Los que se van, tardan mucho en marcharse. Persisten escondidos en el gesto de algún otro, en el hueco gris de las conversaciones, en la letra de una canción, en la angustia del sueño repetido, en la vejez prematura de las fotografías.
En ésta, aparecen alrededor de una mesa, Paco y su violenta carcajada, abrazado de Manuel con barba negra y sombrero, abrazado de Hugo que levanta su vaso en un brindis eterno.
En la otra apareces tú, bailando con Angel.
Estas fotografías las guardo en un viejo álbum entre tarjetas de presentación y pétalos secos. Amontonadas en un baúl, tengo otras fotos, cientos de ellas, de otra gente que ya no conociste y que también se me quedaron.
Yo, que las tomé, no aparezco nunca. Me basta con recordar cómo eras entonces.
¿Y si hubiera aparecido yo? ¿Y si fueran ustedes los que me estuvieran viendo?
¿Qué pensarían?
sábado, 5 de febrero de 2011
Invocación
se fue gestando en mi costado,
la luz que muy adentro amanecía.
El verbo que el misterio
conjugó con el sueño,
memoria gris de mi esqueleto.
Tu nombre simplemente
desnudo y solo.
Peregrino del yunque del oído
errante caracol entre los ecos
recorre su camino en mi hemisferio.
Va en busca de la voz
que lo haga cuerpo.
Tu nombre de pies descalzos
y sangre viva.
Ceniza de la noche
relámpago de lluvia
trueno y espuma.
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