miércoles, 4 de noviembre de 2020

Acuérdate de Aspen

 


−¿Has estado en Aspen? –le pregunta el hombre de traje y corbata.

Ella niega con la cabeza, el hombre la toma delicadamente de la muñeca mirándola directamente a los ojos de un azul desteñido. Ella se siente incómoda, quisiera levantarse de la mesa del Xanadú pero el reloj y el anillo del tipo la convencen de que le puede sacar en un rato lo de la noche completa.

−Yo acabo de regresar de allá. Es en Colorado −dice como si ese viaje lo apartara del resto de los mortales. −Deslizarse en la nieve es como una experiencia sexual… El contacto con la montaña, con el hielo, aviva los sentidos…

Con sus dedos regordetes, el hombre saca un hielo del vaso de whiskey y lo pasa por el cuello de la chica en topless, baja despacio por la clavícula y lo lleva hacia el pecho, rodea la areola del pezón izquierdo y luego la del derecho, que se erectan al contacto, la chica siente un escalofrío mientras el hombre sonríe, ella se lleva la mano a la boca y estornuda.

−Perdóname… −titubea ella. Como piensa que todos estos gordos sebosos son iguales, nunca atina con el nombre.

−Jimmy, ya te dije que puedes llamarme Jimmy –dice el cuarentón, llevándose el hielo a la boca y aflojándose la corbata.

−Perdóname Jimmy, tengo que hacer una llamada.

−Bueno, pero no te tardes mucho, Audrey, acuérdate que “time is money” y  no vaya a ser que otra chica quiera ganarte el lugar –dice lanzando una carcajada.

Audrey sonríe y se levanta de la mesa, camina hacia los camerinos.

−¿Cómo te va con el marrano, Audrey? –pregunta Samantha.

−Le quiero sacar varias canciones para irme a la casa a ver a mi niña, pero es muy avorazado el cabrón. Orita ya me estaba untando hielo en las bubis y apenas va lo de una copa.

−Con dos copas más afloja. Yo lo conozco.

Audrey asiente con la cabeza y toma el celular. Del otro lado de la línea contesta la doméstica.

−¿Cómo sigue la Nena?

−Hace rato le subió un poquito la temperatura, Señora, pero ya la bañé con agua tibiecita y le di un te de lechuga.

−En el cajón del buró hay un tempra. Dale media pastillita.

−Pero ya se durmió.

−Pues despiértala, carajo, no le vaya a subir otra vez de un jalón. Te llamo en un rato.

Audrey regresa a la mesa donde el gordo ya la espera con dos copas. Una de whiskey para él y un “París de noche” para ella.

−¿No te gustaría conocer Aspen?… –pregunta el gordo sobándole el muslo.

−Me gustaría más que conocieras los privados. Tres bailes te salen lo mismo que un oral.

Audrey cierra la cortina. El gordo está sin saco y sin corbata bebiendo su whiskey. Cuando a ella no le gustan los clientes le excita pensar qué va a hacer con el dinero. Es viernes y tiene prisa por irse. Se le sienta en el regazo y oscila las caderas a profundidad. Le baila lo más sensualmente que puede. Al sentir la reacción en la entrepierna del gordo, aprieta las nalgas. Se levanta, se voltea frente a él para pasarle las tetas por la boca. El tipo le acaricia el trasero que no deja de menearse.

−Tienes un culo de campeonato, Audrey –dice el gordo entre resoplidos.

Audrey le empieza a desabotonar la camisa cuando el gordo abre la boca como para tomar aire y de pronto estornuda. De la nariz le cuelga un moco verde. Se cubre con las manos.

−Entran corrientes de aire, ¿no? –dice apenado.

−Acuérdate de Aspen –dice Audrey en tono de burla.

 


El martes 24 de marzo en la tarde aparece un anuncio en el sitio de internet del Club Xanadú: “Si estuviste en nuestro Night Club el pasado viernes 20, te recomendamos hacerte una prueba de coronavirus porque Samantha y Audrey dieron positivo, las demás anfitrionas se están haciendo la prueba.”

 

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