La poesía es una subversión del lenguaje. El discurso poético −ritmos e imágenes que expresan emociones y sensaciones− va contra los siglos de racionalismo y lógica con que se ha construido la modernidad de Occidente. Sin embargo, en la fuerza de su concisión, la poesía a veces se atraviesa con el aforismo o con la sentencia filosófica. La paradoja resulta de que en el sinsentido del verso donde regularmente predomina la música, como en una especie de scat, a veces se encuentran verdades brillantes y pulidas como piedras de río.
Algo semejante sucede en los versos y prosas de Así hablaba Zaratuxtla, de Amílcar Zúñiga. En sus páginas el lector encuentra un borbotón de palabras, un remolino y una desbandada que en su articulación, en su confrontación, construyen su sentido; como la lluvia que bajando de las montañas se vuelve caudal. A veces son gritos o imprecaciones que celebran el tropel de la sangre por las venas o cantos de aves fascinadas por la luz.
Con la voz del profeta que va nombrando al mundo y su devenir, Amílcar Zúñiga intenta un viaje al origen, con voluntad de follaje y con sabiduría de raíz. Como dice el propio Nietzche: “Cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más fuertemente tienden sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo.”
Lo hace de diversas maneras, con verso libre, con poema en prosa, con prosema, con poema narrativo o con narración directa, alegórica y plena de humor. El espíritu de su expresión adquiere distintas formas para hablar de la naturaleza y de la política, para mezclar el mito con la ciencia ficción. En sus palabras hay un regusto por el trópico, por el cielo de la selva y la montaña surcado por drones y absorbido por tragafotones, un paraíso de paranomasias que no le teme al vértigo del lenguaje ni a la unión de los opuestos, que sabe −como dicen los conocedores− que entre lo ridículo y lo sublime solamente hay una diferencia de perspectiva.
Finalmente, en Así hablaba Zaratuxtla, asistimos a la fiesta del fin del mundo, pero también acompañamos al Ka ma ján en sus aventuras y atravesamos a galope los paisajes sentimentales del sureste de nuestro corazón, para preguntarnos como el último hombre sobre la tierra: “¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?” Y por respuesta obtener solamente un parpadeo.
Jorge Arturo Borja.
Ciudad de México, pandemia 2020.
Viaje
Cansancio de lechuza y vuelo nocturno al inframundo. Lentamente la tarde se enlutó con un gris de lluvia, hasta diluirse en sombras, mientras un punto blanco resplandecía sobre las montañas a lo lejos. Nube que se fuga tras los cerros, cuando la noche nos envuelve en el sueño de cada día, y así, hasta no despertar jamás en este mundo interminable de luz y sombra, que precede al nuevo envejecer.
Muerte que caminas en hombros de la humanidad del sueño profundo, agotas intersticios de la existencia del vaso insaciable, que colma la sed de vivir sin sobresaltos de tu nombre, en el espacio que ocupas, de oscura luz emanada al pensar la nada, angustia de los días lluviosos donde el agua de la vida escurre a torrenciales, en acantilados magnéticos universales, inevitables.
Al paso de la rueda del tiempo que te transporta, rebasas con prisas autobuses de nostalgias en amaneceres cuya luz empieza a transparentar a lo lejos el camino de regreso.
Exaurora
Nos van a ganar pero lo intentamos
Exaurora que no estás extraño.
Cuando te descubrí mirando la oscuridad
del horizonte y el precipicio
Precipitado que te vio nacer tras desbordada alegría.
De encontrarte sin buscar bajo las piedras.
Por frente y mente te parabas
a seducirme sin proponerlo
Hasta que caímos en brazos de las palabras
que son nuestros destellos.
De dulces provocaciones a la luz de la luna
Que llena nuestro espacio
A
veces vacío de estrellas.
Rencuentro con tu sonrisa en intervalos y vaivenes
Vas y vienes sin marcharte, aunque perezcamos
en el intento de ser eternamente.
Sin importar más.
¡qué más da lo que digan!...
Lo sabremos al siguiente día.
*Prólogo del poemario: Así hablaba Zaratuxtla. Amílcar Zúñiga. Cisnegro ]Lectores de alto riesgo[ Ciudad de México, 2020.
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