domingo, 31 de enero de 2010

El ejercicio de la jodiedumbre II

(Fragmento de entrevista para la serie Entre Hombres sin Vergüenzas de Radio Educación)

Escritor emblemático de Ciudad Neza, Emiliano Pérez Cruz ha visto crecer su leyenda a la par que el territorio que sirvió de marco a su literatura. En los últimos años Nezayork ha sido punto de partida y de encuentro de una serie de movimientos artísticos que van desde los grupos graffiteros y sonideros, hasta los Poetas en Construcción o los escritores del colectivo Entrópico que ya llevan más de siete antologías publicadas. Minezota (mi Neza grandota) se ha convertido en un hervidero de propuestas culturales en la que participan los grupos más heterogéneos de la comunidad, como el programa de promoción de la lectura que inició Juan Hernández Luna y que volvió cuentistas a los policías del Ayuntamiento Municipal. Neza es arte y cultura. ¿Pero cómo era aquella ciudad hace treinta años? ¿Cómo era la banda de aquel entonces? ¿Cómo se convertían en hombres los chavos de aquellos barrios?

Emiliano Pérez Cruz.- Como parte de las iniciaciones sexuales, yo recuerdo haber visto una escena en el barrio, cuando aún no estaba todo colonizado, había por ahí casitas baldías mal hechas, entre ellas había una de pura madera, como el club de Tobi. Un día estaban los más grandes del barrio espiando por las rendijas, los más grandes eran de trece y quince años, pero entre chavitos y grandotes estaban haciendo una ruedita todos con el pene erecto y haciendo el círculo, ninguno de ellos, diría a estas alturas, salió joto. Era parte de una iniciación con carencias, digo qué mejor que iniciarte con alguien del otro sexo, pero me decía alguna vez un amigo psicólogo que finalmente son juegos de iniciación donde ni siquiera existe un cuestionamiento elemental de que estás transgrediendo algo, muchas veces se considera como transgresión, pero si no tienes ese concepto no tienes nada que transgredir excepto rozarte sabrosamente la verga con las nalgas de tu compañero y punto, eso no te está haciendo maricón; igualmente que si un chavito por fuerza o por lo que tú quieras penetrara a una niña, él no lo está conceptualizando como violación, él está buscando placer, ¡ay de aquel cabrón que diga que ese niño violó a la niña!, si son los juegos, escarceos que uno como ruco califica ya de otra manera, en tal caso quien impone ese adjetivo es quien está violando con ese calificativo. Pero necesitas que pasen años, que te encuentres amistades que te dan otra orientación, otra forma de ver la vida. Encuentras que igual pudiera ser más fácil, con todo y te encuentras neogobiernos que prohíben minifaldas entre el personal, algo enfermizo, sobre todo con aquellos que dicen que manejan valores para bienestar de la sociedad.

