Enrique Ramírez.
Eterno Femenino Ediciones.
México, 2019.
Como una blasfemia, como un eructo, como una
piedra que hace añicos el espejo en que se contempla el amor, así se resuelven
los versos de este poemario transido de
emociones desgastadas y ruinosas. La basura y los residuos que sobreviven a una
fiesta de palabras fatuas, la risueña mueca de la calavera que por fin se ha despojado
de su máscara de carne putrefacta.
Voces sencillas que de pronto alcanzan su
exquisito vuelo para convertirse en gritos de júbilo y auxilio, en latidos de
animal herido, en caídas y resacas, en las súplicas y los gemidos de amantes
que se murmuran obscenidades en las noches del camposanto.
Con un aliento de flores y vino descompuesto,
Enrique Ramírez nos recuerda que “En toda oscuridad se posa el verbo/ y suena
lo luminoso”, y que con el fino trazo del carbón también se pueden dibujar las
constelaciones.
Jorge Arturo Borja
Noche
que la noche nos deje sordos
con su lluvia en las alcantarillas
que nos cubra con su rebozo de estrellas
para que duremos en las constelaciones
que las plantas abran sus poros
pura vida
al tocarnos en la cama
no quedarnos en orfandad
noche ampáranos
en los cementerios
hospitales
en lo más oscuro donde se hace el amor
porque ya viene el sol.
Vienes en un remolino
en un campo de fútbol llanero
que se lleva el balón y lo revienta en las torres de luz
pertenezco a los que buscan trabajo
y viven en vecindades familiares
encuentro en la noche el cobijo
pero no tus senos
que tienen un precio.
Necesito un trago
que limpie las amígdalas,
le dé un beso a la tráquea,
se incruste en la gastritis
un lindo trago ámbar o bermellón
transparente con hielos
mientras Silvestre Revueltas
hace tintinear los cuartetos de cuerdas
y el reloj no se detiene, abre abismos
necesito un trago para muchas cosas
para aguantar el amor con sus aristas
al caer una tormenta dentro
de la mar.
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