miércoles, 18 de julio de 2012

Siempre le he tenido cariño a las cosas absurdas


(Entrevista con Antonio Garci, para la serie Entre hombres sin vergüenzas de Radio Educación)


José Antonio Garci Nieto, mejor conocido como Antonio Garci, nació en México, D.F., el 4 de octubre de 1967. Estudió diseño gráfico y la maestría en historia del arte, en la UNAM. En 1994 recibió el recibió el Premio de Revelación Juvenil, otorgado por la Sociedad Mexicana de Caricaturistas y en 1995 el Premio Nacional de Periodismo por su tira “El Licenciado” que aparece semanalmente en el periódico El Financiero. Ha colaborado en El Día, El Güiri Güiri, Teleguía, Casa del Tiempo, Metrópoli, Rhumor y Lapiztola.

En televisión participó como panelista de la serie La Casa de los Muchachos con Jorge Saldaña, y como guionista en diversos proyectos de comedia como Hechos de Peluche y El Baño. Ha colaborado con comediantes tan reconocidos como Andrés Bustamante y Eugenio Derbez. También ha sido guionista de las películas de dibujos animados La leyenda de la Nahuala y Nicté.
Ha publicado los libros Sex Zoo, Historias infames, El huevo y quien lo puso, Por qué las mujeres aman a los pendejos (Diana, 2008), Etiqueta para pendejos, un manual de supervivencia (Diana, 2009), Pendejadas célebres en la historia de México (Diana, 2010), Más pendejadas célebres en la historia de México (Diana, 2011), La pendejísima historia de las elecciones en México (Diana, 2012). En la actualidad está trabajando en la Enciclopedia de las pendejadas, que es una recopilación de sus libros anteriores.
A simple vista Antonio Garci es un tipo de lentes, silencioso y tímido; pero sin duda es una de esas personas que lleva la música por dentro. Un humorista que puede trasladar sus ideas a la imagen o a la palabra. Garci es como un mago que presenta sus trucos en un circo de tres pistas. En una reunión de guionistas que preparaban un programa de televisión, yo vi cómo entre chiste y chiste del grupo, Garci podía concentrarse para dibujar su cartón de “El Licenciado” y enviarlo por internet al periódico. Cuando en víspera de las elecciones se enteró que se iba a casar Eugenio Derbez, escribió en su twiter: “El PREP dará los primeros resultados en la prueba de embarazo de la esposa de Derbez”. 
Esta entrevista la hicimos en un hospital, mientras Garci esperaba su turno para donarle sangre a un compañero caricaturista. Llevaba en la mano La vida de las termitas (1927) de Mauirice Maeterlinck, autor de El pájaro azul y La inteligencia de las flores. Me recomendó otros dos libros sobre la vida de las abejas y las hormigas, de este gran autor. Pensé que de no haber sido humorista, Garci hubiera sido entomólogo, y que quizá la misma curiosidad que sentía por la vida de los insectos, la proyectaba en la sociedad humana.
Jorge Borja.- ¿Cómo fue que empezaste a interesarte en la caricatura?
