Por Eusebio Ruvalcaba
Sangre Enamorada.
Enterno Femenino Ediciones.
México, 2013.
Cuando
Jorge Arturo Borja decidió emprender esta antología, no se imaginó la
respuesta. Los textos empezaron a llegar como fragmentos a su imán. Hasta abultar el índice más allá de toda
expectativa.
Yo lo atribuyo a varias razones.
Para empezar, la seriedad del antologista —o antologador, o de quien antologa,
como se desee—, pues una antología es una moneda al aire, y nunca se sabe si
aquel proyecto habrá de cuajar; digamos que toda antología arrastra una
maldición (¿quién no ha participado en una que jamás fue publicada?); los
campos de concentración literarios están colmados de antologistas despistados con
su proyecto bajo el brazo. Éste no es el caso. Así que con un buen capitán al
timón, es posible llegar a tierra firme. Apreciación que se desparrama entre
los incluidos.
En segundo lugar,
a que los jóvenes —pues la mayoría de los participantes son jóvenes, o navegan
con bandera de jóvenes— están deseosos de contar. La invención literaria bulle
en sus venas como sangre enamorada. No inventan autos pero inventan cuentos. No
inventan modos de producción pero inventan tramas. Son como aquellos hombres de
las cavernas que a la luz de la fogata contaban lo que les había sucedido en el
día, y que en la exageración sobrevenía la literatura.
Y en tercer término, a que quieren publicar. Éste es un
viejo sueño de todo el que escribe: solamente publicando se reescribe.
Solamente publicando cristaliza aquel prurito de sobrevivencia. Envían sus
textos porque es el único modo que tienen de subsistir ante el acoso de la
vida. Se imaginan que la literatura les permitirá vivir un poco más, como los
gatitos, abrevar en el plato de leche de la inmortalidad —un día más es la
única inmortalidad a la que se puede aspirar.
Son numerosos los cuentos que
aparecen en esta antología. Infinitos, si se quiere. Porque cada uno contiene
la esencia de otro; y, a la vez, ese otro contiene uno más en sí mismo, que
acaso vea la luz. Tarde o temprano. Así pues, son incontables los textos.
Y cada uno deviene su propio código.
Ésta es la parte lúdica de toda antología, que encima se pronuncia en una
antología de jóvenes. Y justo es el lenguaje el verdadero personaje
protagónico. El lenguaje como elemento detonante, en crecimiento continuo, al
cual no es posible encerrar. Ni ponerle bozal alguno. Ni decapitar. Es lo que
traen los jóvenes como adorno en los labios. Como arillo en el ombligo. Como
tatuaje en las pantorrillas. Y que al momento de escribir se traduce en vigor,
en novedad, en frescura. Algo en lo que hay que fijarse. Porque una antología
no se valora por uno u otro cuento, sino por el bagaje. Los baúles en su
totalidad. Como cualquier antología,
ésta contiene algunos de los mejores y algunos de los peores cuentos del mundo.
No existen las antologías perfectas, ni por el lado de la mediocridad ni por el
lado de la excelencia. Y menos se les puede juzgar por sus excepciones. Sí por
la gravedad de su peso histórico. No porque se busque la perennidad, sino
porque alguien podría localizar elementos imperecederos en estos cuentos.
Propios de una época. Que muchos son los elementos tentadores para hablar de
esto.
Todo cambia. Por eso son tan
aburridos los manuales para cuentos. Queda claro en esta antología que el nudo,
el clímax y el desenlace son preceptos que se enroscan en la cruz de las
lápidas de los apenas ayer grandes escritores. Las cosas funcionan o no
funcionan. Pues también queda claro que hay una gran decepción en el modo cómo
los nuevos autores, por más imberbes o bisoños que sean, acometen el tramo
literario que les toca vivir. Los cánones les quedan guangos como una gabardina
cinco tallas más grande. Tendrán que verse en el espejo para que decidan si esa
gabardina les da categoría o si le mandan ajustar las mangas. Que ya con eso es
mucho.
Celebro la aparición de esta
antología. Todo lo que es novedad me interesa. Jamás he sido de los
abajo-firmantes para decir no. No a las gasolineras. No a la elevación de lo
impuestos. No a los libros de texto. Sí a todo. Adelante con ella. Seré el
primero en comprarla. Para regalársela a la mesera más cercana.
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