(Entrevista
con Ignacio Ortiz, para la serie Entre
hombres sin vergüenzas de Radio Educación)
Ignacio Ortiz nació en Tepozcolula,
Oaxaca, en 1958. Emigró al Distrito Federal para estudiar la carrera de medicina.
Cuando se recibió, tomó la decisión de estudiar cine en el Centro de
Capacitación Cinematográfica donde se ha mantenido como docente de la carrera
de cine. En este ámbito se ha desempeñado como guionista, actor y director. Como
guionista ha participado con Carlos Carrera en La mujer de Benjamín
(1991), La vida Conyugal (1993), Hombre que no escucha boleros
(1993) y con José Luis García Agraz en Desiertos
Mares (1995). Ya como director, ha hecho La orilla de la Tierra (1994, ganadora del concurso de Ópera Prima
del CCC), Sin Remitente (1995), Cuento de Hadas para Dormir Cocodrilos
(2002, ganadora del Ariel por mejor guión y mejor película), Mezcal (2006, ganadora del premio a la
mejor película y mejor dirección del XXI Festival Latinoamericano de Trieste y
Ariel por mejor película) y Mar Muerto
(2009).
Hablar con Nacho Ortiz
es como hablar con uno de esos médicos que aparecen en las películas mexicanas
de los años cuarenta, interpretados por Arturo de Córdova o Joaquín Cordero, un
individuo que es todo pasión y pundonor en el ejercicio de su vocación.
Jorge Borja.- En tu
película Cuento de hadas para dormir
cocodrilos la relación entre padres e hijos varones es muy difícil, ¿tú cómo ves esta relación en la vida real?
Ignacio Ortiz.- Mira,
culturalmente en México hemos hablado, discutido, hemos hecho películas, hemos
hecho literatura, hemos vivido la relación madre-hijo porque la relación
padre-hijo no la hemos tocado muchas veces porque es una relación conflictiva,
la mayoría de las veces. ¿Por qué es una relación conflictiva? Porque es un
proceso natural de confrontación cuando el joven logra una mayoría de edad en
la juventud, después de la adolescencia y comienza a cuestionar, y al primero
que cuestiona es al padre, y en ese cuestionamiento está el crecimiento de la
sociedad. El crecimiento del hijo muchas veces se vuelve una confrontación
eterna.
Y estamos hablando de una inmadurez del
padre, o sea el padre tiene que ceder, tiene que dar lugar, no dije
condescender sino de ceder de pronto, dar lugar para que el hijo asuma, ponga
sus pies en la tierra. ¿Qué pasa? Mira, hace cuarenta años en este país la
gente moría de muerte natural ¿no? Y los padres, un hombre que moría a los
cuarenta años habría muerto y punto. El hijo tendría veinte, no hay problema,
ya le cedió el lugar. Hoy día, el padre vive setenta años en promedio y el hijo
tiene cuarenta años. En esos cuarenta años hay dos seres disputándose el
trabajo, las habitaciones, etc. Tenemos que aprender esa convivencia, el padre
a los cincuenta años vuelve a tener procesos de una segunda vuelta en la vida y
va a confrontarse con un hijo que está en su primera vuelta de aprendizaje,
entonces yo creo que eso es algo natural que no hemos aprendido. ¿Por qué?
Porque es reciente, se va a dar por supuesto, pero por esto reciente, apenas va
una o dos generaciones, que están
viviendo este conflicto.
JB.-
¿Crees que con la edad cambia la relación entre padre-.hijo?
IO.-
Sí, por supuesto que tiene que cambiar, porque la convivencia va a tener que existir
y vamos a tener que ver a nuestro padre y a nuestro hijo en un momento
determinado en otra situación y en otra circunstancia. En efecto, estoy
trabajando la historia de un hombre, que en un momento de oscuridad, y
literalmente porque se va la luz, simbólicamente hablando, el hombre pierde ese
contacto con su conciencia y comete un crimen. Al cometer ese crimen vuelve en
sí, se hace consciente de que es un criminal, no puede entregarse a la policía
porque es ceder una responsabilidad que tiene que resolver él mismo, mi
personaje, no en la vida. Entonces alguien le dice por ahí, “si te entregas a
la policía es como si creyeras que tener sexo con una prostituta es un acto de
amor”, número uno. Número dos, no se puede suicidar por dos cosas fundamentales:
porque sería un acto injusto para con el ofendido y número tres: tiene un hijo.