Antonio Garci.- Yo, desde chavito. Yo digo que todos los que hacemos esto nacemos caricaturistas, después nos hacemos o nos deshacemos. Era el clásico que le hacía monitos al maestro o le hacía las caricaturas al compañero de al lado y a la sangrona del salón y así empezamos todos, todos mis cuadernos estaban garabateados con monos y por eso siempre mandaban llamar a mis papás porque decían que todo lo llenaba de monitos y que en qué iba a acabar. Y efectivamente acabé de caricaturista, la verdad yo nunca quise ser otra cosa, en el fondo de mi corazón siempre quise ser caricaturista, tampoco tenía idea de lo que era, por eso supongo que quería ser caricaturista. Y como empecé a publicar muy joven, a los 16 años publiqué mi primera caricatura en El Día, antes de llegar a la universidad yo estudié Comunicación Gráfica que era una cosa análoga a lo que yo buscaba, ya llegué como que caricaturista; entonces pasé de la ventana a la calle y fue una transición muy suave, y además en una época en la que yo no me daba cuenta de lo que estaba haciendo, ahora menos pero en esa época tenía por lo menos la coartada de que era joven y por eso no sabía, entonces ya era caricaturista. Hay otras historias que he conocido de gente que ha tenido otras circunstancias y llegaron a volverse caricaturistas de otra manera y fue como difícil meterse, yo ni me di cuenta cuando ya estaba inserto, afortunadamente, en la vorágine de eso. Luego me pasó que terminé la carrera de Diseño, e hice diseño normal pero como el diseño es anónimo no me ubicaba la gente por la chamba de diseño y en cambio la caricatura es de autor, y con el tiempo me empezaron a llamar por encargos de trabajo, entre vocación y necesidad de mercado, que era por lo que me llamaban, que terminé dedicándome mucho más a eso que al diseño y es por lo que la gente me reconoce, aunque sigo haciendo diseño nadie sabe que ese empaque es mío o tal botella.
J.B.- Oye pero aparte de caricaturista, aunque se supone que todos ellos tienen  un gran sentido del humor, tú también eres reconocido por tus trabajos en televisión. ¿Cómo fue que, más allá de la sátira política, luego te encontraste haciendo guión?
A.G.- Eso es culpa de Andrés Bustamante, yo no sabía que era guionista ni que escribía cosas, pero Andrés tenía en el Hijo del Cuervo un espectáculo que se llamaba “El gabinete del doctor Güiri Güiri” y en ese entonces tenía El hijo del Cuervo una galería y yo hice una exposición que se llamó “La tecno-ilógica” de inventos que no servían para absolutamente nada y Andrés tenía el show en el cuarto de al lado y entonces un día Andrés llegó para dar la función y se metió a la galería y resultó que dos de los inventos que yo tenía en mi exposición eran exactamente los mismos que él tenía en su show, eran tres huevos que ya venían con tocino, otros al gusto y otros que venían ya cocinados con cátsup y una barredora manual, que era una cosa con polea que tenía escoba de un lado y recogedor del otro, entonces tú movías la polea del círculo y te iba metiendo la basura, tenía sus rueditas, unas luces de halógeno, una babosada; y Andrés me buscó porque él iba a sacar su primer programa del Güiri Güiri en Imevisión y que necesitaba guionistas, yo le dije que nunca había hecho un guión y él me dijo que nunca había hecho un programa y que estábamos parejos. En realidad él mintió porque sí, ya había hecho varios programas, había sido productor pero ahora traía la faceta de su propio programa y me jaló a la leva de la tele y aguanté porque ésa es la diferencia en realidad porque la tele y muchos medios son así, que reclutan y reclutan y reclutan y los que aguantan el paso son los que terminan haciendo el oficio y a mí me pasó eso. Desde entonces que es del 88, llevo trabajando con Andrés hasta la fecha, siempre, siempre en todos los proyectos y eso es como de mis orgullos. Después como que me han jalado en el mundito de los que hacen humor y comedia, que es muy pequeño, todos nos conocemos, de guionistas de comedia si hay 25 son muchos y también como no hay 25 programas somos muchos para lo que hay. Ya me han jalado a varias cosas, he estado en Los Hechos de peluche desde el principio, entre muchos, porque son proyectos de muchas personas, pero a mí me tocaba parte de esa chamba, y estaba en proyectos de humor de varios programas. Le escribí a Derbez sus primeros guiones, 18 programas cuando era Al derecho y al Derbez, por cierto, jamás me pagó, es parte de su modus operandi y yo creo que vamos a hacer una convención de damnificados de Derbez, ya somos como para una convención que llene el Estadio Azteca.

Somos rehenes de los políticos

J.B.- Ahora cuéntame de tu trabajo en los periódicos, de este gran personaje que es “El Licenciado”, ¿fue por él o por tu trabajo como caricaturista que te ganaste el Premio Nacional de Periodismo?
