(Entrevista con Antonio Garci, para la serie Entre hombres sin vergüenzas de Radio Educación)
José Antonio Garci Nieto, mejor conocido como
Antonio Garci, nació en México, D.F., el 4 de octubre de 1967. Estudió diseño
gráfico y la maestría en historia del arte, en la UNAM. En 1994 recibió el recibió
el Premio de Revelación Juvenil, otorgado por la Sociedad Mexicana de Caricaturistas
y en 1995 el Premio Nacional de Periodismo por su tira “El Licenciado” que
aparece semanalmente en el periódico El
Financiero. Ha colaborado en El Día,
El Güiri Güiri, Teleguía, Casa del Tiempo,
Metrópoli, Rhumor y Lapiztola.
En televisión participó como panelista de la
serie La Casa de los Muchachos con Jorge Saldaña, y como guionista en diversos
proyectos de comedia como Hechos de
Peluche y El Baño. Ha colaborado
con comediantes tan reconocidos como Andrés Bustamante y Eugenio Derbez. También
ha sido guionista de las películas de dibujos animados La leyenda de la Nahuala y Nicté.
Ha publicado los libros Sex Zoo, Historias infames, El huevo y quien lo puso, Por qué las mujeres
aman a los pendejos (Diana, 2008),
Etiqueta para pendejos, un manual de supervivencia (Diana, 2009), Pendejadas célebres en la historia de México
(Diana, 2010), Más pendejadas célebres en la historia de México (Diana,
2011), La pendejísima historia de las
elecciones en México (Diana, 2012). En la actualidad está trabajando en la Enciclopedia de las pendejadas, que es una
recopilación de sus libros anteriores.
A simple vista Antonio Garci es un tipo de
lentes, silencioso y tímido; pero sin duda es una de esas personas que lleva la
música por dentro. Un humorista que puede trasladar sus ideas a la imagen o a
la palabra. Garci es como un mago que presenta sus trucos en un circo de tres
pistas. En una reunión de guionistas que preparaban un programa de televisión, yo
vi cómo entre chiste y chiste del grupo, Garci podía concentrarse para dibujar
su cartón de “El Licenciado” y enviarlo por internet al periódico. Cuando en
víspera de las elecciones se enteró que se iba a casar Eugenio Derbez, escribió
en su twiter: “El PREP dará los primeros resultados en la prueba de embarazo de
la esposa de Derbez”.
Esta entrevista la hicimos en un hospital,
mientras Garci esperaba su turno para donarle sangre a un compañero
caricaturista. Llevaba en la mano La vida
de las termitas (1927) de Mauirice Maeterlinck, autor de El pájaro azul y La inteligencia de las flores. Me recomendó otros dos libros sobre
la vida de las abejas y las hormigas, de este gran autor. Pensé que de no haber
sido humorista, Garci hubiera sido entomólogo, y que quizá la misma curiosidad
que sentía por la vida de los insectos, la proyectaba en la sociedad humana.
Jorge Borja.- ¿Cómo fue que empezaste a
interesarte en la caricatura?
Antonio Garci.- Yo, desde chavito. Yo digo que
todos los que hacemos esto nacemos caricaturistas, después nos hacemos o nos
deshacemos. Era el clásico que le hacía monitos al maestro o le hacía las
caricaturas al compañero de al lado y a la sangrona del salón y así empezamos
todos, todos mis cuadernos estaban garabateados con monos y por eso siempre
mandaban llamar a mis papás porque decían que todo lo llenaba de monitos y que
en qué iba a acabar. Y efectivamente acabé de caricaturista, la verdad yo nunca
quise ser otra cosa, en el fondo de mi corazón siempre quise ser caricaturista,
tampoco tenía idea de lo que era, por eso supongo que quería ser caricaturista.
