domingo, 27 de noviembre de 2016

Normalistas de la Montaña (fragmento)

Normalistas de la Montaña es una crónica que tiene su origen en dos talleres breves, uno de creación literaria y otro de crónica, que se impartieron en la Escuela Normal Regional de la Montaña, el 5 de diciembre de 2015 y el 14 mayo de 2016, a los estudiantes de egreso de la Generación 2012-2016. Los participantes, así como un profesor y una estudiante de cuarto grado, contribuyeron con testimonios individuales para armar esta crónica general que aborda no solamente las actividades habituales en la educación normalista, sino también las actividades políticas que corresponden a un periodo muy convulso en todo el país, y especialmente en el Estado de Guerrero.

Junio de 2015

En junio, la Coordinadora Estatal de los Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG) realizó un boicot a las elecciones estatales del domingo 7 de ese mismo mes, para exigir la presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
El lunes 1 de junio, grupos civiles armados, reclutados entre taxistas y priístas, desalojaron el plantón que el Movimiento Popular Guerrerense (MPG) mantenía en el Ayuntamiento. Al día siguiente, el martes 2, el gobernador interino de Guerrero, Rogelio Ortega, visitó Tlapa para congraciarse con esos grupos de choque.
El viernes 5, los grupos de civiles armados entraron nuevamente en acción para golpear a maestros y ciudadanos que se manifestaron en contra de la represión. El profesor Juan Tenorio, líder del MPG, fue golpeado y exhibido públicamente por varias calles.
El mismo domingo de las elecciones, una camioneta fue incendiada en el Jale por taxistas de los sitios Juárez y Sr. Del Nicho. La policía federal allanó el local de la CETEG para detener, sin órdenes de aprehensión y con exceso de violencia, a varios maestros. Esto provocó que habitantes de la colonia Tepeyac tocaran las campanas. A ese llamado acudieron ciudadanos de distintas colonias, quienes detuvieron a un grupo de policías para encerrarlos en la capilla con el propósito de intercambiarlos por los maestros detenidos.
Esa misma noche la policía federal, que se había “comprometido” a negociar el intercambio, realizó un operativo de rescate de sus oficiales, en el que resultó muerto el Coordinador de la Comisión de Seguridad del MPG, Antonio Vivar Díaz.
Normalistas y maestros que vivieron estas jornadas de represión las llevan como una marca imborrable en su memoria.


Junio marcado con tinta sangre
 

"No sé cómo describir todo aquello que siento al recordar aquel martes 2 de junio, soy estudiante y orgullosamente normalista, quizá se preguntarán cuál es la razón para sentir todo lo indescriptible que siento, mi razón se llama 43 camaradas desaparecidos. Mi ser se llenó de tristeza y de coraje al pasar por el Zócalo de Tlapa, al notar que las lonas, mantas, carteles y algunas pintas que expresaban la exigencia de la presentación con vida de los 43, y justicia por aquellos que fueron asesinados, las habían quitado durante la madrugada. Lo hicieron de manera brutal, acabando con los pequeños puestos de productos regionales que ocupaban un espacio cerca de la presidencia, todo se consumió en llamas. Los maestros que velaban el ayuntamiento se tuvieron que retirar, al amanecer realizaron limpieza total de aquel lugar que era testigo de mucha injusticia. Se llenó de policías tanto municipales como estatales, la vigilancia era excesiva en el centro, tanto que ya no existía calle libre de policías, incluso de militares, mientras que en el corredor de la presidencia se escuchaban aplausos por la llegada del gobernador suplente Rogelio Ortega quien expresaba su alegría en su discurso, por el actuar de esa gente que liberó el lugar utilizando la violencia. Era de esperarse el grupo de personas que se identificaban como partidarios a favor de la campaña electoral. Entre el grupo se encontraban algunos taxistas, que al vernos pasar uno de ellos dijo:
 ―Agarren a esas que son normalistas.
La risa de los demás se hizo notar, volteamos a verlos y mejor se quedaron callados. Nosotras que sólo éramos dos, nos dirigíamos a la Normal haciendo caso omiso a sus comentarios. La sorpresa que nos llevamos al llegar era que nuestra querida escuela estaba resguardada por guaruras que incluso impedían el acceso. En la entrada nos sumamos con otros compañeros que estaban allí, exigimos que se nos dejara pasar:
―Somos estudiantes de esta Normal, no nos pueden impedir el paso.
Al ingresar nos sorprendimos aún más al ver que el gobernador se encontraba rodeado de cámaras y rodeado de algunos políticos que andaban en campaña para las próximas elecciones. Había llegado tan rápido en una de las camionetas blancas que lo trasportaba mientras que nosotras tardamos varios minutos en llegar caminando.
Lo que queríamos era que abandonara nuestra Normal porque ni el gobernador ni cualquier otro político son dignos de ella. Así que comenzamos a gritar nuestras principales consignas para hacerle saber que no era bienvenido, que nos hacen falta 43 y mucha justicia.

