lunes, 30 de julio de 2012

Necesitamos entender al padre para entender al hijo


(Entrevista con Ignacio Ortiz, para la serie Entre hombres sin vergüenzas de Radio Educación)

Ignacio Ortiz nació en Tepozcolula, Oaxaca, en 1958. Emigró al Distrito Federal para estudiar la carrera de medicina. Cuando se recibió, tomó la decisión de estudiar cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica donde se ha mantenido como docente de la carrera de cine. En este ámbito se ha desempeñado como guionista, actor y director. Como guionista ha participado con Carlos Carrera en La mujer de Benjamín (1991), La vida Conyugal (1993), Hombre que no escucha boleros (1993) y con José Luis García Agraz en Desiertos Mares (1995). Ya como director, ha hecho La orilla de la Tierra (1994, ganadora del concurso de Ópera Prima del CCC), Sin Remitente (1995), Cuento de Hadas para Dormir Cocodrilos (2002, ganadora del Ariel por mejor guión y mejor película), Mezcal (2006, ganadora del premio a la mejor película y mejor dirección del XXI Festival Latinoamericano de Trieste y Ariel por mejor película) y Mar Muerto (2009).

Hablar con Nacho Ortiz es como hablar con uno de esos médicos que aparecen en las películas mexicanas de los años cuarenta, interpretados por Arturo de Córdova o Joaquín Cordero, un individuo que es todo pasión y pundonor en el ejercicio de su vocación. 
Jorge Borja.- En tu película Cuento de hadas para dormir cocodrilos la relación entre padres e hijos varones es muy difícil,  ¿tú cómo ves esta relación en la vida real?
Ignacio Ortiz.- Mira, culturalmente en México hemos hablado, discutido, hemos hecho películas, hemos hecho literatura, hemos vivido la relación madre-hijo porque la relación padre-hijo no la hemos tocado muchas veces porque es una relación conflictiva, la mayoría de las veces. ¿Por qué es una relación conflictiva? Porque es un proceso natural de confrontación cuando el joven logra una mayoría de edad en la juventud, después de la adolescencia y comienza a cuestionar, y al primero que cuestiona es al padre, y en ese cuestionamiento está el crecimiento de la sociedad. El crecimiento del hijo muchas veces se vuelve una confrontación eterna.
      Y estamos hablando de una inmadurez del padre, o sea el padre tiene que ceder, tiene que dar lugar, no dije condescender sino de ceder de pronto, dar lugar para que el hijo asuma, ponga sus pies en la tierra. ¿Qué pasa? Mira, hace cuarenta años en este país la gente moría de muerte natural ¿no? Y los padres, un hombre que moría a los cuarenta años habría muerto y punto. El hijo tendría veinte, no hay problema, ya le cedió el lugar. Hoy día, el padre vive setenta años en promedio y el hijo tiene cuarenta años. En esos cuarenta años hay dos seres disputándose el trabajo, las habitaciones, etc. Tenemos que aprender esa convivencia, el padre a los cincuenta años vuelve a tener procesos de una segunda vuelta en la vida y va a confrontarse con un hijo que está en su primera vuelta de aprendizaje, entonces yo creo que eso es algo natural que no hemos aprendido. ¿Por qué? Porque es reciente, se va a dar por supuesto, pero por esto reciente, apenas va una o dos generaciones,  que están viviendo este conflicto.
         JB.- ¿Crees que con la edad cambia la relación entre padre-.hijo?