Y como empecé a publicar muy joven, a los 16 años publiqué mi primera
caricatura en El Día, antes de llegar
a la universidad yo estudié Comunicación Gráfica que era una cosa análoga a lo
que yo buscaba, ya llegué como que caricaturista; entonces pasé de la ventana a
la calle y fue una transición muy suave, y además en una época en la que yo no
me daba cuenta de lo que estaba haciendo, ahora menos pero en esa época tenía
por lo menos la coartada de que era joven y por eso no sabía, entonces ya era
caricaturista. Hay otras historias que he conocido de gente que ha tenido otras
circunstancias y llegaron a volverse caricaturistas de otra manera y fue como
difícil meterse, yo ni me di cuenta cuando ya estaba inserto, afortunadamente,
en la vorágine de eso. Luego me pasó que terminé la carrera de Diseño, e hice
diseño normal pero como el diseño es anónimo no me ubicaba la gente por la
chamba de diseño y en cambio la caricatura es de autor, y con el tiempo me
empezaron a llamar por encargos de trabajo, entre vocación y necesidad de
mercado, que era por lo que me llamaban, que terminé dedicándome mucho más a
eso que al diseño y es por lo que la gente me reconoce, aunque sigo haciendo
diseño nadie sabe que ese empaque es mío o tal botella.
J.B.- Oye pero aparte de caricaturista, aunque se
supone que todos ellos tienen un gran
sentido del humor, tú también eres reconocido por tus trabajos en televisión. ¿Cómo
fue que, más allá de la sátira política, luego te encontraste haciendo guión?
A.G.- Eso es culpa de Andrés Bustamante, yo no
sabía que era guionista ni que escribía cosas, pero Andrés tenía en el Hijo del
Cuervo un espectáculo que se llamaba “El gabinete del doctor Güiri Güiri” y en
ese entonces tenía El hijo del Cuervo una galería y yo hice una exposición que
se llamó “La tecno-ilógica” de inventos que no servían para absolutamente nada
y Andrés tenía el show en el cuarto de al lado y entonces un día Andrés llegó
para dar la función y se metió a la galería y resultó que dos de los inventos
que yo tenía en mi exposición eran exactamente los mismos que él tenía en su
show, eran tres huevos que ya venían con tocino, otros al gusto y otros que
venían ya cocinados con cátsup y una barredora manual, que era una cosa con
polea que tenía escoba de un lado y recogedor del otro, entonces tú movías la
polea del círculo y te iba metiendo la basura, tenía sus rueditas, unas luces
de halógeno, una babosada; y Andrés me buscó porque él iba a sacar su primer
programa del Güiri Güiri en Imevisión y que necesitaba guionistas, yo le dije
que nunca había hecho un guión y él me dijo que nunca había hecho un programa y
que estábamos parejos. En realidad él mintió porque sí, ya había hecho varios
programas, había sido productor pero ahora traía la faceta de su propio
programa y me jaló a la leva de la tele y aguanté porque ésa es la diferencia
en realidad porque la tele y muchos medios son así, que reclutan y reclutan y
reclutan y los que aguantan el paso son los que terminan haciendo el oficio y a
mí me pasó eso. Desde entonces que es del 88, llevo trabajando con Andrés hasta
la fecha, siempre, siempre en todos los proyectos y eso es como de mis
orgullos. Después como que me han jalado en el mundito de los que hacen humor y
comedia, que es muy pequeño, todos nos conocemos, de guionistas de comedia si
hay 25 son muchos y también como no hay 25 programas somos muchos para lo que
hay. Ya me han jalado a varias cosas, he estado en Los Hechos de peluche desde
el principio, entre muchos, porque son proyectos de muchas personas, pero a mí
me tocaba parte de esa chamba, y estaba en proyectos de humor de varios
programas. Le escribí a Derbez sus primeros guiones, 18 programas cuando era Al
derecho y al Derbez, por cierto, jamás me pagó, es parte de su modus operandi y yo creo que vamos a hacer una
convención de damnificados de Derbez, ya somos como para una convención que
llene el Estadio Azteca.
Somos rehenes de los políticos
J.B.- Ahora cuéntame de tu trabajo en los periódicos,
de este gran personaje que es “El Licenciado”, ¿fue por él o por tu trabajo
como caricaturista que te ganaste el Premio Nacional de Periodismo?