A.G.- El premio fue en el 95, fue el primer premio que entregó Zedillo y fue muy chistoso porque le hablé a un amigo, del que tomé al licenciado, era un encargo, querían que hiciera un político mexicano que comentara para tira cómica, en fin. Esa idea se le había ocurrido al director del periódico y me echó a andar ese encargo, y como yo no conocía a ningún político, al único que conocía era un cuate que había ido a la casa de los muchachos, que había nacido priísta, tenía un cromosoma priísta, ya nació así él, y quería ser político, presidente de la república y de la nada porque sus papás tenían como tiendas en Cuernavaca y no tenía la familia ningún nexo con ese mundo y veían con temor que su hijo tuviera esa vocación, y nada el cuate se llama Sabino Bastida y llegó a buenos niveles en el PRI, además de picar piedras, o sea comenzar desde abajo. Entonces yo dije El Licenciado debe ser como Sabino porque era mi único modelo, tiene como su cara. Le hablé a Sabino, que en ese entonces ya tenía un puesto en el CEN del PRI para decirle, además estaba chavísimo porque ese medio es medio caníbal entonces llegas, sobrevives, pasas así, te vas a la muerte súbita como en el tenis en el siguiente raquetazo, y le dije que estaba bien nervioso porque voy a ver al presidente y jamás he visto un presidente en mi vida y me dijo “nomás no te preocupes, lo peor que te puede pasar es que te caigas” y efectivamente, eso fue lo que me pasó. Habían hecho un podio entonces tenías que subir para ver a los tlatoanis, llegabas hasta arriba de lo que era cosa como de dos metros e iba saludando, tenían una mesa larga, vas saludando a todos, al presidente, a los miembros del jurado, iba yo agarrando de mano en mano y de repente se me acabó la tribuna porque llegué hasta el último y seguí avanzando, no me di cuenta de que ya se había acabado y mocos. Además había cámaras y toda la cosa y como en esa época no había bloopers, por lo menos bloopers cuando hubiera presidentes entonces no salieron esos videos hasta la náusea, de mi caída.
J.B.- ¿Ya sabías que te ibas a ganar ese premio?
A.G.- No, fue una sorpresa porque yo incluso ni mandé mi trabajo, un buen amigo caricaturista, Luis Carreño, lo echó a andar, vio que tenía méritos y lo metió y no me dijo nada porque igual no pasaba nada y cuando me enteré fue súper, doble sorpresa.  Además fue padrísimo porque el día que me enteré que me había ganado el premio tenía veinte pesos en la bolsa, entonces fue providencial.
J.B.- ¿Fue difícil agarrar a los personajes de los políticos como caricatura?
A.G.- Mira, te diría que es al contrario, es difícil que los políticos te suelten, en México somos como rehenes de los políticos, no hay caricaturista que no tenga qué hablar de los políticos en México. Y no es que esté mal, que a todo dar que nos burlemos, que hagamos sátira, pero a ver dime el platillo que más te gusta comer.
J.B.- Enchiladas.
A.G.- Imagínate que toda tu vida en la mañana, en la tarde, en la noche comieras solamente enchiladas, eso es lo que nos pasa a los caricaturistas. Entonces cuando tienes chance de hacer humor de otras cosas es lo que más agradezco, cuando tengo oportunidad de publicar cosas que no son de política.

Si no fuera por la mujer seríamos primates

J.B.- ¿Cómo alrededor de la caricatura, del guionismo, te fuiste convirtiendo en hombre?
A.G.- Pues mira, ya lo investigué porque antes no sabía pero al parecer son unas glándulas que se llaman gónadas, entonces tú te duermes cuando eres chiquito y despiertas un poco más grande y con unas transformaciones. Y un día te encuentras que ya tienes pelos donde antes no tenías pelos y después sigues creciendo y te das cuenta que ya no tienes pelo donde antes tenías pelo y todo eso tiene que ver con ésa glándula. En realidad, como pasa cuando estás dormido no te das cuenta, siempre amaneces ya eres un poco más hombre, un poco más hombre, inevitablemente.