         IO.- Sí, por supuesto que tiene que cambiar, porque la convivencia va a tener que existir y vamos a tener que ver a nuestro padre y a nuestro hijo en un momento determinado en otra situación y en otra circunstancia. En efecto, estoy trabajando la historia de un hombre, que en un momento de oscuridad, y literalmente porque se va la luz, simbólicamente hablando, el hombre pierde ese contacto con su conciencia y comete un crimen. Al cometer ese crimen vuelve en sí, se hace consciente de que es un criminal, no puede entregarse a la policía porque es ceder una responsabilidad que tiene que resolver él mismo, mi personaje, no en la vida. Entonces alguien le dice por ahí, “si te entregas a la policía es como si creyeras que tener sexo con una prostituta es un acto de amor”, número uno. Número dos, no se puede suicidar por dos cosas fundamentales: porque sería un acto injusto para con el ofendido y número tres: tiene un hijo. Eso es lo que me interesa, esa relación entre el hijo y su padre. Relación de tres hombres. En tercer lugar, lo único que le queda es ir al hijo y decirle, “algún día me vas a necesitar, yo sigo estando”. Ahora, yo, de sesenta años tengo que ir a buscar a mi padre para obtener su perdón y poder establecer así la armonía en el mundo nuevamente.
         JB.- ¿Quieres decir que necesitamos a nuestros padres para entender a nuestros hijos?
         IO.- Exactamente, necesitamos entender al padre para poder entender al hijo, y para poder nuevamente establecer esa cadena que nos permita vivir, esa cadena de la que ni se preocupa la iglesia ni nadie. O sea, la iglesia quiere seguir conquistando almas, lo cual ya no es posible sino que tiene que evolucionar. Entonces seguir estableciendo el vínculo con el padre para poder prepararse cuando el hijo nos necesite, digo que en cualquier momento nos mata un rayo, un carro una enfermedad, etc.; pero eso es otra cosa, el objetivo fundamental de la vida, hoy día, como están dándose las generaciones y la sobrevivida, es entender al padre, regresar al padre para poder entender al hijo. ¿Qué ocurre? al hombre de cincuenta años o de cuarenta años, a veces, abandona al padre. ¿Por qué lo abandona? Porque es natural, el amor directo es de padres a hijos, es casi no natural, de hijos a padres porque el padre ya estuvo en cierto momento dado, quienes nos necesitan es nuestra prole y ahora nosotros hacemos todo para protegerlos, claro atendemos al padre, pero qué pasa cuando ese hijo comienza a tener su prole y a hacerse responsable de su prole, entonces tú, personaje, que estás en medio dices “¿a dónde voltear ahora?”, un instante de soledad para poder unir, para poder vivir, tienes que voltear al padre, a la idea del padre, al padre si todavía vive etc., pero tienes que reflexionar hacia allá para poder establecer este vínculo.
         JB.- ¿Te parece que cada vez es más difícil ser padre?
         IO.- No, lo que estoy diciendo es que hoy día cuándo tú tienes cincuenta años tu hijo ya empezó a reproducirse y tú todavía no eres un viejo, antes te habías muerto de muerte natural, ahora no, estás en la vida preparado para la segunda vuelta y dices qué hago, estoy en un momento infinito de soledad y tienes que ver hacia arriba y tienes que volver la cara a tu padre.