¡Porque vivos se los llevaron!

¡Vivos los queremos!

¡Ayotzi vive!
¡La lucha sigue!
¡Al gobierno no le importa a los pueblos educar,
sólo le importa la policía y la fuerza militar!

Al escuchar nuestra voz entonada en consignas, las cámaras que se dirigían a él, cambiaron por completo el enfoque, captando nuestras imágenes, era notable su coraje por no permitirle continuar con su discurso, en el que sólo hacía referencia hacia el apoyo que le brindaba a los ciudadanos que lo recibieron en la presidencia. Era tan cínico que simulaba una sonrisa entre las cámaras, y aunque quería seguir hablando lo que decía se perdía entre nuestras voces. Pude observar que había un señor que asintió la cabeza con una sonrisa hacia nosotras, después de aproximadamente cinco minutos, no tuvo más remedio que abandonar nuestra Normal porque no dejábamos de gritar nuestras consignas. Algo que no he de olvidar nunca fueron esas palabras que nos dijo ese tipo al que llamaban gobernador ʻ¡Cuídense y cuiden a su familia!ʼ Lo dijo de manera amenazante y con ira al notar que fue totalmente rechazado por esos a quienes no quiere ni ver ni escuchar, a quienes nunca podrá callar y esos somos nosotros los normalistas de la Escuela Normal Regional de la Montaña. Se fue acompañado de nuestras consignas y algunas palabras más como ʻ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!ʼ, sintiéndose indignado y sabiendo que se equivocó de visita. Los videos que fueron grabados con teléfonos móviles por personas externas de la Normal fueron publicados más tarde en las redes sociales y retomados por la revista Proceso."
Lucero Guzmán Mateos.
"Los días se tornaban tensos en Tlapa, la gente empezó a enterarse de los últimos acontecimientos, como el desalojo en la presidencia, la visita del gobernador que aplaudió a esos que eran una minoría que lo recibieron y también que fue corrido por los jóvenes de la Normal. Todo esto se platicaba en diferentes colonias y diferentes organizaciones sociales, una de ellas era el Movimiento Popular Guerrerense (MPG), que planeó hacer actividades el día viernes cinco de junio en contra de lo sucedido, haciendo el llamado al pueblo en general. En las movilizaciones siempre estuvo presente Antonio Vivar Díaz, mejor conocido como el comandante Toño. Por la mañana hubo enfrentamiento en Atlamajac, entre los que se manifestaban y la policía antimotines, después de eso la gente se dirigía hacia un punto que era el Super Che. Ahí nos reunimos junto con algunos compañeros para integrarnos en el recorrido. Todo seguía de manera pacífica con un carro de voceo al frente de la marcha, al llegar al punto señalado se realizó un mitin, mientras que la misma gente que realizó el desalojo en aquella madrugada, se había vuelto a organizar o mejor dicho eran organizados por un candidato a la presidencia. Su temor era que no se llevaran a cabo las elecciones. El Zócalo era totalmente resguardado por policías estatales, mientras que la gente que ahí se organizaba recibía palos, machetes, varrillas, entre otros objetos para ir a enfrentar a la manifestación de los que veníamos en la marcha. Después del mitin seguimos avanzando unos doscientos metros aproximadamente, llegando a bodega Aurrerá, cuando vimos venir contra nosotros aquella gente de la colonia Caltitlán, El Peligro y los taxistas acompañados de los policías. No teníamos por qué correr, no estábamos buscando conflictos ni enfrentar al pueblo contra el pueblo. Recuerdo a una maestra que tenía los ojos llenos de lágrimas a punto de derramar diciendo:
―Vienen con todo, nos golpearán, y aquí hay maestras en estado de gravidez vámonos a la normal no hay que quedarnos aquí.
Le dijimos que se adelantara, pero no tuvo el valor de dejarnos y marcharse. Cerca de donde estábamos escuché hablar a unos jovencitos que pasaban por ahí estudiantes del Cbtis:
―No manchen vean los que vienen allá, se van a madrear a estos compas y son policías.
―¡Hay que agarrar una piedras para ayudar! ―respondió otro de ellos―, no podemos echarnos a correr compas.
Se acomodaron bien las mochilas atándolas entre sus hombros, corriendo a levantar las primeras piedras que hallaron. El grupo, armado de palos y machetes no se detuvo a escuchar o a dialogar, arremetieron a golpes contra los que encabezaban el perifoneo. Los policías simplemente se divertían viendo cómo la gente que era manipulada se enfrentaba contra nosotros. Las piedras se veían volar por los aires, los gritos se escuchaban, todos comenzamos a dispersarnos. Perdí de vista a la maestra y a los jóvenes del Cbtis. Al voltear pude ver que querían alcanzarnos no sólo para golpearnos sino que con ganas de asesinarnos. Ya no pudimos hacer algo que los detuviera, de los compas que íbamos juntos solo quedábamos tres que no nos separamos, era una chica y un chico quienes nos mantuvimos hasta llegar a una bodega que almacenaba piezas de un taller mecánico, había con nosotros algunos maestros y maestras, tomando a la mano algunos fierros oxidados, sabíamos que ya nada era seguro, escuchamos cómo pasaban con machetes gritando "¡Se los va a cargar la chingada!" Pasó aproximadamente una hora cuando decidimos salir a buscar a nuestros camaradas o por lo menos saber que estaban bien. Mientras caminábamos había sangre regada por doquier, ya no había gente en la calle, pasaban muy pocos carros, seguimos hasta llegar a la Normal, encontramos ahí algunos compañeros que se resguardaron, nos enteramos que hubo tres heridos de gravedad, los trasladaron al centro y no dejaban que nadie se acercara a ellos. Los colonos y policías se apoderaron del centro. Nos invadía la impotencia. Nos retiramos de nuestra gloriosa escuela, no sabíamos que cosas peores estaban por llegar dos días después."
Lucero Guzmán Mateos.