J.B.- ¿Y pasaste por algún rito de iniciación para convertirte en hombre?...
A.G.- ¿Rito de iniciación masculina? Desde luego, hay sólo dos cosas de las que proviene todo, todo lo que yo he aprendido de la vida que es el reverso de las cajas de cereales y el servicio militar. El servicio militar es la experiencia más masculina que se puede vivir en cualquier lado porque primero, es obligatorio y después es sólo para hombres, de ahí fue una de las pruebas de que las mujeres nos llevan una enorme ventaja en inteligencia y en cálculos de cómo desarrollarse en la vida. Ahora, nosotros lo tenemos de caricatura porque son seis meses de ir a que te grite un sargento y en otros países son tres años y además te llevan a Siberia, te la pasas realmente mal. Es como secuestrado pero en un campo de tortura del Viet Cong y esa es como mi experiencia más relevante, me tocó en la infantería de marina, e iba regularmente todos los sábados a que me insultaran y que me dijeran que querían conocer a mi hermana y a mi mamá y todos los sábados a decirle “sí, sargento”, “lo que usted diga, sargento”, “estoy de acuerdo, sargento”, además lo tenías que hacer con convicción porque si no veían que eras sincero en que realmente querías que se ensartaran a tu hermana y todo esto pues te ponían a hacer más abdominales. Y fuera de esto también plantar arbolitos, que fue como lo más lindo del servicio militar porque como a los perritos te dejaban ir a hacer pipí en los arbolitos, era como un momento de libertad salvaje. Ése fue uno de los ritos iniciatorios de mi masculinidad más destacados.
J.B.- Por ahí dicen que generalmente las mujeres son las que nos hacen hombres; primero las madre, las hermanas y luego las parejas. ¿A ti también te han hecho hombre las mujeres?
A.G.- Desde luego todos los hombres somos hechura de la mujer, y además es importante porque además no podríamos encontrar pareja, somos muy, muy salvajes, somos en verdad unos animalitos del bosque y si no fuera por la influencia civilizadora de la mujer seguiríamos colgados de las ramas como los primates que somos. De hecho, es muy probable que ahí en la oscuridad de su casa, su pareja femenina esté con toda paciencia, tenacidad y fervor tratando de civilizarlos y de lograr que orinen dentro del escusado y no afuera, como es la costubre masculina más acendrada. Es totalmente cierto, y qué bueno que lo hacen porque sino no sé qué tipo de changos seguiríamos siendo.
J.B.- Alguna vez has perdido el control por este salvajismo masculino, ¿le has querido pegar a una mujer por esa violencia que le es inherente a los hombres?
A.G.- Le he querido pegar la gripe y unas infecciones en la garganta con unos besotes pero no se puede, mi experiencia es que no, tienes que rogarles y ni así a veces, en todo caso sí lo he intentado, nunca me he rajado de intentarlo.
J. B.- ¿Alguna mujer te ha agredido, ha intentado pegarte o lastimarte de otra manera, psicológicamente, por ejemplo?
A.G.- Sí, todas las que me dicen que no me han traumando psicológicamente y yo quiero aprovechar este espacio para denunciar a todas esas malas mujeres que me convirtieron en un asesino serial de hormigas o alguna otra cosa que pudo haber acabado muy mal y yo digo que es crueldad innecesaria y sobre eso fíjate, nadie dice nada, nadie se queja. Dicen “ay, ya viste a ése hombre que le estuvo chiflando, que le  estuvo gritando mamacita”, pero cuando te acercas y le dices “disculpe usted, no pude evitar notarla y me preguntaba que si no le gustaría ir a buscar setas atrás del sofá conmigo”, y te dicen no. No saben, no saben qué daño.
J.B.- ¿Cerdo machista?
A.G.- No, hasta eso como siempre me acerco muy educado a decir las mismas guarradas pero con cierta decencia se desconciertan, no saben si es albur, es como cuando no entienden el albur, ésa es la expresión.