La idea del hombre y la mujer es histórica

         JB.- ¿Piensas que la crisis de la masculinidad también ha repercutido en el cine?
IO: Sí, yo creo que todo arte, y el cinematográfico por supuesto, es un reflejo del tiempo en el que estamos viviendo. Yo no le llamaría una crisis de la masculinidad, yo le llamaría una crisis de valores, ya no es el feo, fuerte, formal que va a luchar contra leones sino que es el hombre que de pronto puede quedarse lavando pañales y eso no es un debilidad en absoluto, es simplemente un rol. De pronto se cambian los roles y justo ese cambio de roles está esta transmutación donde de pronto ya no es el mítico hombre, ni héroe, ahora es la heroína tal vez, son los tiempos que estamos viviendo y eso viene desde Casa de muñecas, de Ibsen. Las cantinas ya nos las quitaron las mujeres, antes era el refugio para ir a encontrarte con tus amigotes y cantar a José Alfredo Jiménez, ahora sólo hay un rinconcito para hombres, ellas han tomado las cantinas, lo cual está padrísimo. Yo me acuerdo que cuando era chico había una sola mujer que manejaba un coche, era una sorpresa para todos porque para nosotros los coches y los camiones los manejaba un hombre y entonces  de pronto veías a la mujer manejando el coche y decías esto no es normal, debe ser lesbiana seguramente, de esto que te estoy hablando es de mil novecientos sesenta y tantos... y a partir de ahí todos los cambios, el movimiento de 68, los hippies, la caída del muro de Berlín, o sea, han pasado una gran cantidad de cosas, la caída de la última utopía grande de vivir de otra manera que era el comunismo, el feminismo que llegó con fuerza, todo eso ha evolucionado y puesto de manifiesto esta duda, esta especulación de qué es ser hombre. Y creo que la pregunta es genial, no lo sé, y pregúntale a todos y te van a decir no sé qué es hoy día. Y luego de esto no olvidemos otra cosa importantísima que es la Internet, que es el chat y que es el sexo por Internet, de la misma manera una mujer, una joven, antes el hombre abordaba a la joven, la joven se hacía del rogar pero finalmente cedía, etc. Otros tiempos, usos y costumbres. Hoy día, la joven prende su Internet, se conecta, se encuentra con alguien, tienen sexo por Internet o juguetean sexualmente. Las relaciones han cambiado, estamos hablando de igualdad de circunstancias. Lo que tiene que haber ahora es un entendimiento de que hombre y mujer son seres biológicamente diferentes, mas no enemigos; eso tiene que quedar claro porque de pronto, donde el feminismo se ha pasado es ver el hombre como enemigo, ahí sí no estoy de acuerdo si no vamos a hacer marchas del orgullo masculino, nada más que dudo que nos juntemos veinte.
         JB.- ¿El ser médico te ha ayudado a comprendernos como hombres?
         IO.- No, yo creo que no, eso no me ha ayudado. Lo que me ha ayudado a comprendernos como hombres fue haber vivido con la madre de mis hijos durante quince años y haber tenido dos hijas y luego otro hijo. Esa convivencia de pronto extraña cuando te vas a vivir con una mujer extraña que ni siquiera es de tu familia, que no sabes ni qué te va a pasar, es ahí donde comienzas a entender cosas del comportamiento, luego las mujeres se enojan mucho. Entramos a lo biológico, les dices “mira es que tú eres un ser inteligente, hermoso, bla, bla, bla, pero entiende que tu ciclo menstrual sí afecta porque es algo hormonal...” entonces que entiendan eso en aras de la convivencia; entonces cuando digo tolerancia es que ya entendí que así estás, ahora entiéndete tú y entiéndeme a mí también para poder caminar juntos cualquier trecho, en el trabajo, en lo que sea, no estoy diciendo de relaciones matrimoniales ni de amasiato. Creo que a lo que la medicina ayuda es a entender más que al hombre como hombre, ayuda a entender más a las mujeres. Uno, desde este universo de la mujer subyugada, de la mujer humillada, violentada por las circunstancias, por hombres intolerantes y luego te ayuda a entenderla a partir de su fragilidad, de sus padecimientos físicos y del alma. Los padecimientos físicos y del alma son exactamente los mismos, se manifiestas, única y exclusivamente, de distinta manera. Digo los hombres también tienen cáncer de seno como las mujeres, los hombre no tienen útero pero tienen pene y también hay cáncer de pene, simplemente son cuestiones biológicas de reproducción, básicamente, la idea conceptual de hombre y mujer está dada por la historia. Ahora, que hay características específicas, sí, y esto no es machismo absoluto, la mujer debe cuidar a los niños en sus primeros meses porque necesitan abrazos, necesitan lactar porque eso le va dar, desde el punto de vista médico, defensas, y desde el punto de vista psicológico, seguridad al niño, y el hombre hacerse responsable, de mientras está ocurriendo eso, tenerle la casa donde va a vivir, eso no debemos de olvidarlo, que es muy importante en aras de la procreación, en aras de los que siguen y ya después de dos años, ahora sí, qué vamos a hacer.

