
5. Las pruebas
Conducía un Jaguar X-J8 a más de 150 kilómetros por hora, con las ventanillas abiertas. El auto que había deseado toda la vida. Volante reducido, palanca al piso, asientos de piel y llantas anchas que rodaban con la suavidad de una alfombra mágica. La libertad total. El viento me acariciaba las mejillas. Serpenteaba por una autopista al borde de una costa de playas doradas y olas uniformes como pliegues de terciopelo. A pesar de que estaba donde quería y haciendo lo que me gustaba, sentía una urgencia repentina. Pisaba el acelerador. “¿Por qué vas tan rápido?”, me preguntó una voz que venía del asiento del copiloto. Observé de reojo. No alcanzaba a ver más que parte de su rostro. El timbre se me hacía desconocido.
—Tengo que llegar cuanto antes —contesté apurado.
—¿A dónde? —insistió la voz.
En Nueva York y en Madrid está causando furor una nueva costumbre vegana: una cena de 25 mujeres desnudas y desconocidas, que por 80 dólares tienen derecho a tres platillos y a la convivencia “al natural” para disfrutar de comida y ejercicios de respiración. Afirma la organizadora, la activista y modelo Charlie Ann Max, que este tipo de reuniones son una experiencia liberadora y transformadora que ayuda a “liberar tensiones y estrés, a conectar con las emociones y a acceder a un sentido más profundo de la conciencia de uno mismo".

Así, con un plural aumentado, se designa al grupo de amigos, la flota, la pandilla o la banda, con quienes uno comienza a aprender, a disfrutar y a conocer el mundo y sus placeres. Son los amigos a quienes en la madurez nos ligan el montón de recuerdos, buenos y malos, que van haciendo la médula de la existencia.