martes, 16 de junio de 2009

Los cinco malditos minutos de Charles Bukowski

Tiene la derrota una dignidad que la ruinosa victoria no conoce.” Jorge Luis Borges.

Uno

El 16 de agosto de 1920 , nació en Andernach, Alemania, el primer y único hijo del soldado norteamericano Henry Bukowski y de la alemana Katherine Fett: Charles Henry Bukowski. Quién podría imaginar que el angelito rubio e inmaculado que aparece en la foto familiar, fuera el niño peleonero y sarcástico que fue. Quién podría adivinar tras esa sonrosada carita, el perfil del monstruoso adolescente en que lo convirtió el acné. Quién iba a pensar que este niño tierno y obediente, una noche de borrachera iba a cobrarse todas las palizas que le dieron, con un fulminante derechazo. “¡Le has pegado a tu padre! ¡Dios mío!, ¿cómo has podido hacer eso?”, le dijo su madre antes de echarlo de la casa. ¿La maldición de sus padres lo convirtió en escritor? ¿O llegó, como tantos otros, por la vía de la frustración y del fracaso?


Dos
Charles Bukowski fue sucesiva y a veces simultáneamente el empleadito de tienda, el melómano desempleado, el agente viajero, el apostador empedernido, el cartero insatisfecho, la mosca de bar y el orgulloso derrotado...
Desde muy joven comprendió que lo único que la gente quería escuchar eran mentiras piadosas y por eso se puso a escribir verdades pesadas como piedras para arrojarlas en la cara de quienes creen que escribir literatura es como cazar mariposas y no como un duelo a muerte.

Su estética fue forjada en el desdén por el éxito. En la conducta de sus personajes reflejó su propio desprecio pero también su inagotable humor. En un mundo de triunfadores imbéciles prefirió estar del lado de los derrotados porque entendió que “al final, la historia nos jode a todos”.

Tres

En octubre de 1960, recién atravesado el umbral de los cuarenta años, Hank Bukowski vio publicado su primer libro. El poemario Flower, Fist and Bestial Wail. En la carta de agradecimiento que envió a su editor, dijo: “Voy a enviar copias por correo a algunas personas que creen que estoy vivo”. Esa era su mayor preocupación: demostrar que estaba vivo para ametrallar con poemas y cartas a sus lectores y amigos. Gracias a los poemas se dio a conocer a través de una docena de revistas marginales. Su expresión desenfadada y directa lo convirtió de inmediato en objeto de culto. Sin saber cómo, se hizo de un público lector que lo apoyó y difundió como a ningún otro de sus colegas, durante sus más de treinta libros. Hank nunca perteneció a ningún cenáculo cultural pero su carácter exhibicionista y su imagen de “maldito” le granjearon más lectores que ningún premio literario. Sus opiniones y su pasión por el alcohol, al que definía como “una de las grandes cosas que existen en la Tierra”, quizá impidieron apreciar la verdadera dimensión de su obra. Sin embargo sería imposible entenderlo como persona lejos de sus compulsiones. Como el mismo Hank lo declaró en alguna ocasión: “Para mucha gente el alcohol es destructivo. Para mí no. Todo mi trabajo creativo lo hago borracho. Inclusive me sirve para el trato con las mujeres porque siempre fui reticente para hacer el amor, así que alcoholizado me siento más libre sexualmente. Es un alivio porque básicamente soy una persona tímida, reservada, y el alcohol me permite ser un héroe que anda por el tiempo y el espacio haciendo cosas atrevidas”.

Cuatro

Estimado por el uso de un lenguaje brutalmente preciso y por la paciente construcción de su leyenda, Charles Bukowski fue algo más que un “borracho genial”. El constante ejercicio de su estilo y la reiterada corrección de sus textos lo hicieron un narrador prolífico y certero. Solamente de esa y de ninguna otra manera puede entenderse el magnífico acabado de cuentos como “Los asesinos” o “El hombre malo”. Asimismo su voluntad de crear una expresión desnuda y contundente le llevó a ser un verdadero francotirador de la poesía.

De la literatura de Bukowski se puede afirmar, como dice Ernesto Sábato, que en la dialéctica entre la vida y el arte, entre la verdad y el artificio que representa toda obra, Hank está del lado de los bárbaros que “entran a caballo, con sus lanzas ensangrentadas en los salones donde los marqueses empolvados bailan el minué”.

Cinco

El jueves 10 de marzo de 1994, a los 73 años de edad (tiempo más que suficiente para quien sólo pedía cinco minutos más en uno de sus poemas) murió el mitómano, megalómano, misógino y dipsómano Charles Bukowski. Es posible imaginarlo en su lecho de agonía saludando a la Parca con las mismas palabras que otro escritor y bebedor, Renato Leduc, escribiera:

“Un día llegara la muerte
a mi casa paupérrima y sombría,
chinga tu madre, me complace verte
le diré con mi fina cortesía”.

Después de todo, morirse no es más que un breve accidente en la existencia de un gran escritor. Y aunque este año se cumplan 15 de la desaparición física de Bukowski, mientras haya lectores y bebedores (¡ebrios de alcohol o de poesía!) habrá Henry Chinaski para rato. Salud.

2 comentarios:

  1. Acabas de ganar un nuevo lector de tu blog, saludos y sigue publicando.

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  2. Salud, querido compadre. Es hermoso lo que dijiste del inefable Chinaski. Prefiramos ser los orgullosos derrotados que la cagada que tiene por paradigma al Pelele, por ejemplo. Salud, compadrito.

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