por Efraín Huerta
Descenderá al sepulcro vuestra soberbia. Y echados seréis de él como troncos abominables, vestidos de muertos pasados a cuchillo, que descendieron al fondo de la sepultura. Y no seréis contados con ellos en la sepultura: porque destruisteis vuestra tierra, y arrasasteis vuestro pueblo. No será nombrada para siempre la simiente de los malignos.
Libro del profeta Isaías
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días, agonizar
las tardes.
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los
buenos
Porque la sombra de los malignos es espesa y
amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de
nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Porque hay engaño y miseria
Porque
al granadero lo visten
de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el
ferroviario,
y así mutilan la esperanza
y le cortan el corazón y la palabra al
hombre—
y la voz oficial, agria de hipocresía,
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
cae vencida en la calle y en la fábrica.
Éste es el panorama:
Botas, culatas, bayonetas, gases…
¡Viva
la libertad!
Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz…
todo el país envilecido,
todo eso, hermanos míos,
¿no vale mil millones de dólares en préstamo?
¡Gracias, Becerro de Oro! ¡Gracias, FBI!
¡Gracias, mil gracias, Dear Mister President!
Gracias, honorables banqueros, honestos
industriales,
generosos monopolistas, dulces especuladores;
gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.
Demos gracias a todos
con un coro solemne de gracia y gratitud
El silencio espectral que todo lo mancilla.
¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto,
Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías
de mujeres apaleadas y hombres nacidos en
México
que sangran y su sangre
es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de
nuestra cobardía.
porque todo se ha hundido en un dorado mar de
dólares
y la patria deja de serlo
y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
y la jauría de turbios, torpes y mariguanos
inquisidores de huaraches;
¡La grande y pura verdad patria la poseen,
oh país, país mío, los esbirros,
los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de
estrellas.
La verdad, entonces, es una democracia nazi
en la que todo sufre, suda y se avergüenza.
Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno
puede ser falso
querrá decir que uno es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo
criolla,
las vejaciones y las calumnias
mucho menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido
al fondo de la nada,
muertos sin ataúd,
soñando el sueño inmenso
de una patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro,
bajo la negra niebla
de las más negras maldiciones…
4 de abril de 1959
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