La imagen del charro bebiendo tequila ya pasó

         JB.- ¿Crees que el cine nos ayude a comprendernos como hombres?
         IO.- Sí, o  a reírnos, lo diría a partir del humor, a partir de la risa la comprensión por supuesto. Creo que no hay ser más risible y de comedia que el macho, y esto ya lo dijeron todos los que escribieron los Don Juanes, ya lo dijo Pedro Armendáriz como intérprete en sus películas, el charro Luís Aguilar y el charro Antonio Aguilar. Sí, el cine sí nos ayuda a comprendernos sobre todo a partir de lo patético, del humor, de la risa. Si lo entendemos de esa manera daremos un paso no sé hacia dónde pero a la imagen masculina del charro bebiendo tequila no, eso ya pasó. El cine va avanzando y en la idea de que establezca una relación entre hombre y mujer, relación de igual a igual, creo que eso es lo padre. A mí me han acusado de misógino, de muy misógino con La mujer de Benjamín, con La vida conyugal, pero ése es un guión sin remitente, con La orilla de la tierra, que es mi primera película, con Cuento de hadas y con Mezcal, me han acusado de misógino las feministas. ¿Y entonces qué ocurre? Simplemente asumo mi calidad masculina y me pongo a la altura de las señoras para hablar frente a frente y discutir. Entonces qué bonito, que si no discutes  eres no sé qué, pero si discutes porque les estás dando la misma estatura que tú, sea cual esta sea, la mejor de mis talones nada más pero le estoy dando la misma estatura que yo, creo que la estoy respetando pero no les gusta. Dicen que soy misógino, lo cual me encanta.
         Jorge Borja.- Según el diccionario de la Real Academia, un hombre es aquel que tiene las cualidades del valor y la firmeza, ¿tú crees que todavía se pueda llamar así al hombre?
         Ignacio Ortiz.- No. Yo creo que eso fue resultado de una idea del siglo XVIII. Creo que ser hombre, hablando desde el punto de vista de la masculinidad, hoy día, creo que tiene que ver con la tolerancia, creo que tiene que ver con la capacidad de la responsabilidad. Ahora, también son características de la feminidad, absolutamente; exactamente no sé dónde está el límite, más allá de los límites biológicos por su puesto. Creo que los límites hoy día deben ser la biología más que el pensamiento.
         JB.- ¿Hay alguna obra de cine o teatro, de literatura, dónde tú te hayas visto identificado como hombre?
         IO.- Probablemente me he visto identificado en Chejov, en Dostoievsky, en el sentido de la capacidad de las dudas, de la toma de decisión, etc., pero vuelvo a lo mismo, también siguen siendo características femeninas. No olvidemos el gran rompimiento: Casa de muñecas de Ibsen, donde la mujer es capaz de dudar y tomar una decisión, entonces no va n por ahí las características que identifican hoy a los hombres, creo que son las mismas que identifican a las mujeres; seres en duda, seres en contradicción, seres con capacidad de toma de decisiones, fundamentalmente. Creo que ya no es aquello de feo, fuerte y formal. Hoy, creo que los hombres ya  se hacen cirugía plástica porque ya no quieren ser feos, algunos ya no son tan fuertes y formales, también se dejó a un lado eso. Creo que ser hombre, hoy día, es tener la capacidad de entendimiento desde todos los puntos de vista, de las similitudes y diferencias con las mujeres y, a partir de ello, intentar una relación, e intentar una comunicación. Creo que si no existiera el otro término: la femineidad no podríamos hablar de masculinidad, entonces si se habla de masculinidad y feminidad quiere decir que entonces hay características diferentes y que, hoy día, masculinidad quiere decir tener la capacidad de la interlocución, de entablar relación de cualquier tipo, laboral, amorosa, erótica, etc. y asumir con responsabilidad y, sobre todo, respeto. Y con la gran tolerancia que debe existir, tolerancia en aras de el gran proceso que están viviendo las mujeres hoy día y, sobre todo, la gran discriminación que todavía existe en nuestra sociedad, en otras sociedades, en el mundo, en general.
         JB.- ¿Alguna vez viviste esa discriminación, por ejemplo, en tu pueblo natal San Juan Tepozcolula, en Oaxaca?
