domingo, 23 de marzo de 2014

Una ciudad que no envejece

Por Gabriel Rodríguez Liceaga.

De El Azteca a Madero.
Jorge Arturo Borja.
Eterno Femenino Ediciones.
México, 2014.

Lo primero que el lector se topa al abrir De El Azteca a Madero, este nuevo libro de varia invención escrito por Jorge Arturo Borja, es una parodia de la dedicatoria con que Rubén Bonifaz Nuño inaugura el bellísimo poemario El manto y la Corona. Esto lo señalo porque bien sé que nuestro Ojeteperro es un lector fiel del maestro Bonifaz. Específicamente, a Borja, le encanta un poema alrededor del cuál él mismo construyó un mito. El poema es el que principia así: amiga a la que amo, no envejezcas… Y el mito consiste en que a cualquier mujer que se lo leas en voz alta acabará, irremediablemente, prestándote las nalgas. De hecho en una ocasión Borja le comentó esto mismo a Rubén y el poeta le declaró que a él, no le había funcionado tal poema con la mujer a quien se lo escribió.
Cosas que pasan.



Y este libro trata precisamente de eso: cosas que pasan. Menciono al bienamado poema debido a que, en cada una de las páginas  De El Azteca a Madero está su autor suplicándole a la ciudad de México que no envejezca. Dicho distinto: es el D.F. la amiga a la que Jorge Arturo Borja ama. Y a una ciudad se le tiene que amar recorriéndola, evocándola, recreándola, declarándole el amor y el odio a la par, conociéndola a deshoras y si dios quiere con paso tambaleante de ebrio maligno.
“Caminar es crear un mapa interno”, afirma Vicente Quirarte.
 “Cuando hablo de ti, hablo de una ciudad insomne que ampara entre sus sombras a los amorosos, a los olvidados, a los perseguidos, a los locos, a los inadaptados”, afirma por su parte Jorge Borja y lo afirma con conocimiento de causa porque –a todos los que lo queremos nos consta- él es un amoroso, un olvidado, un perseguido, un loco y un inadaptado. Ah, y además un extraordinario escritor y maestro. Caminemos con los ojos y la imaginación el mapa interno que Borja nos propone del Azteca a Madero pasando por la gitana que predijo la muerte de López Velarde y con esquina en el asesinato de Guty Cárdenas siguiéndose de largo con la entrada del Ejército Trigarante por la calle de Madero, doblando en la peda que Bukowski se puso anoche en el más allá, la amistad de Don Edmundo Valadés y una charla imaginada entre Juan Rulfo y Gabo García Márquez. Por citar sólo un par de ejemplos de las esculturas, monumentos, sitios de mala nota y muros en ruinas que le aguardan al lector de este curioso libro de curiosidades.
       
     Concluyo diciendo que en efecto, gracias a “De El Azteca a Madero” la ciudad de México, amada amiga, no envejece. Borjita consigue que en ella, en la maldita ciudad, se detenga el tiempo, sin tocarla, sin quitarle el manto de su eterna juventud.

En otras palabras: consigue que la ciudad nos preste las nalgas.

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