Eso es lo que me interesa, esa relación entre el hijo y su padre. Relación de
tres hombres. En tercer lugar, lo único que le queda es ir al hijo y decirle, “algún
día me vas a necesitar, yo sigo estando”. Ahora, yo, de sesenta años tengo que
ir a buscar a mi padre para obtener su perdón y poder establecer así la armonía
en el mundo nuevamente.
JB.-
¿Quieres decir que necesitamos a nuestros padres para entender a nuestros hijos?
IO.-
Exactamente, necesitamos entender al padre para poder entender al hijo, y para
poder nuevamente establecer esa cadena que nos permita vivir, esa cadena de la
que ni se preocupa la iglesia ni nadie. O sea, la iglesia quiere seguir
conquistando almas, lo cual ya no es posible sino que tiene que evolucionar.
Entonces seguir estableciendo el vínculo con el padre para poder prepararse
cuando el hijo nos necesite, digo que en cualquier momento nos mata un rayo, un
carro una enfermedad, etc.; pero eso es otra cosa, el objetivo fundamental de
la vida, hoy día, como están dándose las generaciones y la sobrevivida, es
entender al padre, regresar al padre para poder entender al hijo. ¿Qué ocurre?
al hombre de cincuenta años o de cuarenta años, a veces, abandona al padre.
¿Por qué lo abandona? Porque es natural, el amor directo es de padres a hijos,
es casi no natural, de hijos a padres porque el padre ya estuvo en cierto
momento dado, quienes nos necesitan es nuestra prole y ahora nosotros hacemos
todo para protegerlos, claro atendemos al padre, pero qué pasa cuando ese hijo
comienza a tener su prole y a hacerse responsable de su prole, entonces tú,
personaje, que estás en medio dices “¿a dónde voltear ahora?”, un instante de
soledad para poder unir, para poder vivir, tienes que voltear al padre, a la
idea del padre, al padre si todavía vive etc., pero tienes que reflexionar
hacia allá para poder establecer este vínculo.
JB.-
¿Te parece que cada vez es más difícil ser padre?
IO.-
No, lo que estoy diciendo es que hoy día cuándo tú tienes cincuenta años tu
hijo ya empezó a reproducirse y tú todavía no eres un viejo, antes te habías
muerto de muerte natural, ahora no, estás en la vida preparado para la segunda
vuelta y dices qué hago, estoy en un momento infinito de soledad y tienes que
ver hacia arriba y tienes que volver la cara a tu padre.
La idea del hombre y la mujer es
histórica
JB.-
¿Piensas que la crisis de la masculinidad también ha repercutido en el cine?
IO: Sí, yo creo que
todo arte, y el cinematográfico por supuesto, es un reflejo del tiempo en el
que estamos viviendo. Yo no le llamaría una crisis de la masculinidad, yo le
llamaría una crisis de valores, ya no es el feo, fuerte, formal que va a luchar
contra leones sino que es el hombre que de pronto puede quedarse lavando
pañales y eso no es un debilidad en absoluto, es simplemente un rol. De pronto
se cambian los roles y justo ese cambio de roles está esta transmutación donde
de pronto ya no es el mítico hombre, ni héroe, ahora es la heroína tal vez, son
los tiempos que estamos viviendo y eso viene desde Casa de muñecas, de Ibsen. Las cantinas ya nos las quitaron las
mujeres, antes era el refugio para ir a encontrarte con tus amigotes y cantar a
José Alfredo Jiménez, ahora sólo hay un rinconcito para hombres, ellas han
tomado las cantinas, lo cual está padrísimo. Yo me acuerdo que cuando era chico
había una sola mujer que manejaba un coche, era una sorpresa para todos porque
para nosotros los coches y los camiones los manejaba un hombre y entonces de pronto veías a la mujer manejando el coche
y decías esto no es normal, debe ser lesbiana seguramente, de esto que te estoy
hablando es de mil novecientos sesenta y tantos... y a partir de ahí todos los
