece a uno y a otros, el destino nos pertenece a todos, incluyendo a lo que se mueven en medio de ambos polos, sean negros o sojuzgados, a los ofendidos y humillados que también les corresponde ser Algo con mayúscula. Sería muy mezquino, y muy reduccionista pretender ser hombre porque me da la gana.”

Arturo e Ignacio Trejo ya pertenecen al silencio. A nosotros nos pertenece la iniciativa de conocer sus textos. Los libros de un escritor, como dice Juan Bañuelos, son su casa. Vamos a visitarlos para recordar esos tiempos y esa amistad. Carlos Fuentes afirma: “Cuando me dicen de un lugar, es porque ya no existe; cuando me dicen de un tiempo, es porque ya paso; cuando me dicen de una persona, es porque la deseo.” Nosotros confirmamos hoy: mi querido Arturo, mi querido Nacho, que vamos a seguir leyéndolos, que vamos a seguir recordándolos, mientras la tierra siga girando y quizá aún después..

Gracias.

*Texto leído en el conversatorio Par de Reyes, homenaje a Arturo y Nacho Trejo en Tepeji del Río, Hidalgo; sábado 20 de julio de 2024

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