La Vuelta
─Antes era distinto. Siempre estaba a reventar. Para
conseguir mesa había que darle propina a medio mundo. Pero ahora...
─Es la crisis.
─Había música en vivo.
Grupos de Centro y del Caribe. La pista se llenaba de negros que bailaban como
víboras paradas.
─Si quieres bailamos. No te
cobro la pieza, nada más la bebida.
─Y las muchachas. No te
imaginas qué mujeres.
─¿Me invitas otro vermú?
─Sí, claro, los que
quieras... Como te iba diciendo antes era muy diferente.
─Y qué... entonces tú eras
clientazo ¿no?
─No, yo aquí trabajaba de
fotógrafo. Ganaba bien, conocía gente y además me divertía.
─Mnnnh qué interesante.
(Bostezo) ¿Hace mucho?
─Ora verás... como unos diez
años más o menos. ¿Tú como cuánto llevas aquí?
─Seis meses.
─Muy poquito. No creo que
hayas conocido a nadie de los que venían aquí. Había muchos meseros y músicos
y...
─¿Puedo pedir unos cigarros?
─Sí, sí, ándale, los que
quieras... Entonces te decía que había un ambientazo. La parte de arriba se
llenaba hasta el tope.
─¿La bodega?
─Era la parte preferida de
las parejitas. Con tal de no interrumpirlas, los caballeros me daban una buena
propina. Aunque tampoco faltaban quienes me invitaban a sentarme. Si vieras qué
de amistades hice.
─¿Vas a bailar?
─Ahorita no, gracias. Ya se
va a terminar. Además, la verdad, es que a mí nunca me ha gustado bailar.
─¿Entonces a qué veniste?
¿Para
qué regresé?