A.G.- El premio fue en el 95, fue el primer
premio que entregó Zedillo y fue muy chistoso porque le hablé a un amigo, del
que tomé al licenciado, era un encargo, querían que hiciera un político
mexicano que comentara para tira cómica, en fin. Esa idea se le había ocurrido
al director del periódico y me echó a andar ese encargo, y como yo no conocía a
ningún político, al único que conocía era un cuate que había ido a la casa de
los muchachos, que había nacido priísta, tenía un cromosoma priísta, ya nació
así él, y quería ser político, presidente de la república y de la nada porque
sus papás tenían como tiendas en Cuernavaca y no tenía la familia ningún nexo
con ese mundo y veían con temor que su hijo tuviera esa vocación, y nada el
cuate se llama Sabino Bastida y llegó a buenos niveles en el PRI, además de
picar piedras, o sea comenzar desde abajo. Entonces yo dije El Licenciado debe
ser como Sabino porque era mi único modelo, tiene como su cara. Le hablé a
Sabino, que en ese entonces ya tenía un puesto en el CEN del PRI para decirle,
además estaba chavísimo porque ese medio es medio caníbal entonces llegas,
sobrevives, pasas así, te vas a la muerte súbita como en el tenis en el
siguiente raquetazo, y le dije que estaba bien nervioso porque voy a ver al
presidente y jamás he visto un presidente en mi vida y me dijo “nomás no te
preocupes, lo peor que te puede pasar es que te caigas” y efectivamente, eso
fue lo que me pasó. Habían hecho un podio entonces tenías que subir para ver a
los tlatoanis, llegabas hasta arriba de lo que era cosa como de dos metros e
iba saludando, tenían una mesa larga, vas saludando a todos, al presidente, a
los miembros del jurado, iba yo agarrando de mano en mano y de repente se me
acabó la tribuna porque llegué hasta el último y seguí avanzando, no me di
cuenta de que ya se había acabado y mocos. Además había cámaras y toda la cosa
y como en esa época no había bloopers, por lo menos bloopers cuando hubiera
presidentes entonces no salieron esos videos hasta la náusea, de mi caída.
J.B.- ¿Ya sabías que te ibas a ganar ese premio?
A.G.- No, fue una sorpresa porque yo incluso ni
mandé mi trabajo, un buen amigo caricaturista, Luis Carreño, lo echó a andar,
vio que tenía méritos y lo metió y no me dijo nada porque igual no pasaba nada
y cuando me enteré fue súper, doble sorpresa.
Además fue padrísimo porque el día que me enteré que me había ganado el
premio tenía veinte pesos en la bolsa, entonces fue providencial.
J.B.- ¿Fue difícil agarrar a los personajes de
los políticos como caricatura?
A.G.- Mira, te diría que es al contrario, es
difícil que los políticos te suelten, en México somos como rehenes de los
políticos, no hay caricaturista que no tenga qué hablar de los políticos en
México. Y no es que esté mal, que a todo dar que nos burlemos, que hagamos
sátira, pero a ver dime el platillo que más te gusta comer.
J.B.- Enchiladas.
A.G.- Imagínate que toda tu vida en la mañana, en
la tarde, en la noche comieras solamente enchiladas, eso es lo que nos pasa a
los caricaturistas. Entonces cuando tienes chance de hacer humor de otras cosas
es lo que más agradezco, cuando tengo oportunidad de publicar cosas que no son
de política.
Si no fuera por la mujer seríamos primates
J.B.- ¿Cómo alrededor de la caricatura, del
guionismo, te fuiste convirtiendo en hombre?
A.G.- Pues mira, ya lo investigué porque antes no
sabía pero al parecer son unas glándulas que se llaman gónadas, entonces tú te
duermes cuando eres chiquito y despiertas un poco más grande y con unas
transformaciones. Y un día te encuentras que ya tienes pelos donde antes no
tenías pelos y después sigues creciendo y te das cuenta que ya no tienes pelo
donde antes tenías pelo y todo eso tiene que ver con ésa glándula. En realidad,
como pasa cuando estás dormido no te das cuenta, siempre amaneces ya eres un
poco más hombre, un poco más hombre, inevitablemente.
