La vida
es otra (Poemas
en theta).
Cristina de la Concha.
México, 2012.
“ Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía
es el
misterio que tienen todas las cosas”.
Federico García Lorca.
La poesía es un gran misterio en el que pueden
resumirse otros misterios: el amor, la compasión, la ternura, el odio. Les
llamo misterios porque a pesar de que todos alguna vez los hemos sentido o
sufrido aún no acabamos de entender en qué rincón del cerebro o en que esquina
del corazón se engendran, y de qué manera se van gestando estos sentimientos.
Por ejemplo el amor, de acuerdo con teorías
fisiológicas, propias de neurólogos y endocrinólogos, es una reacción
electroquímica en que distintas hormonas y neuronas entran en contacto para
lograr una reacción singular. La que nos hacer sentir profundamente al otro,
sentirnos otros, condolernos, congozarnos, acongojarnos o confundirnos con el objeto
amado. La explicación de la ciencia acerca de esta emoción y de las emociones
que desata, tal vez esté más próxima a la verdad racional, pero es menos
asequible y menos sensible que las respuestas de la poesía.
Ya algunos
autores de divulgación científica como
Marco Iacoboni, Giacomo Rizzolatti o Mary Thomas Crane, se han encargado de
hablar de la función empática que la narrativa ejerce en las neuronas espejo,
potenciando la lectura de cuentos y novelas como una educación de los
sentimientos o como un especie de ensayo de la propia vida.
La perspectiva poética, sin duda, nos aproxima más a
este fenómeno del “sentir” que la narrativa, pero no solamente eso, también nos
contagia del mismo, nos lo transmite con la fuerza de un virus mortal. La
poesía no es un ensayo de la vida, ni intenta imitarla como los géneros
narrativos. El propósito de este arte, como dijo Wallance Stevens “es hacer que
la vida sea completa en sí misma”. Es
decir que la poesía pretende darle sentido a la existencia: el poema es
entonces algo así como el finis coronat
opus.
Para concretar tan inmensa pretensión, es natural
que el poeta reflexione constantemente sobre su artificio. Unas veces como el
cerrajero que busca las llaves del universo. Otras como el mago que se
convierte en conejo. Pero en todas apostando a ampliar los canales de
percepción del lector. Para un poeta, un colibrí y un terremoto pueden
pertenecer sin duda al mismo orden de ideas.
Así, el procedimiento de la metáfora hermana
elementos insólitos para aproximarnos no sólo al origen de las emociones sino
para comunicarnos su vértigo. No solamente nos “describe”, por ejemplo, como se
inicia una relación, sino que nos hace “sentir” lo que produce:
XIV
En una
mirada quedó
energía sedosa
como una usurpación, un duelo o un simple
encuentro
entrando en sigilo ya luego presurosa
a recorrer las fibras de este ser.
Por esta necesidad de expresión se vuelve labor de
los poetas y los jóvenes renovar el lenguaje, ensanchar su horizonte y recargar
o revertir el significado de las palabras. Cuando las más usadas envejecen o
las más jóvenes aún son rechazadas, vienen los poetas a llenarlas de energía,
de contenido. Se transforman en una suerte de naturalistas que descubren
sonoridades insospechadas o catalogan un nuevo ser en el gran libro de las
especies poéticas.
XXI
Palabras
que dicen
que
omiten
que
ciegan
que
indagan
insinuantes
tiesas
suaves
sutiles
y viles
cañonazos
En esta búsqueda, los poetas como exploradores,
también abren caminos y fundan ciudades y dinastías, en sitios inhóspitos y
lugares inaccesibles. En lo alto del Aconcagua seguramente existe una villa llamada
Vallejo. En una selva del Sur hay un hotel Sabines, y más al Norte, en una
Alameda del desierto, un Kiosko conocido como López Velarde, alrededor del cual
se pasean hombres y mujeres en sentido contrario al otro género. Cada poeta
inventa su orografía, su edén y los seres primigenios que lo habitan.
XX
espejo te vío
espejo te vío
estás
en mí
con tu
nombre
que me
labia
mío me
sientes
impostado
sobre
pero
impuesto
mi espir
y-tú
El poeta, ya se ha dicho, es un demiurgo. En la
alquimia de sus poemas puede transmutar la esencia de las cosas y elevar la
dignidad de lo que nombra. En ese juego el apio, la escoba o el pedestre acto
de la micción devienen en espléndidas expresiones del idioma en las voces de
Pablo Neruda o de Ricardo Castillo. Un poema puede ser tan alegre como una
guitarra o algo tan elemental, pero tan íntimo como un suspiro.
XIX
Exhalo
este
aliento
hondo
profundo
para expandir el hálito
y retozar
sobre las
trampas
tendidas
por el dolor de la envidia
levanto risa al viento
y que la esparza por doquier
que la alegría haga de este cuerpo
recinto
y no fenezca esta energía de reír
En fin, creo que en el libro de Cristina de la
Concha, que hoy nos reúne, se celebran los misterios de un oficio milenario que
a la banalidad y la estulticia del presente opone la precisión de la palabra.
Una voz clara que ante el avasallamiento de la mentira, afirma que La vida es otra.
*Palabras pronunciadas en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia, el 20 de marzo de 2012, durante la
presentación del poemario La vida es otra
(poemas en theta), de Cristina de la Concha.
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