J.B.- ¿Tú crees que el macho es un animal en extinción?
A.G.- Sí, no sólo eso, ahora los machos son de clóset, ya no puedes decir que eres macho porque es absolutamente mal visto y la gente se retira, levantan la canasta,  no falta alguna feminista que llame a tu casa para insultarte. Sí, ya, eso se acabó, toda esa época hermosa de modelos masculinos del cine de oro ya no. Ya no me puedo imaginar que un hombre en su sano juicio crea que a una mujer le va a gustar que llegues borracho a su casa a cantarle y a disparar o a bailar en el caballo. Si nadie decía nada era porque estaban aterradas, por eso parecía que les gustaba. Toda esa época la veo en blanco y negro con la música de Tata Nacho por detrás, fotografía de Gabriel Figueroa y un hombre a cuadro que dice “Qué bonita palomita, lástima que tenga gavilán”, ya no puedes decir eso porque ahora es gavilán o paloma.
J.B.- ¿Entonces ahora en qué modelos masculinos nos podemos inspirar los hombres?
A.G.- En este momento para mí, el modelo de masculinidad más claro es Ana Gabriela Guevara, si yo tuviera el cuerpo de Ana Gabriela Guevara no sabes qué pegue tendría con la viejas, pero ahorita parezco Twinky Wonder, además de fresa.

Las mujeres aman a los pendejos

J.B.- Sin embargo en uno de tus libros afirmas que “las mujeres aman a los pendejos…”, ¿lo dices en serio?
A.G.- Es la historia de nuestra vida, desde luego recordarás que siempre que has visto a un cuate en un carrazo del brazo de una vieja de calendario dice “¡Pero cómo, cómo puede andar esa vieja con ése pendejo”. Cualquier puesto más o menos importante que haya todos, todos coincidimos en que cómo se lo pudieron dar “a ése pendejo”, y eso lo puedes ver claro en la dirección técnica de la Selección Nacional que todos lo podemos hacer mejor y en la presidencia de la República, donde todos lo podemos hacer mejor y ya que llegó Fox al poder se demostró que por supuesto que sí, que no eran nada más habladas. Yo lo hubiera hecho mejor, tú también, todos. Mira, sí, desde luego es una ley universal aunque claro, tiene su percepción compensatoria del fenómeno, porque es un fenómeno universal pero el que llega a ser presidente de la República, o director técnico de la Selección Nacional o anda con esa vieja, generalmente piensa de todos nosotros que somos unos  “pobres pendejos”. En realidad ahí te das cuenta del fenómeno, en realidad todos somos pendejos depende de dónde te ubiques, desde la perspectiva que tienes es cómo lo aprecias, y la verdad esa igualdad, esa universalidad es la única condición de igualdad social que lograron hacer los países socialistas; para todos sus ciudadanos es lo único que les pudieron ofrecer que de verdad eran iguales.
J.B.- ¿Para hombres y mujeres?
A. G.- No, sólo para los hombres, las mujeres no son pendejas, no pueden, es un problema de cromosomas, no está dado en ellas. Las mujeres son rencorosas, celosas, envidiosas, perversas pero pendejas no, eso no les cabe. Ese adjetivo es masculino, cuando lo usan en femenino está mal aplicado.