J.B.- ¿Y pasaste por algún rito de iniciación
para convertirte en hombre?...
A.G.- ¿Rito de iniciación masculina? Desde luego,
hay sólo dos cosas de las que proviene todo, todo lo que yo he aprendido de la
vida que es el reverso de las cajas de cereales y el servicio militar. El
servicio militar es la experiencia más masculina que se puede vivir en
cualquier lado porque primero, es obligatorio y después es sólo para hombres,
de ahí fue una de las pruebas de que las mujeres nos llevan una enorme ventaja
en inteligencia y en cálculos de cómo desarrollarse en la vida. Ahora, nosotros
lo tenemos de caricatura porque son seis meses de ir a que te grite un sargento
y en otros países son tres años y además te llevan a Siberia, te la pasas
realmente mal. Es como secuestrado pero en un campo de tortura del Viet Cong y
esa es como mi experiencia más relevante, me tocó en la infantería de marina, e
iba regularmente todos los sábados a que me insultaran y que me dijeran que
querían conocer a mi hermana y a mi mamá y todos los sábados a decirle “sí, sargento”,
“lo que usted diga, sargento”, “estoy de acuerdo, sargento”, además lo tenías
que hacer con convicción porque si no veían que eras sincero en que realmente
querías que se ensartaran a tu hermana y todo esto pues te ponían a hacer más
abdominales. Y fuera de esto también plantar arbolitos, que fue como lo más
lindo del servicio militar porque como a los perritos te dejaban ir a hacer
pipí en los arbolitos, era como un momento de libertad salvaje. Ése fue uno de
los ritos iniciatorios de mi masculinidad más destacados.
J.B.- Por ahí dicen que generalmente las mujeres
son las que nos hacen hombres; primero las madre, las hermanas y luego las
parejas. ¿A ti también te han hecho hombre las mujeres?
A.G.- Desde luego todos los hombres somos hechura
de la mujer, y además es importante porque además no podríamos encontrar
pareja, somos muy, muy salvajes, somos en verdad unos animalitos del bosque y
si no fuera por la influencia civilizadora de la mujer seguiríamos colgados de
las ramas como los primates que somos. De hecho, es muy probable que ahí en la
oscuridad de su casa, su pareja femenina esté con toda paciencia, tenacidad y
fervor tratando de civilizarlos y de lograr que orinen dentro del escusado y no
afuera, como es la costubre masculina más acendrada. Es totalmente cierto, y
qué bueno que lo hacen porque sino no sé qué tipo de changos seguiríamos
siendo.
J.B.- Alguna vez has perdido el control por este
salvajismo masculino, ¿le has querido pegar a una mujer por esa violencia que
le es inherente a los hombres?
A.G.- Le he querido pegar la gripe y unas
infecciones en la garganta con unos besotes pero no se puede, mi experiencia es
que no, tienes que rogarles y ni así a veces, en todo caso sí lo he intentado,
nunca me he rajado de intentarlo.
J. B.- ¿Alguna mujer te ha agredido, ha intentado
pegarte o lastimarte de otra manera, psicológicamente, por ejemplo?
A.G.- Sí, todas las que me dicen que no me han
traumando psicológicamente y yo quiero aprovechar este espacio para denunciar a
todas esas malas mujeres que me convirtieron en un asesino serial de hormigas o
alguna otra cosa que pudo haber acabado muy mal y yo digo que es crueldad
innecesaria y sobre eso fíjate, nadie dice nada, nadie se queja. Dicen “ay, ya
viste a ése hombre que le estuvo chiflando, que le estuvo gritando mamacita”, pero cuando te
acercas y le dices “disculpe usted, no pude evitar notarla y me preguntaba que
si no le gustaría ir a buscar setas atrás del sofá conmigo”, y te dicen no. No
saben, no saben qué daño.
J.B.- ¿Cerdo machista?
A.G.- No, hasta eso como siempre me acerco muy
educado a decir las mismas guarradas pero con cierta decencia se desconciertan,
no saben si es albur, es como cuando no entienden el albur, ésa es la
expresión.