cambios, el movimiento de 68, los hippies, la caída del muro de Berlín, o sea,
han pasado una gran cantidad de cosas, la caída de la última utopía grande de
vivir de otra manera que era el comunismo, el feminismo que llegó con fuerza,
todo eso ha evolucionado y puesto de manifiesto esta duda, esta especulación de
qué es ser hombre. Y creo que la pregunta es genial, no lo sé, y pregúntale a
todos y te van a decir no sé qué es hoy día. Y luego de esto no olvidemos otra
cosa importantísima que es la Internet, que es el chat y que es el sexo por
Internet, de la misma manera una mujer, una joven, antes el hombre abordaba a
la joven, la joven se hacía del rogar pero finalmente cedía, etc. Otros
tiempos, usos y costumbres. Hoy día, la joven prende su Internet, se conecta,
se encuentra con alguien, tienen sexo por Internet o juguetean sexualmente. Las
relaciones han cambiado, estamos hablando de igualdad de circunstancias. Lo que
tiene que haber ahora es un entendimiento de que hombre y mujer son seres
biológicamente diferentes, mas no enemigos; eso tiene que quedar claro porque
de pronto, donde el feminismo se ha pasado es ver el hombre como enemigo, ahí
sí no estoy de acuerdo si no vamos a hacer marchas del orgullo masculino, nada
más que dudo que nos juntemos veinte.
JB.-
¿El ser médico te ha ayudado a comprendernos como hombres?
IO.-
No, yo creo que no, eso no me ha ayudado. Lo que me ha ayudado a comprendernos
como hombres fue haber vivido con la madre de mis hijos durante quince años y
haber tenido dos hijas y luego otro hijo. Esa convivencia de pronto extraña cuando
te vas a vivir con una mujer extraña que ni siquiera es de tu familia, que no
sabes ni qué te va a pasar, es ahí donde comienzas a entender cosas del
comportamiento, luego las mujeres se enojan mucho. Entramos a lo biológico, les
dices “mira es que tú eres un ser inteligente, hermoso, bla, bla, bla, pero
entiende que tu ciclo menstrual sí afecta porque es algo hormonal...” entonces
que entiendan eso en aras de la convivencia; entonces cuando digo tolerancia es
que ya entendí que así estás, ahora entiéndete tú y entiéndeme a mí también
para poder caminar juntos cualquier trecho, en el trabajo, en lo que sea, no
estoy diciendo de relaciones matrimoniales ni de amasiato. Creo que a lo que la
medicina ayuda es a entender más que al hombre como hombre, ayuda a entender
más a las mujeres. Uno, desde este universo de la mujer subyugada, de la mujer
humillada, violentada por las circunstancias, por hombres intolerantes y luego
te ayuda a entenderla a partir de su fragilidad, de sus padecimientos físicos y
del alma. Los padecimientos físicos y del alma son exactamente los mismos, se
manifiestas, única y exclusivamente, de distinta manera. Digo los hombres
también tienen cáncer de seno como las mujeres, los hombre no tienen útero pero
tienen pene y también hay cáncer de pene, simplemente son cuestiones biológicas
de reproducción, básicamente, la idea conceptual de hombre y mujer está dada
por la historia. Ahora, que hay características específicas, sí, y esto no es
machismo absoluto, la mujer debe cuidar a los niños en sus primeros meses
porque necesitan abrazos, necesitan lactar porque eso le va dar, desde el punto
de vista médico, defensas, y desde el punto de vista psicológico, seguridad al
niño, y el hombre hacerse responsable, de mientras está ocurriendo eso, tenerle
la casa donde va a vivir, eso no debemos de olvidarlo, que es muy importante en
aras de la procreación, en aras de los que siguen y ya después de dos años,
ahora sí, qué vamos a hacer.
La imagen del charro bebiendo
tequila ya pasó
JB.-
¿Crees que el cine nos ayude a comprendernos como hombres?