J.B.- Ahí en tu libro, comentas varios terrenos en que ha ido perdiendo la masculinidad, pero parece que este balance es favorable a la especie en aspectos como el por qué los hombres no deben tener hijos…
A.G.- Esa es una gran verdad, la gente se ha preguntado por qué las mujeres son las que tienen hijos, y es que si no fueran ellas, la especie ya se hubiera extinguido. Los hombres, además de que no tenemos los órganos que lo permiten, otra razón para decir que la naturaleza es sabia, si nos lo hubiera dado a nosotros no nos habrían durado ni dos semanas los críos. La naturaleza en su infinita sabiduría sabe dónde pone las cosas y por qué. Mira, aquí van unos ejemplos históricos de lo que hicieron los hombres cuando dejan a su cuidado a los chamacos: Gengis Kahn solía poner a sus hijos agarrados a las ancas de sus caballos mientras cabalgaba para formarlos como verdaderos jinetes mongoles, sobra decir que no le sobrevivió ningún hijo y al final su imperio pasó a manos de un sobrino que nunca montó porque tenía hemorroides; en la Biblia nos cuentan que Isaac llevó a Abraham al monte para sacrificarlo porque Dios le pidió que lo hiciera como prueba de amor y de fe, si se lo hubiera pedido a la esposa ella se vuelve atea y hasta ahí llegó el último capítulo del Antiguo Testamento, al carajo pues cómo le pides eso, una mujer sí piensa, ellas sí piensan; después, la leyenda dice que Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba y construyeron Roma, es evidente que esta historia fue hecha por una mujer para que fuera ejemplar, si lo hubiera hecho un hombre a Rómulo y Remo los hubiera amamantado una zorra y hubieran construido la ciudad de Las Vegas; la leyenda dice que Guillermo Tell usó la cabeza de su propio hijo, escúchenlo bien, de su propio hijo para poner una maldita manzana y jugar al tiro al blanco, lo que historia no cuenta es que cuando se enteró la mamá de donde había colocado la manzana Guillermo en ese momento lo mató; los antiguos sacerdotes aztecas solían castigar a los niños que iban a sacrificar al dios Tláloc y lo hacían llorar porque entre más lloraran más agua les iba a dar el dios, no sólo los iban a matar sino que antes de matarlos les iban a poner unas torturas aztecas, ya ese extremo ya es mucho y fray Juan de Zumárraga nada más anota que menos mal que sólo querían que lloraran para que propiciaran lluvia si además querían con truenos imagínate; en el año 1212 un Papa decidió hacer una ofensiva que se llamó La cruzada de los niños, que consistía en  mandar a tierra santa un montón de chamacos cristianos porque ante la influencia de su bondad y su pureza los musulmanes se iban a convertir al catolicismo e iban a entregar a los cristianos la ciudad de Jerusalén. Sobra decir que esta ofensiva fue la que logró matar más musulmanes pero de risa porque los niños que no fueron muertos terminaron convirtiéndose al islam para alivianarse; Enrique I, rey de Francia, casó a su hijo de tres meses con la princesa Juniberta de Inglaterra a la que llevó un contrato matrimonial con todo y su hijo cuando la niña festejó sus dos años, el niño de Enrique I tuvo su boda y su bautizo al mismo tiempo, por supuesto para celebrar esta boda no se corrieron las amonestaciones ni las pláticas matrimoniales, ni ninguna de las cosas que la iglesia nos acostumbra cuando llegamos a ese tipo de trámite y se dijo que si alguien tenía alguna objeción para que esta boda se realice que hable o que le ponga el chupón para siempre. Con este enlace matrimonial Enrique I sólo aseguró que su hijo fuera envenenado a los diez años de edad por su mujer, la cual no soportó que su marido agarrara la cabeza de sus muñecas para jugar futbol; en el siglo XV, Sulimán el Magnífico, sultán de Estambul y príncipe de los creyentes poseía el harén con más mujeres en el mundo, quinientas mujeres atendían su serrallo personal con diario entusiasmo, de ahí que se le llamara el Magnífico, para evitar tener hijos con tantas concubinas y que pudieran llegar a echar a perder el linaje real decide estrangularlas después de hacer el amor con ellas, era como el método anticonceptivo del Suleyman; James Watt, inventor de la locomotora de vapor, que dio su origen al transporte de combustión y con ello al inicio de la Revolución Industrial en forma, en realidad quería usar su máquina de vapor para limpiarles el pañal a los niños, ya ves que los niños cuando se ensucian hay que limpiarlos y ¿por qué no los echamos en esta cosa y ya salen limpios? Afortunadamente, su esposa le dijo que por qué no le ponía ruedas a su máquina y dejas a los niños en paz, y con esto se logró un gran avance para la humanidad y que sobrevivieran los hijos del matrimonio Watt. Es que es cierto, mientras que una mujer piensa en arropar a un bebé para quitarle el frío, nosotros pensamos en meterlo al microondas para lo mismo, sí somos más prácticos pero no más eficaces, ésa es la diferencia. Bendito sea Dios que tenemos a las mujeres a nuestro lado porque cuando en verdad tienes a una mujer a tu lado para apoyarte, porque además es una cosa que no pueden evitar las mujeres, y siempre, cualquiera que haya convivido con una, te dirá de manera directa o sutil lo baboso que eres, ninguna se lo puede evitar y no lo hacen de mala fe, tratan de corregirnos y cuando tienes a una que lo diga a tu lado te salva la vida.