"Transcurría el 5 de junio de 2015, y las elecciones municipales se avecinaban, el día 7 de junio se llevarían a cabo, justo en este día se efectuó una mega marcha convocada por el Movimiento Popular Guerrerense, en que se aglutinaron organizaciones sociales, y campesinas, junto con la convocatoria de la Coordinadora Estatal de los Trabajadores de la Educación del Estado de Guerrero.
El punto de reunión fue en la gasolinera que se encuentra enmarcada en la periferia de la ciudad, muy cercana al poblado de Atlamajac que pertenece a la cabecera municipal. Naturalmente que nuestro recorrido al punto de encuentro fue de manera por demás discreta, debido a que ya el gobierno federal había enviado a la ciudad un centenar de policías federales completamente armados, quienes resguardarían el proceso electoral.
No fue fácil llegar al lugar donde ya mis compañeros maestros se habían ubicado, fue toda una odisea llegar, tuve que pasar varios filtros de revisión, donde por desgracia los federales resguardaban todo el material electoral. El lugar estaba custodiado por infinidad de policías estatales, y por si fuera poco también con las fuerzas de la federal. Tantos que justo cuando intentábamos cruzar con algunos ex alumnos y compañeros maestros de nuestra región de la montaña que simpatizan con la lucha magisterial, nos encapsularon y la verdad fue un momento tenso y de crisis, debido a que los federales en todo momento nos estuvieron amedrentando con palabras obscenas y altisonantes.
Urgía llegar a donde se encontraban los compañeros, porque también a ellos ya los tenían encapsulados los federales, fue cuando se iniciaron los primeros enfrentamientos. Como se pudo se trató de destensar la situación, nos reagrupamos y nos organizamos, solo un testigo mudo nos acompañaba en nuestra lucha y en nuestra marcha, y cada hora nos mortificaba más y más, sus rayos penetraban en cada uno de nosotros, hacían estragos y sobre todo en las compañeras maestras; sin embargo, esos rayos a pesar de que nos lastimaban, fueron quienes nos iluminaron y nos dieron fortaleza para continuar con nuestra marcha y con nuestra lucha.
Fue un peregrinar la marcha efectuada en este día, debido que teníamos compañeros y compañeras que fueron agredidos brutalmente por los agentes federales, todos preocupados ¿en qué momento se les tendría que atender?, bañados en sangre por los golpes provocados por estos perros del mal, tendrán que dispensarme que exprese ese sentimiento de esta manera, porque no lo puedo hacer de otra, me llena de rabia el recordar todos estos acontecimientos.
Para ese entonces justo llegamos a la Cruz Roja y a la clínica del ISSSTE, y qué sorpresa nos llevamos pues los paramédicos ya tenían instrucciones del gobierno del estado de que no se les diera atención médica a ningún maestro, sólo deberían atender a los federales que se encontraran lesionados. La verdad eran momentos difíciles, en ese momento de tensión se acerca un paramédico de una edad ya avanzada, con su rostro un poco enjuto, y nos dice que de su parte él estaba con la lucha magisterial y que si no desconfiábamos daría atención a los compañeros, eso me hizo sentir impotencia, de cómo las autoridades se ensañaron con los compañeros maestros al negarles la atención médica.
Cada hora que avanzábamos por la calle Morelos, la que nos dirige al centro de la ciudad, se hacía cada vez más y más tensa la situación, por la información que ya algunas compañeras y compañeros les estaban enviando a sus familiares, donde nos pedían que nos saliéramos de la marcha, porque íbamos a ser sujetos de un enfrentamiento con policías federales y colonos antes mencionados.
Que a decir verdad los compañeros que coordinaban la marcha, en ningún momento nos dijeron o informaron que tendríamos que llegar al centro, el acuerdo fue que llegando a la tienda comercial Super Che, (disculpas por el anuncio publicitario) sería el mitin y cierre de la marcha, y todos nos tendríamos que dirigir a la Escuela Normal Regional de la Montaña que se encuentra ubicada a dos cuadras de donde fuimos sujetos de semejante agresión.
