lunes, 4 de noviembre de 2024
La Edad
Mi amigo Fernando no es poeta como Borges
pero me deja mensajes de voz por el teléfono
porque también es ciego.
Dice que debemos agradecer a Dios
aunque sobrevivamos con miedo.
El Pique y El Abuelo
me llaman con frecuencia
para avisarme qué rescoldo
de aquella antigua hoguera
se ha apagado.
Me cuentan el viacrucis
de la insuficiencia renal
de los males cardíacos
y la próstata.
Ya no discutimos
porque los políticos de cualquier color
nos parecen ejemplares
del mismo bestiario.
Nuestra única certeza
es que la pensión no alcanza
ni para morirse.
De vez en cuando
en un cumpleaños, un día del padre
aparecen los hijos con un pastel
que ya no podremos
acabarnos.
En Navidad se repite la música
que cantábamos con la familia
pero la letra se va borrando.
Miro pasar la vida desde la ventana de mi cuarto
más pintarrajeada que una puta vieja
que busca a tropezones otro cliente.
No salgo a la calle
no me gusta usar pañal
ni cagarme en los calzones.
Yo que fui el arma blanca
que hacía gemir a las mujeres
derramándome en lluvias salvajes.
ahora no soy más que un cuchillo mellado
un recipiente con flores marchitas
que va vaciándose
en cada palabra.
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Siempre es gusto leerte.
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