Luis Fernando Borja
En la educación indígena, es justamente el sabio y el chamán (tlamatini), quien se encarga de conseguir que sus discípulos puedan ser dueños de un rostro y un corazón, in ixtli in yollotl. Su labor consiste en hacer que en los hombres aparezca una «cara»; en ponerlos frente a un espejo para que se reconozcan y actúen con la conciencia de su propia identidad. El sabio «conforta el corazón».
Y ya que rostro y corazón constituyen la integridad de la persona, la obra del sabio es una auténtica humanización: «gracias a él la gente humaniza su querer y recibe una estricta enseñanza».
Los herederos de los chamanes son los cuentistas y poetas, de su pluma se desprenden las formas que han de servir para transformar el corazón. Los herederos de los sabios son los maestros; en el México contemporáneo los normalistas son la caracterización de los maestros de nivel básico; sabios en el que corazón y rostro son un binomio indisoluble. Con la frente en alto luchan y con el corazón en la mano sueñan.
La Normal Rural de Ayotzinapa cuenta con larga historia y tradición de lucha, uno de sus egresados más representativos fue Lucio Cabañas y aunque Genaro Vázquez no se graduó ahí, sí pasó sus primeros dos años como normalista en esa escuela. Que las Normales sigan en funcionamiento hoy en día se debe en buena medida a la voluntad y empeño de sus comunidades, maestros casi heroicos que se entregan en el salón de clases, le sacan el máximo provecho al desmantelado sistema educativo y hacen milagros con los escasos recursos que reciben del Estado, eso por no hablar de la manera en que se criminaliza su participación política y de los ataques de los que han sido objeto.
Esta antología es un pequeño esfuerzo, una pequeña luz entre tanta oscuridad. Con ella les mandamos nuestra palabra para así poder abrazarlos, para mostrar nuestro enojo, para decirles que compartimos su rabia, que los acompañamos en su dolor, que “llamamos a todos y a todas no a soñar, sino a algo más simple y definitivo: los llamamos a despertar”.
Estos textos son una respuesta elaborada desde la pluma de los poetas, los cuentistas, los cronistas, los dramaturgos y cantantes; los palabraristas que hacen malabares con los vocablos para mostrar las distintas caras de nuestra realidad. Ahí donde el poder simula, las palabras se sublevan; ahí donde los jueces venden la justicia, los cuentos nos ayudan a sentir la venda en nuestros ojos; ahí donde la ley de los menos se impone sobre los más, los poemas son adoquines que construyen caminos hacia el horizonte.
En el espejo de Ayotzinapa se miran y se han mirado miles de personas no solo en México sino en todo el mundo, ahí están los rostros de los desaparecidos. Ese espejo hay que mirarlo con los ojos del corazón para mantenerlo a la altura de nuestros hombros y de nuestros codos... y de nuestras plumas.
Verdad y justicia.
*Prólogo a Los 43, Antología Literaria de Eusebio Ruvalcaba.
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