Después de haber escuchado a los compañeros oradores y justo cuando todos tratábamos de desplazarnos a la escuela normal, uno de mis compañeros se acerca y me dice que nos retiramos ya porque nos iban a golpear los cholos y los federales. Hicimos caso omiso, mis compañeras y escuderas, que por respeto no menciono sus nombres, siempre valientes me decían ʻhay que esperar, hay que aguantarʼ.
Lo que voy a describir no tiene perdón ni olvido, al tirar mi vista sobre la calle Morelos y justo donde se encuentra ubicada una central camionera, efectivamente ya los federales se perfilaban hacia donde se encontraba todo el contingente de maestros.
Era una angustia para nosotros, sin saber por qué estábamos siendo sujetos de tal agresión, se perfilaban cientos de federales, armados con toletes y armas de fuego, resguardando a los cholos de las colonias: El Peligro, Caltitlán, Sitio de taxis Juárez, Sitio El Señor del Dicho, Sitio Federados, así como también ejidatarios de la colonia San Francisco. Algunos comerciantes voraces del centro de la ciudad armaron a los sitios de taxis para que junto con los federales nos arruinaran de una vez por todas.
Fuimos agredidos de manera artera y vil por los cholos de Caltitlán y El Peligro, todos ellos drogados, alcoholizados y poseídos; recordar ese momento, me hace sentir mucha indignación contra amigos y conocidos y tal vez hasta familiares que participaron. Todos ellos armados con machetes, tubos de acero, tubos de madera, inclusive armas de grueso calibre.
Todos estos enseres fueron entregados por comerciantes bien identificados y dueños de establecimientos en pleno centro de la ciudad, ellos gozaban al ver cómo nos agredían con golpes en la espalda, en la cabeza y en todo el cuerpo, sin distinguir si eran maestros o maestras, fue brutal para las compañeras.
Afortunadamente los vecinos que tenían abiertos sus negocios, nos brindaron su apoyo, el que sirvió de mucho, de lo contrario si estos no nos hubieran ayudado estaríamos hablando de muertos y más muertos porque los agresores tenían rabia y la meta era acabar con los maestros.
Como pudimos cada uno de nosotros pidió asilo en donde pudo, la verdad como pude y con mis compañeros y compañeras de la Normal corrimos en busca de que alguien nos abriera una puerta, y justo cuando corríamos los taxistas del Señor del Dicho nos insultaban de manera grotesca. Valiéndoles que se encontraran maestras. Afortunadamente en ese ir y venir y en búsqueda de un albergue una maestra jubilada nos abre su portón y fue entonces que pudimos resguardarnos de los sedientos perros del mal.
Fue todo una guerra en este día, encerrados ya, lo único que pasaba por nuestra mente ¿qué sucedería con los compañeros que no tuvieron oportunidad de resguardarse?, y sobre todo del compañero maestro Juan Tenorio junto con otros compañeros, quien fuese nuestro líder magisterial y que en esta ocasión encabezaba la marcha con el sonido. Cada minuto que sucedía en el refugio, se hacían horas, porque se escuchaban cómo golpeaban a los compañeros, cómo gritaban insultos, cómo correteaban a los compañeros que se encontraban en la calle y que no tuvieron la oportunidad de resguardarse, o más bien dicho que de alguna manera dieron la cara por muchos de los que corrimos en busca de un refugio.
Pasaron minutos, pasaron horas y horas en la clandestinidad, ya mi angustia llegaba a sus límites por saber qué había sucedido con los demás compañeros. Como pudimos nos tratamos de salir de la guarida. Sin embargo era todo preocupación y desconcierto, por los golpes que continuaban recibiendo los compañeros. Debo confesar que toda esta experiencia de lucha fortaleció la parte humana, debido a que en ese momento de tensión y angustia no vi si los maestros que corrían tras de mi eran bilingües, o monolingües, vamos compañeras, vamos…
Otro testigo fiel fue Tláloc, dios de la lluvia, porque con su llanto trato de disuadir la rabia y el coraje de los agresores, si esta lluvia no hubiera caído, la verdad se hubiera prolongado el martirio de cada uno de nosotros, por lo tanto esto aligeró la agresión porque permitió que los compañeros se pudieran desplazar a las periferias de la ciudad, siempre perseguidos por la turba de pandilleros y federales. Las lágrimas del dios de la lluvia fueron lágrimas de oro puro, que fueron capitalizadas por los que estábamos sufriendo los embates y golpes de los federales."
Profesor Isaías Ríos Herrera.