J.B.- Todo eso para la maternidad, ¿pero a ti cómo te ha ido como papá?
A.G.- Jijo, como dejas de dormir cuando por primera vez fui papá me di cuenta lo que eran las desveladas y lo que yo conocía como mis reventones de soltero no es nada comparado a lo que te ocurre cuando tienes un chamaco y también me di cuenta que la primera semana es de terror absoluto, como al mes que ya te das cuenta que no te vas a morir porque dejes de dormir tu cuerpo se compensa y vives como un eterno jet lag, como una diferencia de horarios de que siempre como que en otro lado del mundo es como tu horario para dormir pero ahí sigues. Pero también te das cuenta de que no vas a volver a dormir, ahorita porque lloran y están chiquitos y después porque son las tres de la mañana y no sabes dónde andan. Tiene una gran recompensa porque como tu esperanza de vida son 73 años yo ya dije, a los 75 que se joda que lo haga como pueda. También debes poner tus límites, yo claramente se lo dije a mi esposa que tengo que dormir diario mi hora y media, seguro, diario, no me importa lo que pase pero hora y media ya cuando pones tus límites todo se arregla.
J.B.- En esta época, en el siglo XXI, qué significa ser hombre
A.G.- Significa que todos los privilegios que tenía el antiguo régimen los hemos perdido porque ahora todos somos pobres y está bien visto que saques tu lado femenino y hagas tus roles de todas las cosas que antes hacía la mujer. Y significa también que perdimos todos los privilegios, sumamos un chorro de responsabilidades pero que tenemos que estar muy contentos de eso.
J.B.- ¿En alguna película o libro te has visto retratado?
A.G.- Sí, en After hours (Martin Scorsese, 1985), es la historia de mi vida, a las carreras, tratando de seguir a una muchacha te pasa de todo.
J.B.- ¿Tienes algún mensaje que darles a los hombres?   
A.G.- Sí, una frase de Jardiel Poncela que dice que un hombre se vuelve feminista cuando ya no sabe cómo llamar la atención de las mujeres y las mujeres se vuelven feministas cuando ya no saben cómo llamar la atención de un hombre. Otra, a favor de ellas para que no piensen que es discurso misógino, las mujeres en general se quejan de que para que se les reconozca lo que hacen, cualquier actividad, tienen que hacerla el doble de bien de lo que la hace un hombre, esforzándose tres veces más que un hombre para que se les reconozca sólo la mitad. Eso es cierto, pero también es cierto que eso no les cuesta ningún trabajo, la verdad son mucho mejores que nosotros, hacer eso es sencillísimo para ellas, entonces no se quejen, estamos iguales.
JB.- ¿Se te puede acusar de misógino-feminista?
A.G.- No sé todavía, podría ser misógino feminista o a lo mejor es que así somos los hombres de ahora: misóginos feministas; el hombre del siglo XXI es así, como Dalí decía que era anarquista monárquico. Me consideraría así monárquico porque yo siempre le he tenido mucho cariño y mucha voluntad a las cosas que son absurdas, como la monarquía que es una cosa bien estúpida.                                                                                                              

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