J.B.- ¿Tú crees que el macho es un animal en extinción?
A.G.- Sí, no sólo eso, ahora los machos son de clóset,
ya no puedes decir que eres macho porque es absolutamente mal visto y la gente
se retira, levantan la canasta, no falta
alguna feminista que llame a tu casa para insultarte. Sí, ya, eso se acabó,
toda esa época hermosa de modelos masculinos del cine de oro ya no. Ya no me
puedo imaginar que un hombre en su sano juicio crea que a una mujer le va a
gustar que llegues borracho a su casa a cantarle y a disparar o a bailar en el
caballo. Si nadie decía nada era porque estaban aterradas, por eso parecía que
les gustaba. Toda esa época la veo en blanco y negro con la música de Tata
Nacho por detrás, fotografía de Gabriel Figueroa y un hombre a cuadro que dice
“Qué bonita palomita, lástima que tenga gavilán”, ya no puedes decir eso porque
ahora es gavilán o paloma.
J.B.- ¿Entonces ahora en qué modelos masculinos nos
podemos inspirar los hombres?
A.G.- En este momento para mí, el modelo de
masculinidad más claro es Ana Gabriela Guevara, si yo tuviera el cuerpo de Ana
Gabriela Guevara no sabes qué pegue tendría con la viejas, pero ahorita parezco
Twinky Wonder, además de fresa.
Las mujeres aman a los pendejos
J.B.- Sin embargo en uno de tus libros afirmas
que “las mujeres aman a los pendejos…”, ¿lo dices en serio?
A.G.- Es la historia de nuestra vida, desde luego
recordarás que siempre que has visto a un cuate en un carrazo del brazo de una
vieja de calendario dice “¡Pero cómo, cómo puede andar esa vieja con ése
pendejo”. Cualquier puesto más o menos importante que haya todos, todos
coincidimos en que cómo se lo pudieron dar “a ése pendejo”, y eso lo puedes ver
claro en la dirección técnica de la Selección Nacional que todos lo podemos
hacer mejor y en la presidencia de la República, donde todos lo podemos hacer
mejor y ya que llegó Fox al poder se demostró que por supuesto que sí, que no
eran nada más habladas. Yo lo hubiera hecho mejor, tú también, todos. Mira, sí,
desde luego es una ley universal aunque claro, tiene su percepción
compensatoria del fenómeno, porque es un fenómeno universal pero el que llega a
ser presidente de la República, o director técnico de la Selección Nacional o
anda con esa vieja, generalmente piensa de todos nosotros que somos unos “pobres pendejos”. En realidad ahí te das
cuenta del fenómeno, en realidad todos somos pendejos depende de dónde te
ubiques, desde la perspectiva que tienes es cómo lo aprecias, y la verdad esa
igualdad, esa universalidad es la única condición de igualdad social que
lograron hacer los países socialistas; para todos sus ciudadanos es lo único
que les pudieron ofrecer que de verdad eran iguales.
J.B.- ¿Para hombres y mujeres?
A. G.- No, sólo para los hombres, las mujeres no
son pendejas, no pueden, es un problema de cromosomas, no está dado en ellas.
Las mujeres son rencorosas, celosas, envidiosas, perversas pero pendejas no,
eso no les cabe. Ese adjetivo es masculino, cuando lo usan en femenino está mal
aplicado.