"Mucha gente temía salir a votar el día de las elecciones, aquel domingo 7 de junio. Hubo una concentración en el Tepeyac en la CETEG, había unos compañeros de la Normal presentes, platicamos unos minutos y después nos retiramos del lugar, lo que no sabíamos es que arribarían al lugar los policías llevándose consigo a ocho maestros. Esto provocó que la gente se preocupara, haciendo sonar las campanas de la capilla. Las horas pasaban y a los maestros no los regresaban. Los policías comenzaron a apoderarse de la colonia, la gente se dio cuenta y no podían dejar solos a aquellos de la colonia, era momento de la unidad y solidaridad. La lucha seguía, aparecieron las barricadas. Se retuvo a miembros de la policía para presionar el intercambio, después de largas horas la noche llegó y no había ningún avance para traer de regreso a aquellos maestros que se llevaron fuera de Tlapa en un helicóptero."
Lucero Guzmán Mateos.


"Siete de junio 2015, allá en la colonia el Tepeyac. Cómo olvidar ese día. Yo llegué de mi pueblo como a las 4 de la tarde, le hablé a mis amigas ʻLas revoltosasʼ y me dijeron que estaban en el Tepeyac porque tenían atrapados algunos cerdos del gobierno (policías federales) y que me jalara para la Normal porque Wuicho iba a bajar a traer las bombas molotov que habían preparado, al llegar a la Normal no estaban las bombas porque alguien las escondió y se deshizo de ellas.
Cuando llegué a la capilla del Tepeyac vi a mis amigas, estaba Mimí, La Coña (Olivia) y La Jefa (Reyna), me contaron todo el desmadre de lo que había pasado durante el día, que se habían llevado a algunos maestros, un niño y a una maestra hasta Acapulco, que quemaron una camioneta en el puente de El Jale y que habían sido los Normalistas, y que en la colonia tenían atrapados a los policías, en la colonia del Tepeyac había taxis quemados del sitio Juárez. Había gente que quería lincharlos pero el delegado de la colonia no permitió hacerlo y dijo que todo se resolvería pacíficamente. Más tarde nos dimos cuenta de que venían varios carros del batallón que venían en rescate de los federales, así que rodeamos a los cerdos afuera de la capilla. El delegado pidió a todas las mujeres a hacer una valla alrededor de ellos porque los maestros y ciudadanos hombres querían romperles su madre así como ellos lo hacen con los maestros en las represiones, pero como el delegado es maestro dijo que mostráramos educación, que nosotros no somos como ellos. En ese rato llegaron Ada Winnie y su novio, Tona y su hermana. Había varios compañeros de la Normal, y las chicas formamos parte de la valla, esos cerdos nos miraban y se burlaban de nuestra pendejada de estar protegiéndolos cuando lo que debimos hacer es romperles toda su madre, y todavía el delegado sale con su jalada de darles agua. Varios de los compañeros de la Normal y otras personas comentábamos que ellos solo están esperando a que caiga la noche para partirnos la madre, pero el delegado ni caso, si hasta convencimos al delegado de que los desarmáramos, los metimos a la iglesia y algunas mujeres entraron para desarmarlos a todos. Después sale una vieja con una bomba en la mano, para qué, cuando empezaran los madrazos fue la primera en largarse. Se desarmó a todos y se les ocurrió guardar todas las armas en el curato, y lo único que había entre la iglesia y el curato era una puerta. 
 
