Juan José Arreola afirmaba que un poema era como un báculo. Primero, decía el maestro, porque un poema sirve para sostenernos y caminar, sobre todo cuando uno anda “cojo del alma”. Después, como a los ciegos, porque un poema nos sirve para orientarnos en las tinieblas de la vida. Y, por último, porque un poema como un báculo, también puede convertirse en un arma eficaz contra las amarguras y las angustias que a veces se nos vienen encima peor que perros rabiosos.
domingo, 30 de agosto de 2009
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