A Elena
Poniatowska, no la trajo la cigüeña de París, sino la Segunda Guerra Mundial.
Descendiente de una ilustre familia en la que hubo un rey, un mariscal de
Napoleón, un ministro del Interior y un arzobispo europeos, Elena acabó como
una periodista comprometida con las causas populares de México.
Niña de convento, de una clase acomodada en la que se
rechazaba a Emiliano Zapata por pelado y salvaje, y a Diego Rivera, el rojo,
por haber pintado desnuda a la tía Pita Amor, Elena se fue abriendo paso, casi
al mismo tiempo, en el periodismo y la literatura.
En 1953 comenzó a publicar en Excélsior. Cuando supo
que había una reportera que usaba el seudónimo de “Bambi”, ella quiso llamarse
“Dumbo”. Para fortuna del periodismo mexicano y de Walt Disney, a quien ningún
dibujo se le ha convertido en emblema de la izquierda, Elena siguió usando su
propio nombre.