Recibí una llamada de mi casa, no sabía si contestar o dejar que sonara mi celular, mi mamá no se imaginaba que andaba en el desmadre, y antes de venirme de mi pueblo mis papás me dijeron que me encerrara en mi cuarto y que por ningún motivo saliera a la calle, me decidí por contestar y con miedo a que me regañara le dije que estaba en el Tepeyac con mis amigas apoyando a la actividad y empecé a explicarle lo que había sucedido durante el día, no me regañó ni nada, me dijo que me cuidara mucho y que no me separara de las chamacas, pero pude sentir en su voz que estaba muy preocupada por mí, juraría que después de la llamada se puso a rezar para que nada malo pasara."
Daniela Sosa Aguilar.


"En la oscuridad los policías comenzaron su función, a hacer lo único que saben y son expertos, comenzaron a enfrentarse a todos aquellos que se encontraban reunidos. Ellos portaban armas de fuego y la gente, la gente sólo tenía palos y algunas piedras en la mano. A la colonia ya no podía ingresar ni retirarse más gente, ya era noche y a lo lejos se escuchaban las repicadas de campana de otras colonias y los mensajes voceados a través del aparato de sonido con la que cuentan las capillas, en los que se daba a conocer que muchos de los que se encontraban en el Tepeyac eran brutalmente golpeados. Las patrullas policiacas rondaban las calles. En el enfrentamiento, con el impacto de una bala, cayó aquel joven que no temía a expresar su indignación, aquel que era padre de un niño, aquel que siempre luchó por la transformación de un pueblo mejor, aquel estudiante de la licenciatura en desarrollo comunitario de la UPN (Universidad Pedagógica Nacional), aquel que siempre cargaba un libro en la mano, aquel que desde niño vivió la pobreza, aquel camarada de la boina roja, El comandante Toño. Es por eso que el siete de junio no puede ser olvidado fácilmente, porque se ha marcado con tinta color sangre."
Lucero Guzmán Mateos.

"Toda la gente decía que dividiéramos a los federales en las casas, o que las armas se escondieran por separado, pero el maestro delegado nos salió tan collón, dijo que si algo se perdía ¿quién iba ser el responsable? Así que nada se movió de ahí. Nos cayó la noche y empezó el desmadre por las entradas de la colonia. Cuando me di cuenta todos corrían para salir de la capilla, los demás federales ya estaban frente a la reja, todos salimos corriendo, y yo perdí a mis amigas. Había un compañero que cargaba una reja de bombas molotov y un morral con refrescos de coca de dos litros, para salir de la capilla se tenía que subir por un cantil como de dos metros atrás de la iglesia, pensé que no iba a poder subir y luego con mi peso, me dije a mi misma: pinche Dani te gusta andar de revoltosa pues hasta aquí llegaste, no sé ni cómo diablos le hice pero subí el cantil y encumbré a la calle. De repente vi al compañero que cargaba la reja de bombas y no llevaba nada, me armé de valor y volví a bajar por el cantil a recuperar las bombas y las cocas, y volver a subir, no sabía qué hacer o por dónde correr, nunca había estado en esa colonia. Cuando vi que venían varios cholos en apoyo con palos y piedras, me dieron valor de que no estaba sola, me puse a gritar que tenía bombas molotov, pero no tenía cerillos, alguien gritó ʻ¡yo tengo cerillos!ʼ y todos vinieron por las bombas. No me daba cuenta de que andaba cerca del enfrentamiento hasta que sentí los síntomas del gas lacrimógeno. Me encontré con la Coña y ella gritaba porque ya no podía respirar y que le ardían los ojos, se alteró bien feo, tanto que me daban ganas de partirle su madre, ya no la aguantaba y uno de los cholos me vio tan desesperada que él tranquilizó a la Coña porque yo estaba a punto de darle sus buenas cachetadas guajoloteras para que se callara. Me quité la playera y la mojé de coca, regresé a la esquina donde estaba el enfrentamiento a darles coca a los cholos para que no les afectara el gas lacrimógeno. De repente vi al profe Memo apoyando, y los cholos decían ʻ¡váyanse por allá, corran!ʼ, cuando corrimos para la otra calle me encontré unos cohetes y me regresé con los cholos a dárselos. Cuando se terminó la coca, corrí con la coña para llegar al otro lado de la calle, me encontré con Mimí y las otras chicas, miré calle abajo y había varias personas corriendo calle arriba porque venían más antimotines.
Una señora nos abrió las puertas de su casa, las chicas lograron entrar pero cuando entró la Coña cerró la puerta dejándonos afuera a Mimí y yo, tocábamos la puerta desesperadas, gritando que nos dejaran entrar porque se estaba poniendo muy feo, el novio de Ada abrió la puerta y nos metimos con miedo, sin saber qué hacer, prácticamente estábamos atrapadas en medio de todo el desmadre. Estábamos con las luces apagadas, escuchando todo lo que pasaba en la calle, varias personas gritando, corriendo, algunos decían ʻ¡corran, ahí vienen!ʼ, ya se llevaron a un muerto, solo se escuchaban los gritos y la sirenas de las ambulancias. Había mucha gente escondida en la casa, todas y todos tirados en el piso, de repente dijeron que había un muerto, que vieron cuando se lo llevaron a rastras calle abajo, comentaban que era un compañero pero nadie sabía quién era. Se me vino a la cabeza que podía ser algún compañero de la Normal o algunos de los cholos que había visto. Los policías tiraron gas lacrimógeno por las calles y el gas entró a la casa por las aperturas de la pared, la señora era dueña de una miscelánea y nos dio todos los refrescos que tenía en el refrigerador para lavarnos la cara, cuando encendieron las luces vi que mi prima estaba ahí, fui corriendo a verla, a preguntarle si estaba bien, ella me comentó que había un muerto y que ella y sus compañeras venían a avisar que había heridos y que los militares y federales ya habían entrado a la colonia. Cuando se corrió el rumor de que había un compañero muerto, chequé mi face por si había algo de información, los celulares no paraban de vibrar, los mensajes de varios amigos empezaron a llegar, preguntando si estaba bien. La señora nos regaló una tortilla porque había varios compañeros que no habíamos comido, había un poco de coca en la mesa y la Coña se tomó el vaso de coca cuando más la necesitábamos. Los federales volvieron a tirar más gas lacrimógeno por las calles, pero ahora sí, ya no había más refresco ni agua, en la casa había varias personas y la profa Vicki (una maestra de la Normal) y su esposo, más tarde nos informaron de que el compañero caído era el compa Toño, un alumno de la Universidad Pedagógica Nacional.

