viernes, 20 de julio de 2012

*Carta a AMLO

Por Eusebio Ruvalcaba


Estimado Andrés: Te escribo esta carta impelido por el fervor que un hombre despierta en otro. Bueno, antes que otra cosa me disculpo por hablarte de tú; no es falta de respeto sino una muestra de la confianza inmerecida que me tomo.

Déjame decirte que nunca había visto tantas caras tristes como me tocó el lunes 2 de julio. Será por el ámbito en el que me muevo —gente que se gana la vida trabajando, en el sur de la ciudad de México—, pero no veía más que expresiones de congoja, de frustración, de desesperanza. Más aún, pero mucho más, que cuando batean a México en el Mundial y que todo mundo le ha apostado como triunfador.
A mí en lo personal me dolió muchísimo. Sentí que algo se había muerto dentro de mí. Cuando la boca te sabe amarga, y traga uno camote para no llorar. Tengo 60 años, y no creo que me toque vivir un gobierno de izquierda. La muerte me llama constantemente, y en lo absoluto creo que me dé permiso para vivir otro sexenio nomás para ver qué se siente.
Pero dónde estuvo el error. Lo ignoro. Nunca he seguido porfiadamente los acontecimientos políticos. No firmo desplegados, aunque esta vez fui constantemente invitado. No fui a las marchas convocadas por ti o por tu partido. Jamás en la vida he sido proclive a participar en manifestaciones multitudinarias; de ningún tipo. Siempre olfateo el tufo de la trampa.
Sí vi los debates. Y advertí en tus ojos la pureza, esa cosa que ya no existe en los ojos de los hombres. Me percaté de que eres un individuo de honor, de hombría, de coraje. Un tipo cabal. Eso se ve claro en la mirada. Como hombre no se te podía engañar, pero como político sí. Te oía hablar, echarle carroña a EPN, y me decía yo que todo eso era una pérdida de tiempo. Eso no sé quién lo decide. Si tú o tus asesores. Pero yo dije está equivocando la puntería. Toda esa batería descargada sobre Peña Nieto está mal encausada. Pues el priísta siempre estuvo súper consolidado. Los golpes se le resbalaban. En cuanto a la señora, la tenía perdida desde un principio. Nomás había que escucharla hablar… Un cero a la izquierda. La cosa no era denostar de ella, sino ganarte a sus electores. A los panistas. Hablando netas, con bases. Ponderando las virtudes de ambos rivales; pero no insistir hasta la saciedad en sacar los trapos al sol, que no deja de ser mezquino y cuyo efecto se revierte: hablas mal de alguien y le arrimas adeptos —digo dos rivales y no tres, porque el nerd Quadri es un advenedizo que ni existe.
Como hombre te sobra, eres un tipo íntegro, intachable, sin dobleces; pero eso no cuenta en política, o no es lo más importante. En política hay que embarrarse si se quiere triunfar, hay que soltar el billete, fomentar la corrupción. Y ahora se está viendo con el robo de votos. Era de esperarse viniendo de los priístas, viejos lobos en este asunto de meter zancadillas, picar los ojos, dar golpes bajos.
Pero en última instancia, saliste ganando. Los jóvenes son tuyos. Y eso cuenta para la próxima. Te allegaste cantidades espectaculares de seguidores; algunos refrendaron su posición, otros se lanzaron a muerte tras de tus principios. Que eso es lo que te da un plus, por encima de tus rivales: que eres un hombre de ideas que no terminan en el aire sino en principios. Y son principios que todos entendemos. Muchos de ellos —y he aquí el doble mérito— principios que se pueden aplicar en la vida cotidiana. Te escuchaba hablar y lo que oía yo era a un padre de familia que se preocupa por el destino de sus hijos. Algo tienes de espíritu mesiánico. Algo que obliga, a quien te escucha, a volver los ojos hacia su interior. Y reflexionar. Porque mueves a la reflexión. Tu amor por la paz es ejemplar. Tu inclinación por la no violencia exige una toma de conciencia.
¿Y cuál es el siguiente paso? Me estoy poniendo en la más calamitosa de las situaciones. Supongamos que el sistema aplaste las impugnaciones y Peña Nieto deje de ser un presidente virtual para serlo de facto. Desconozco cuál es la decisión más inteligente. Lo que tú decidas es muy importante porque una decisión tuya no es personal; hay cientos de miles que te siguen, y que son capaces de actuar a ojos cerrados si tú así lo decides. Ojo con eso. Sé lo que haré yo: no ser una piedra de tropiezo —para mí esto significa no cerrar los ojos, no olvidar la terrible lección de los priístas, no confiar en la demagogia, pero tampoco ser una urticaria en la cola de nadie. Menos en acciones que representen un beneficio para la mayoría. Si es que se dan.
En fin. Va un fuerte abrazo.

*Esta carta se publicó en la columna “Con los oídos abiertos”, del periódico El Financiero, el lunes 16 de julio de 2012. 
Las imágenes pertenecen a la megamarcha contra el fraude en la Ciudad de México, el 7 de julio de 2012.

1 comentario:

  1. Precioso, me hizo llorar, compadrito. No le conocía este lado bellísimo al Eusebius. Dale un fuerte abrazo de mi parte.
    Pterocles

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