Jorge Borja.- ¿Cómo te veían a ti, un chavo que leía y estudiaba, los otros chavos de la colonia?
Emiliano Pérez Cruz.- Los que estudiábamos éramos los estigmatizados, éramos los mariquitas sin calzones, que era una especie de debiluchos que preferían estudiar que estar metidos en la chinga cotidiana, que ya muchos enfrentaban a los quince, dieciséis años, que era la del trabajo formal, en serio; de albañiles, de electricistas, carpinteros. Mis hermanos se hicieron carpinteros y entonces además de contar con su protección contaba con sus recursos, ya que aportaban algo de lana para que los más pequeños de la casa tuviéramos un nivel de estudios. Mucho de este estigma del estudiante me tocó vivirlo, el hecho de que tuvieras más pegue porque, bueno, andabas mucho menos mugroso por tu calidad de estudiante. En cambio el mecánico, por ejemplo, llegaba mantecoso y grasoso. Y uno regresaba de la escuela acicaladito y además cargado con un saber que te ponía en ventaja sobre los otros, pero que también te ponía en desventaja porque no sabías ponerle al trompo ni podías obtener recursos, por ejemplo, del pequeño hurto. Recuerdo que aún así se daba uno sus alardes y les aconsejaba a los cuates: "no seas pendejo, Pato, métete a estudiar, puedes acabar la secundaria y la prepa en la nocturna". Y tanto estaba uno friegue y jode que los otros te daban tu lugar y te daban el papel de guía intelectual. Pero no faltaban los rebeldes, como el Pato que te decía "no, pues pendejo lo que se dice pendejo, eres tú que no sabes ni bailar. Y ahí sí me desarmaban. Yo podía lanzarles un choro sobre quién descubrió América o quién era Cristobal de Oñate pero la verdad es que no sabía bailar. También estaban los tiros en banda nada más de barbas porque no les caíste bien, porque pasaste y te les quedaste viendo gacho. Encuentros violentísimos de rocazos, garrotazos, varillazos simplemente porque, según decían, me les había quedado viendo feo o que tenía yo una sonrisa muy burlona. En una ocasión incluso nos corretearon a plomazos. Entonces descubrías que tenías que armarte de valor y de lo que pudieras, mis hermanos y yo cargábamos una daga hechiza, en los tianguis vendían navajas de muelle que saltaban, pero jamás estuvimos dispuestos a usarlas, francamente teníamos miedo y podía más la formación familiar que nos recomendaba no meternos en problemas, aunque si salías más allá del hogar la vida era otra y tenías que demostrar la fiereza, la capacidad de autodefensa. A mí me llegaron a tocar retos de un trompo cara a cara y yo sabía que lo iba a perder pero tenía que aceptarlo o te agarraban de cochinito y más valía que aceptaras y te dieran una madriza a que te culearas, te rajaras. Todavía imperaba la palabra "rajarse", que según tenía que ver con la mujer que estaba rajada y que tenía una vagina y no sus huevitos como uno. También se daban las venganzas sutiles en el mismo barrio cuando, efectivamente, empezabas a encabezar círculos de estudio instigados por sacerdotes jesuitas que hacían labor social. Era la década de los setenta, eran grupos como la Unión del Pueblo, grupos que hicieron guerrilla urbana en Neza, en Guadalajara, en Oaxaca y que tenían sus enclaves en el barrio donde buscaban adeptos. Los jesuitas tenían grupos que pretendían organizar al vecindario para la defensa de los derechos civiles, de sus derechos de propiedad, porque muchos se habían hecho de sus terrenos por medio de ventas fraudulentas, y nosotros ya como estudiantes de bachillerato participábamos en estos grupos, lo que te generaba otro tipo de amistades. Muchas veces los cuates preferían grupos de estos que bandas de chavos que estuvieran en las esquinas caguameando o metiéndole a lo que entonces imperaba como el Resistol 5000 o el chemo. Recuerdo que en algún momento los malosos del barrio quisieron enfrentarse con la bola nuestra y terminamos a chingadazos, apoyados por la estudiantina de la iglesia que le entró a guitarrazo limpio.
También las lecturas ilustraban, estas novelas de caballería de la Edad Media, las películas incipientes que empezaba uno a ver y veías que en las fortalezas se defendían desde las azoteas con calderos de aceite hirviendo o con rocas. Y no llegamos al grado de los calderos pero sí subíamos rocas y cuando una pandilla incursionaba en nuestro territorio los agarrábamos desde arriba a rocazo limpio y salían masacrados. Entonces la calle 8 de la colonia Estado de México se volvía impenetrable para todas las bandas que por ahí empezaron a pulular. Y a cambio ¡aguas si te agarraban de a soledad!, y mejor empezaba uno por no salir solo, a darse autoprotección y sobre todo también a tratar de jalar a otros que andaban por ahí desbalagados. Jalarlos lo mismo al equipo de futbol que al cotorreo, no pretendíamos ni comulgábamos con la idea del bien católico, más bien estábamos muy decepcionados de cierto catolicismo vigente que era de bienestar común de dientes para afuera, y muy descreídos de las iglesias, de los redentores, de los pastores, de los guerrilleros mismos que por ahí trataban de enrolarnos. Muy desconfiados en suma. Esto te iba dando unos detectores de desconfianza que a la menor provocación aplicabas, quién es de fiar y quién no, y lo mismo la izquierda que la derecha que quería jalarte, lo mismo en el mundo laboral. Tampoco había que descuidarse con tu chamaca porque sabías que te podía costar la posibilidad de continuar adelante con una preparación. Todos estos eran frutos muy amargos porque bien podías aventarte unos buenos fajes esquineros en lo oscurito y al final ir a dar a Palma Cinco, ¿no? y así hasta que llegabas a tener la novia a punto y algo en ti decía que no porque ¡aguas!, ya fuera que resultara algún producto o simplemente porque ya le habías roto la virginidad y eso te comprometía y seguramente su papá iría a hablar con el tuyo y se te iba a venir abajo el mundo y mucho de eso a la mayoría de la banda nos lanzaba a los prostíbulos.
Mis hermanos en los setenta participaron en la construcción del hotel Acapulco Princess y duraron allá trabajando como tres o cuatro años, así que me dijeron "vente pa´acá, acá te la cotorreas y aquí te conseguimos chamba de chalán". Así que en vacaciones, para no aburrirme, tuve que entrarle de macuarro, de yesero, de lo que fuera. Y pues sí, me tocó participar en la construcción del Princess. Hace un año me tocó ir nuevamente por ahí en un evento de la chamba, lo cual me resultó un contraste muy grande. Yo lo conocí cuando eran cimientos y ahora ir como huésped sí desconcierta francamente, con todo y que he pasado por otros lados elegantes, pero ése en especial algo me dice de mi biografía, de mi pasado, de que andábamos todos descalzonados, felices, tostándonos con el solazo, cargando vigas, en fin.
Bueno, como dije, mis hermanos vivieron allá como tres años, y yo me iba, de hecho allá me tocó mi iniciación sexual, por una invitación de mi hermano mayor que dice "vamos a ir a la zona del mal pero sólo para que conozcas cómo es el mundo".
Fue muy rico porque el sábado ya en bola recuerdo que fuimos a la Huerta y de la Huerta a toda la Zona Roja de Acapulco y por ai no faltó el más aventado de los chalanes que preguntó "¿qué onda, tú ya has estado con una chava?" No, dije yo y él "vamos, yo te invito". Y uno sin saber qué onda iba con el temor de la primera vez. Me tocó una mujer madura, muy amable, en fin. El hecho de conocer a hembra placentera te dejaba en el desconcierto de "¿qué onda, esto es todo o qué le sigue?" En vez de aclararte sales con infinidad de dudas, con el temor de salir millonario en penicilina según las advertencias de los enterados y tres días de angustia esperando que no aparezca ningún escorzor ni ninguna protuberancia, hasta que dices "pasé año sin pena ni gloria" y esto repetido las demás idas a burdeles que, con todo y mi calentura adolescente, no pasaron de cuatro. Mucho era la formación que había tenido de chamaco, muy metido en las lecturas de formación católica con moralejas de Iriarte, de Samaniego, que había en la casa. Los libros eran de escuelas confesionales aunque en la casa no eran conservadores. También leíamos el Chanoc, el Tarzán, el Tahua, todas las historietas que te puedas imaginar iban a la casa y uno se las aventaba en dos, tres patadas. También libros de la escuela primaria de mi padre, de formación socialista, rescoldos del cardenismo. Eso mezclado con un catolicismo solidario me daba una visión de que en vez de ir al prostíbulo a gozarla más bien me sentía que debía redimir muchachas, de ahí que prefiriera las novias del barrio. Quizá fue el resultado de una primera infancia muy metido en el calor hogareño, femenino y maternal. Tenía cierta timidez y un cierto resabio enfermizo que me hicieron más allegado a mis jefes y gozaba mucho de las historias del campo de mi padre y de mi madre, quienes me hablaban de espantos, aparecidos y la Llorona.