 Esa noche tenía mucho miedo porque había comentarios de que los federales estaban revisando casa por casa, para sacar a cada uno de los maestros y las personas que habíamos participado, sentía mucho miedo de que nos descubrieran, estábamos muy cerca de la iglesia. Poco a poco se empezaron a calmar las cosas, y algunos valientes dejaron la casa donde estábamos refugiados esa misma madrugada, mis amigas, mi prima y sus compañeras, la maestra Vicki y su esposo nos quedamos hasta el día siguiente. Cuando quedamos pocos en la casa, la señora nos prestó un cuarto de su otra casa que estaba hasta el fondo por si era verdad lo de las revisiones de las casas. Desde la otra casa se podía ver cómo estaban las cosas en la colonia, se veía el reflejo de la lumbre de las personas de la colonia que quemaron llantas para tapar las estradas a la capilla. A lo lejos se veía cómo los militares se trasladaban al batallón, solo veíamos las luces de los carros, las imágenes en Facebook sobre el compañero Toño eran muy fuertes, los mensajes de mis amigos seguían llegando preguntando cómo estaban las cosas, qué sabíamos del compa Toño, que si fulano estaba con nosotros, que si no vimos a perengano en la actividad, y de repente una llamada de casa, era mi mamá preocupada por saber cómo estaba su hija la revoltosa, la rebelde, la desobediente, en su voz se sentía la preocupación. Me preguntó que si estaba bien, que si no me pasó nada, le dije que estaba bien, que una señora nos dio refugio en su casa y ahí me encontré a Lola (mi prima), la escuché un poco más tranquila, le dije que había muerto un chico de la UPN y se asustó, me despedí de ella porque la pila de mi cel se estaba muriendo y ella me dijo que me cuidará mucho, que por nada saliera de la casa en la madrugada y que me mantuviera a lado de mi prima, le dije que todo iba a estar bien y que no se preocupara más porque iba a pasar la noche ahí en la casa. La señora de la casa nos prestó algunas cobijas y nos acostamos en el piso, desde la segunda planta de la casa veíamos a lo lejos cómo se iban los antimotines y los federales, de tanto miedo ni sentí cómo me quedé dormida.
Al día siguiente cuando desperté, nos organizamos para salir de la casa en pequeños grupos para no levantar sospechas, primero se fue la profa Vicki y su esposo, cuando nos avisó que no ya había federales salió mi prima y sus compañeras. Me despedí de ella y le dije que se cuidara mucho y que cualquier cosa me avisara, ella me dijo lo mismo que me cuidara mucho. Después mis amigas y yo nos salimos de la casa, bajamos toda la barranca para salir por donde está el corral de toros de San Pancho, al llegar ahí nos separamos, primero se fueron Tona y su hermana, después la Jefa, Winnie y Víctor, Mimí y yo nos venimos juntas con mucho miedo caminando por las calles porque nos daba miedo subirnos a un taxi por el enfrentamiento del día 5 de junio en donde los taxistas golpearon a varios maestros frente a la Terminal del Sur. Las calles estaban muy solitas, no había gente. Llegamos a mi cuarto con miedo y nos encerramos bien, dormimos un rato, después nos pusimos a platicar de todo lo que había pasado, yo no podía creer que el compañero Toño estaba muerto, en Facebook había muchas publicaciones por lo que pasó en el Tepeyac, muchas fotos de Toño desangrándose, un video en donde aparecía el cuerpo de Toño, otro video donde los federales golpeaban a una persona con capacidades diferentes afuera de la capilla, lo golpearon como si fuera un animal, no tuvieron compasión por él, era un señor vagabundo que vivía en las calles de esa colonia, se miraba que no razonaba bien, porque cuando lo estaban golpeando él no metió ni las manos para defenderse.
Nos pusimos a analizar todo en dónde la habíamos regado como Normalistas, como sociedad y si tan solo hubiéramos hecho las cosas bien, hubiéramos separado a los federales en las diferentes casas de la colonia, quitado las armas a tiempo, nada de esto hubiera pasado, pero el delegado dijo que no, salió con sus jaladas de que hasta agua les dio y eso que él era un maestro y sabía cómo ellos nunca se apiadan de uno cuando hay represiones. Exactamente, no recuerdo la fecha, pero la gente que estaba en contra del movimiento quemó el microbús de la Normal, como alumnos de tercero estábamos en prácticas pero nos las cancelaron por todas las cosas que estaban pasando en contra de los maestros. En esos días no podíamos salir tranquilamente de nuestras casas porque por las calles había muchas patrullas de los federales y los militares rondando cerca de la Normal. A mí me daba miedo salir sola a la calle y ser reconocida por alguno de los federales y que me dieran mi levantón o que la gente nos hiciera algo feo.
El día en que se enterró el compañero Toño asistió mucha gente, no se podía ver el final de la gente, pero de qué sirve que fuimos muchos si no pudimos hacer nada para salvarlo el día del enfrentamiento. Sentí muy feo al ver a su familia llorando, saber que dejaba sola a su esposa y a su hijo, sentía rabia al ver al maestro que no nos dejó hacer lo que decía la gente, si tan solo hubiéramos reaccionado, en ese momento y separar a los puercos esos, tal vez nada de esto hubiera pasado, pasaron muchos días para que las cosas se calmaran y yo dejara de sentir miedo al salir a la calle.
Esa fue una experiencia que nunca en mi vida olvidaré, hubo enfrentamientos desde que inició el mes de junio; primero con el desalojo de los maestros en la presidencia por parte de los priistas y taxistas del sitio Juárez y del Señor del Nicho; el enfrentamiento de los maestros y la sociedad en la Terminal del Sur, donde varios maestros resultaron heridos; la quema de nuestra Micro, la quema del carro en el puente de El Jale y el enfrentamiento del siete de junio donde murió Toño. Fueron muchas cosas que marcaron mi etapa de Normalista."
Daniela Sosa Aguilar.
 
