Manuel
Cuando me lo dijeron no lo podía creer. De cualquiera lo hubiera pensado.
Ya ves que dicen que aquel galán del cine de los sesenta falleció de lo mismo y
que el afamado Charro Cantor, aunque murió de otra cosa, también tuvo sus deslices.
Afortunadamente vivió en una época en que no existía ese mal. El otro día salió
en la televisión que los gringos lo inventaron como un arma bacteriológica y
que la experimentaron con los homosexuales porque, además de los negros, ya se
les habían convertido en un problema social. Hasta ahí todo era comprensible.
Ninguna persona en su sano juicio les hubiera reclamado, pero en algún momento
supongo que la prueba se les salió de control. Porque eso de infectar a mi
compadre El Gordo, la verdad, francamente ¡no tiene madre!