Una
calle peatonal
Por
Madero corren ríos de gente. Los empleados de saco y corbata a
quienes se les hace tarde para el trabajo, los transeúntes
despreocupados que van de compras o de ligue, los que se toman fotos
con las estatuas vivientes o con las botargas, los que se van de
pinta en las mañanas, los darkis
que venden rosas negras, los apocalípticos que recitan pasajes de
La
Biblia
con megáfono, los concheros que van sonando sus ajorcas de cascabel,
los que se ponen la verde de la selección y los que prefieren la
legalización de “la verde” de la nación, los que se sienten
orgullosos de ser mexicanos y hasta los que se espantan con la sola
mención de la patria.