J.B.- Ahí en tu libro, comentas varios terrenos en
que ha ido perdiendo la masculinidad, pero parece que este balance es favorable
a la especie en aspectos como el por qué los hombres no deben tener hijos…
A.G.- Esa es una gran verdad, la gente se ha
preguntado por qué las mujeres son las que tienen hijos, y es que si no fueran
ellas, la especie ya se hubiera extinguido. Los hombres, además de que no
tenemos los órganos que lo permiten, otra razón para decir que la naturaleza es
sabia, si nos lo hubiera dado a nosotros no nos habrían durado ni dos semanas
los críos. La naturaleza en su infinita sabiduría sabe dónde pone las cosas y
por qué. Mira, aquí van unos ejemplos históricos de lo que hicieron los hombres
cuando dejan a su cuidado a los chamacos: Gengis Kahn solía poner a sus hijos
agarrados a las ancas de sus caballos mientras cabalgaba para formarlos como
verdaderos jinetes mongoles, sobra decir que no le sobrevivió ningún hijo y al
final su imperio pasó a manos de un sobrino que nunca montó porque tenía
hemorroides; en la Biblia nos cuentan que Isaac llevó a Abraham al monte para
sacrificarlo porque Dios le pidió que lo hiciera como prueba de amor y de fe,
si se lo hubiera pedido a la esposa ella se vuelve atea y hasta ahí llegó el
último capítulo del Antiguo Testamento, al carajo pues cómo le pides eso, una
mujer sí piensa, ellas sí piensan; después, la leyenda dice que Rómulo y Remo
fueron amamantados por una loba y construyeron Roma, es evidente que esta
historia fue hecha por una mujer para que fuera ejemplar, si lo hubiera hecho
un hombre a Rómulo y Remo los hubiera amamantado una zorra y hubieran
construido la ciudad de Las Vegas; la leyenda dice que Guillermo Tell usó la
cabeza de su propio hijo, escúchenlo bien, de su propio hijo para poner una
maldita manzana y jugar al tiro al blanco, lo que historia no cuenta es que
cuando se enteró la mamá de donde había colocado la manzana Guillermo en ese
momento lo mató; los antiguos sacerdotes aztecas solían castigar a los niños
que iban a sacrificar al dios Tláloc y lo hacían llorar porque entre más
lloraran más agua les iba a dar el dios, no sólo los iban a matar sino que
antes de matarlos les iban a poner unas torturas aztecas, ya ese extremo ya es
mucho y fray Juan de Zumárraga nada más anota que menos mal que sólo querían
que lloraran para que propiciaran lluvia si además querían con truenos imagínate;
en el año 1212 un Papa decidió hacer una ofensiva que se llamó La cruzada de
los niños, que consistía en mandar a
tierra santa un montón de chamacos cristianos porque ante la influencia de su
bondad y su pureza los musulmanes se iban a convertir al catolicismo e iban a
entregar a los cristianos la ciudad de Jerusalén. Sobra decir que esta ofensiva
fue la que logró matar más musulmanes pero de risa porque los niños que no
fueron muertos terminaron convirtiéndose al islam para alivianarse; Enrique I,
rey de Francia, casó a su hijo de tres meses con la princesa Juniberta de
Inglaterra a la que llevó un contrato matrimonial con todo y su hijo cuando la
niña festejó sus dos años, el niño de Enrique I tuvo su boda y su bautizo al
mismo tiempo, por supuesto para celebrar esta boda no se corrieron las
amonestaciones ni las pláticas matrimoniales, ni ninguna de las cosas que la
iglesia nos acostumbra cuando llegamos a ese tipo de trámite y se dijo que si
alguien tenía alguna objeción para que esta boda se realice que hable o que le
ponga el chupón para siempre. Con este enlace matrimonial Enrique I sólo
aseguró que su hijo fuera envenenado a los diez años de edad por su mujer, la
cual no soportó que su marido agarrara la cabeza de sus muñecas para jugar
futbol; en el siglo XV, Sulimán el Magnífico, sultán de Estambul y príncipe de
los creyentes poseía el harén con más mujeres en el mundo, quinientas mujeres
atendían su serrallo personal con diario entusiasmo, de ahí que se le llamara
el Magnífico, para evitar tener hijos con tantas concubinas y que pudieran
llegar a echar a perder el linaje real decide estrangularlas después de hacer
el amor con ellas, era como el método anticonceptivo del Suleyman; James Watt,
inventor de la locomotora de vapor, que dio su origen al transporte de
combustión y con ello al inicio de la Revolución Industrial en forma, en
realidad quería usar su máquina de vapor para limpiarles el pañal a los niños,
ya ves que los niños cuando se ensucian hay que limpiarlos y ¿por qué no los
echamos en esta cosa y ya salen limpios? Afortunadamente, su esposa le dijo que
por qué no le ponía ruedas a su máquina y dejas a los niños en paz, y con esto
se logró un gran avance para la humanidad y que sobrevivieran los hijos del
matrimonio Watt. Es que es cierto, mientras que una mujer piensa en arropar a
un bebé para quitarle el frío, nosotros pensamos en meterlo al microondas para
lo mismo, sí somos más prácticos pero no más eficaces, ésa es la diferencia.