         IO.- Sí, mira, pero aquí entramos también a que son procesos evolutivos. Por ejemplo, la mujer tenía que caminar en silencio y detrás del hombre. Punto número uno, el hombre caminaba adelante, la mujer caminaba atrás. La mujer caminaba con el rostro cubierto. Hoy, cuando veo en la televisión imágenes de musulmanes caminando con la cara cubierta me acuerdo mucho del pueblo donde las mujeres se enrollaban el rostro con el rebozo y caminaban con la cabeza cubierta, con la cara cubierta prácticamente y cabizbajas, y agachadas, esa es la imagen que tengo.
         JB.- ¿Tú crees que en estos ámbitos rurales a veces las mujeres nos empujan a actitudes o conductas machistas?
         IO.- Yo creo que finalmente somos el resultado de un proceso educativo y, por supuesto, las mujeres pueden llegar a ser seres muy dominantes y en ese acto de dominancia, controladoras, y en ese acto de controladoras empujar al hijo en formación a esto, al machismo, para que siga existiendo la adoración a la mujer y a la madrecita santa. Pero esto también tiene su justificación, justificación real. No olvidemos una cosa, todavía en este país, y ahora más que nunca, hay muchas madres solteras que se hacen cargo de los hijos, de la educación, de la alimentación, de buscar el techo, entonces no les queda más que ser mujeres dominantes y fuertes. No olvidemos que los hombres, es muy fácil, se van de braseros y abandonan a mujer y abandonan a hija. Y la mujer tiene que trabajar en el campo, que ya hay poca gente, tiene que trabajar en el campo. En la ciudad tiene que trabajar en puestos, tiene que vender quesadillas, tiene que hacer una serie de cosas, trabajar en casas ¿para qué? Para mantener al hogar, para mantener a la prole, que muchas veces el hombre abandona, entonces eso, sino lo analizamos, eso de la mujer dominante no es un defecto  es   el resultado de un proceso de desintegración familiar.
        JB.- ¿Aquí contaría mucho la ausencia del padre?
        IO.- Yo creo que sí, porque es, primero una necesidad de formación, y segundo, o al revés, no importa, la contraparte para ayudar a sostener a la familia. Ayudar a cuidar al chamaco si es que la madre trabaja. Ya hablamos de una realidad, la madre trabaja hoy día, y alguien tiene que hacerse cargo del chamaco, quién más que el padre. Si habláramos en términos psicológicos de la ausencia del padre, no sé, no sabría decir ahí si exactamente eso funciona o tiene alguna repercusión, porque repito, la mujer cuando es abandonada hace las funciones de padre y de madre, entonces para qué quieres la imagen de un hombre débil, de un hombre irresponsable que se va, que no tiene la vergüenza de quedarse a afrontar los problemas junto con su familia. Entonces sería muy fácil decir, sí, la idea de imagen paterna  pero para qué quieres esa imagen paterna, número uno. Número dos, a veces la imagen paterna es mejor no tenerla. Cuando vemos nosotros a estos padres golpeadores de mujeres, padres golpeadores de hijos, padres alcoholizados que llegan a la casa, ¿qué imagen va a ser esa para un hijo? Preferible que no exista esa imagen ¿no? Entonces yo creo que eso no afecta mucho en el desarrollo de  los jóvenes. Ahora bien, idealmente si nosotros recordamos un poco la parábola del hijo pródigo, por ejemplo, estamos hablando, en primer lugar, de una sociedad machista por supuesto, ¿no? Pero vayamos a la parábola ya que estamos en lo masculino. El hijo pide su herencia, se la dan, se la va y la malgasta etc. Está pobre miserable, consigue trabajo cuidando cerdos y piensa que en su casa los jornaleros viven mejor que él y decide regresar. Cuando regresa, el padre corre y lo abraza, yo creo que en ese sentido, existe a veces esa necesidad del padre como el ser capaz del perdón, en todo caso, ante una trasgresión que sería algo que ni está en manos de la justicia, ni de la venganza ni en manos del suicidio, sino cuando hay esa necesidad del perdón míticamente, bíblicamente es el padre. Y ahí entramos a una diferencia casi biológica,  a la madre se le busca para la protección porque es algo normal, algo natural y al padre para pedir su perdón pero estamos hablando de algo mítico, de algo idealizado. En la realidad, a veces, ¿para qué? No tiene sentido.

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