A los veinte años
quería comerme el mundo
de una mordida.
A los treinta
pensé arrojarme de un puente
pero me faltaron alas.
Hoy
veinticinco años después
comprendo que el mundo
es menos que un platillo
indigesto
si acaso una manzana
carcomida por gusanos.
Ahora
lo confieso abiertamente
mastico con ternura,
sin dientes y sin prisa,
la parte podrida
que me toca.
quería comerme el mundo
de una mordida.
A los treinta
pensé arrojarme de un puente
pero me faltaron alas.
Hoy
veinticinco años después
comprendo que el mundo
es menos que un platillo
indigesto
si acaso una manzana
carcomida por gusanos.
Ahora
lo confieso abiertamente
mastico con ternura,
sin dientes y sin prisa,
la parte podrida
que me toca.
Arturo B. López