IO.-
Sí, o a reírnos, lo diría a partir del
humor, a partir de la risa la comprensión por supuesto. Creo que no hay ser más
risible y de comedia que el macho, y esto ya lo dijeron todos los que
escribieron los Don Juanes, ya lo dijo Pedro Armendáriz como intérprete en sus
películas, el charro Luís Aguilar y el charro Antonio Aguilar. Sí, el cine sí
nos ayuda a comprendernos sobre todo a partir de lo patético, del humor, de la
risa. Si lo entendemos de esa manera daremos un paso no sé hacia dónde pero a
la imagen masculina del charro bebiendo tequila no, eso ya pasó. El cine va
avanzando y en la idea de que establezca una relación entre hombre y mujer,
relación de igual a igual, creo que eso es lo padre. A mí me han acusado de
misógino, de muy misógino con La mujer de
Benjamín, con La vida conyugal, pero
ése es un guión sin remitente, con La
orilla de la tierra, que es mi primera película, con Cuento de hadas y con Mezcal,
me han acusado de misógino las feministas. ¿Y entonces qué ocurre? Simplemente
asumo mi calidad masculina y me pongo a la altura de las señoras para hablar
frente a frente y discutir. Entonces qué bonito, que si no discutes eres no sé qué, pero si discutes porque les
estás dando la misma estatura que tú, sea cual esta sea, la mejor de mis
talones nada más pero le estoy dando la misma estatura que yo, creo que la
estoy respetando pero no les gusta. Dicen que soy misógino, lo cual me encanta.
Jorge
Borja.- Según el diccionario de la Real Academia, un hombre es aquel que tiene
las cualidades del valor y la firmeza, ¿tú crees que todavía se pueda llamar
así al hombre?
Ignacio
Ortiz.- No. Yo creo que eso fue resultado de una idea del siglo XVIII. Creo que
ser hombre, hablando desde el punto de vista de la masculinidad, hoy día, creo
que tiene que ver con la tolerancia, creo que tiene que ver con la capacidad de
la responsabilidad. Ahora, también son características de la feminidad,
absolutamente; exactamente no sé dónde está el límite, más allá de los límites
biológicos por su puesto. Creo que los límites hoy día deben ser la biología
más que el pensamiento.
JB.-
¿Hay alguna obra de cine o teatro, de literatura, dónde tú te hayas visto
identificado como hombre?
IO.-
Probablemente me he visto identificado en Chejov, en Dostoievsky, en el sentido
de la capacidad de las dudas, de la toma de decisión, etc., pero vuelvo a lo
mismo, también siguen siendo características femeninas. No olvidemos el gran
rompimiento: Casa de muñecas de
Ibsen, donde la mujer es capaz de dudar y tomar una decisión, entonces no va n
por ahí las características que identifican hoy a los hombres, creo que son las
mismas que identifican a las mujeres; seres en duda, seres en contradicción,
seres con capacidad de toma de decisiones, fundamentalmente. Creo que ya no es
aquello de feo, fuerte y formal. Hoy, creo que los hombres ya se hacen cirugía plástica porque ya no
quieren ser feos, algunos ya no son tan fuertes y formales, también se dejó a
un lado eso. Creo que ser hombre, hoy día, es tener la capacidad de
entendimiento desde todos los puntos de vista, de las similitudes y diferencias
con las mujeres y, a partir de ello, intentar una relación, e intentar una
comunicación. Creo que si no existiera el otro término: la femineidad no
podríamos hablar de masculinidad, entonces si se habla de masculinidad y
feminidad quiere decir que entonces hay características diferentes y que, hoy
día, masculinidad quiere decir tener la capacidad de la interlocución, de
entablar relación de cualquier tipo, laboral, amorosa, erótica, etc. y asumir
con responsabilidad y, sobre todo, respeto. Y con la gran tolerancia que debe
existir, tolerancia en aras de el gran proceso que están viviendo las mujeres
hoy día y, sobre todo, la gran discriminación que todavía existe en nuestra
sociedad, en otras sociedades, en el mundo, en general.
JB.-
¿Alguna vez viviste esa discriminación, por ejemplo, en tu pueblo natal San
Juan Tepozcolula, en Oaxaca?