Bendito sea Dios que tenemos a las mujeres a nuestro lado porque cuando en
verdad tienes a una mujer a tu lado para apoyarte, porque además es una cosa
que no pueden evitar las mujeres, y siempre, cualquiera que haya convivido con
una, te dirá de manera directa o sutil lo baboso que eres, ninguna se lo puede
evitar y no lo hacen de mala fe, tratan de corregirnos y cuando tienes a una
que lo diga a tu lado te salva la vida.
J.B.- Todo eso para la maternidad, ¿pero a ti
cómo te ha ido como papá?
A.G.- Jijo, como dejas de dormir cuando por
primera vez fui papá me di cuenta lo que eran las desveladas y lo que yo
conocía como mis reventones de soltero no es nada comparado a lo que te ocurre
cuando tienes un chamaco y también me di cuenta que la primera semana es de
terror absoluto, como al mes que ya te das cuenta que no te vas a morir porque
dejes de dormir tu cuerpo se compensa y vives como un eterno jet lag, como una
diferencia de horarios de que siempre como que en otro lado del mundo es como
tu horario para dormir pero ahí sigues. Pero también te das cuenta de que no vas
a volver a dormir, ahorita porque lloran y están chiquitos y después porque son
las tres de la mañana y no sabes dónde andan. Tiene una gran recompensa porque
como tu esperanza de vida son 73 años yo ya dije, a los 75 que se joda que lo
haga como pueda. También debes poner tus límites, yo claramente se lo dije a mi
esposa que tengo que dormir diario mi hora y media, seguro, diario, no me
importa lo que pase pero hora y media ya cuando pones tus límites todo se
arregla.
J.B.- En esta época, en el siglo XXI, qué
significa ser hombre
A.G.- Significa que todos los privilegios que
tenía el antiguo régimen los hemos perdido porque ahora todos somos pobres y
está bien visto que saques tu lado femenino y hagas tus roles de todas las
cosas que antes hacía la mujer. Y significa también que perdimos todos los
privilegios, sumamos un chorro de responsabilidades pero que tenemos que estar
muy contentos de eso.
J.B.- ¿En alguna película o libro te has visto
retratado?
A.G.- Sí, en After
hours (Martin Scorsese, 1985), es la historia de mi vida, a las carreras,
tratando de seguir a una muchacha te pasa de todo.
J.B.- ¿Tienes algún mensaje que darles a los
hombres?
A.G.- Sí, una frase de Jardiel Poncela que dice
que un hombre se vuelve feminista cuando ya no sabe cómo llamar la atención de
las mujeres y las mujeres se vuelven feministas cuando ya no saben cómo llamar
la atención de un hombre. Otra, a favor de ellas para que no piensen que es
discurso misógino, las mujeres en general se quejan de que para que se les
reconozca lo que hacen, cualquier actividad, tienen que hacerla el doble de
bien de lo que la hace un hombre, esforzándose tres veces más que un hombre
para que se les reconozca sólo la mitad. Eso es cierto, pero también es cierto
que eso no les cuesta ningún trabajo, la verdad son mucho mejores que nosotros,
hacer eso es sencillísimo para ellas, entonces no se quejen, estamos iguales.
JB.- ¿Se te puede acusar de misógino-feminista?
A.G.- No sé todavía, podría ser misógino
feminista o a lo mejor es que así somos los hombres de ahora: misóginos
feministas; el hombre del siglo XXI es así, como Dalí decía que era anarquista
monárquico. Me consideraría así monárquico porque yo siempre le he tenido mucho
cariño y mucha voluntad a las cosas que son absurdas, como la monarquía que es
una cosa bien estúpida.
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