 
"Tlapa se vistió de negro, la multitud de gente se hizo presente para su último adiós de Toño, llegaron al lugar miles de personas, de la región, del estado y de otros lugares. En las calles resonaban gritos de coraje y repudio al gobierno, principalmente a Rogelio Ortega que era el gobernador. ʻ¡Toño vive, vive, vive! ¡Toño no murió, el Estado lo mató!ʼ, se fue como un gran luchador.
La gente comenzó a colocar en la entrada de cada colonia mantas con leyendas que señalaban justicia por la represión en Tlapa y el rechazo a la entrada de taxistas a las colonias. Los taxis cambiaron de rótulos, y han perdido el apoyo que quizá tenían de la población. Después de todo Tlapa no volverá a ser lo mismo y cada vez que un político quiera visitar a los normalistas lo pensará mucho. Nuestra normal siempre será de ímpetu luchador, porque somos ¡Un sol para cada niño!, porque somos esos normalistas que llegan al pueblo más recóndito de nuestro estado de Guerrero.
¡Seguiré sembrando rebeldía Hasta que coseche libertad Porque mientras yo tapo mi cara Tú tapas la realidad. Soy el puño que se levanta Soy la voz que no se calla Soy el guerrero con quien no contabas! ¡SOY NORMALISTA!"
Lucero Guzmán Mate
os.

"A los caídos en mis años de normalista toda mi admiración y respeto.
Julio Cesar Mondragón
Daniel Solís Gallardo
Julio Cesar Ramírez Nava
Antonio Vivar Díaz
Descansen en paz y hasta la victoria siempre."
Luis Modesto López Martínez. 


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