IO.-
Sí, mira, pero aquí entramos también a que son procesos evolutivos. Por
ejemplo, la mujer tenía que caminar en silencio y detrás del hombre. Punto
número uno, el hombre caminaba adelante, la mujer caminaba atrás. La mujer
caminaba con el rostro cubierto. Hoy, cuando veo en la televisión imágenes de
musulmanes caminando con la cara cubierta me acuerdo mucho del pueblo donde las
mujeres se enrollaban el rostro con el rebozo y caminaban con la cabeza
cubierta, con la cara cubierta prácticamente y cabizbajas, y agachadas, esa es
la imagen que tengo.
JB.-
¿Tú crees que en estos ámbitos rurales a veces las mujeres nos empujan a
actitudes o conductas machistas?
IO.-
Yo creo que finalmente somos el resultado de un proceso educativo y, por
supuesto, las mujeres pueden llegar a ser seres muy dominantes y en ese acto de
dominancia, controladoras, y en ese acto de controladoras empujar al hijo en
formación a esto, al machismo, para que siga existiendo la adoración a la mujer
y a la madrecita santa. Pero esto también tiene su justificación, justificación
real. No olvidemos una cosa, todavía en este país, y ahora más que nunca, hay
muchas madres solteras que se hacen cargo de los hijos, de la educación, de la
alimentación, de buscar el techo, entonces no les queda más que ser mujeres
dominantes y fuertes. No olvidemos que los hombres, es muy fácil, se van de
braseros y abandonan a mujer y abandonan a hija. Y la mujer tiene que trabajar
en el campo, que ya hay poca gente, tiene que trabajar en el campo. En la
ciudad tiene que trabajar en puestos, tiene que vender quesadillas, tiene que
hacer una serie de cosas, trabajar en casas ¿para qué? Para mantener al hogar,
para mantener a la prole, que muchas veces el hombre abandona, entonces eso,
sino lo analizamos, eso de la mujer dominante no es un defecto es el
resultado de un proceso de desintegración familiar.
JB.-
¿Aquí contaría mucho la ausencia del padre?
IO.-
Yo creo que sí, porque es, primero una necesidad de formación, y segundo, o al
revés, no importa, la contraparte para ayudar a sostener a la familia. Ayudar a
cuidar al chamaco si es que la madre trabaja. Ya hablamos de una realidad, la
madre trabaja hoy día, y alguien tiene que hacerse cargo del chamaco, quién más
que el padre. Si habláramos en términos psicológicos de la ausencia del padre,
no sé, no sabría decir ahí si exactamente eso funciona o tiene alguna
repercusión, porque repito, la mujer cuando es abandonada hace las funciones de
padre y de madre, entonces para qué quieres la imagen de un hombre débil, de un
hombre irresponsable que se va, que no tiene la vergüenza de quedarse a
afrontar los problemas junto con su familia. Entonces sería muy fácil decir,
sí, la idea de imagen paterna pero para
qué quieres esa imagen paterna, número uno. Número dos, a veces la imagen paterna
es mejor no tenerla. Cuando vemos nosotros a estos padres golpeadores de
mujeres, padres golpeadores de hijos, padres alcoholizados que llegan a la
casa, ¿qué imagen va a ser esa para un hijo? Preferible que no exista esa
imagen ¿no? Entonces yo creo que eso no afecta mucho en el desarrollo de los jóvenes. Ahora bien, idealmente si
nosotros recordamos un poco la parábola del hijo pródigo, por ejemplo, estamos
hablando, en primer lugar, de una sociedad machista por supuesto, ¿no? Pero
vayamos a la parábola ya que estamos en lo masculino. El hijo pide su herencia,
se la dan, se la va y la malgasta etc. Está pobre miserable, consigue trabajo
cuidando cerdos y piensa que en su casa los jornaleros viven mejor que él y
decide regresar. Cuando regresa, el padre corre y lo abraza, yo creo que en ese
sentido, existe a veces esa necesidad del padre como el ser capaz del perdón,
en todo caso, ante una trasgresión que sería algo que ni está en manos de la
justicia, ni de la venganza ni en manos del suicidio, sino cuando hay esa
necesidad del perdón míticamente, bíblicamente es el padre. Y ahí entramos a
una diferencia casi biológica, a la
madre se le busca para la protección porque es algo normal, algo natural y al
padre para pedir su perdón pero estamos hablando de algo mítico, de algo
idealizado. En la realidad, a veces, ¿para qué? No tiene sentido.
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