JB.- ¿De ahí te vino alguna influencia literaria?
EPC.- Yo supongo que muchísima, a la fecha invito a mi padre que ya tiene 76 años y sigue siendo un verbo interminable, es como una cajita de historias que saca, saca y saca y tú te puedes ir a caminar y si él no se percata puede seguir contando la historia. Muchas de sus historias son reiterativas y hay que ser tolerante porque ya se va rayando el disco y te quedas en un solo surco o en varios. A mi padre ya le reconozco varios de sus surcos, en ocasiones hay también muchos hallazgos.

Somos simple humanidad

JB.- ¿Hay algún libro o película con la que te hayas identificado?
EPC.- Creo que yo encajo en Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, con toda esta infancia de buen salvaje digamos. Luego, quizá El cazador oculto (The catcher in the rye), de Salinger, ya después y con la lectura de los propios compañeros está El hilito de sangre, de Eusebio Ruvalcaba; el mundo social y agobiante, cansado, esclavizante de Faulkner, ese mundo de esfuerzo entre la negritud del Sur norteamericano que yo mucho sentía así como agobio en esta incipiente sociedad nezahualcoyense de los terregales y los lodazales y la carencia, y ver que venían señoras que vivían de lavar ropa ajena con sus maletotas enormes envueltas en sábanas blancas del D.F., hacia Neza; de la desigualdad también con Faulkner y quizá de la rebeldía del outsider con Bukowski pero quizá a estas alturas de la edad y con todo lo que pudo haber tenido de apasionamiento y ver que llegas al momento de la caída a la cuesta abajo, la caída de este hombre Albert Camus, este hombre solitario, en soliloquio o en diálogo con otros viéndose en lo que fue, cómo fue, y viendo que hasta el bien lo ejercía como una satisfacciónb del ego disfrazado de bien social. Y en lo musical Cri-Cri, un tipo que hasta la fecha no te cansas de escuchar, con una diversisda de géneros, con una capacidad enorme para hacer la burla de lo educativo, para presentarte muchos mundos mágicos o evocativos como "El ropero" de la abuela, en fin, muchas cosas en lo musical. En lo cinematográfico dos visiones, la de Feos, sucios y malos, de Ettore Scola, que me enseñó a ver la pobreza sin conmiseración, ésa misma que habías visto y que te había orientado muchísimo hacia el "pobres pero honrados" o pobres pero sedientos de justicia social marxistoide, a la Martha Harnecker, en contraposición con Feos, sucios y malos donde dices "ah, cabrón, pues es que somos simple humanidad", como diría Nietzche.

JB.- ¿A qué se parecía más esa jodiedumbre de tu infancia, a Los olvidados de Luis Buñuel, a Feos, sucios y malos de Ettore Scola o a la saga de Nosotros los pobres de Ismael Rodríguez?
EPC.- A Feos, sucios y malos, con todo y que los otros también habían dejado una profunda huella en el cucharón, pero yo creo que Pepe el Toro y la escena del Torito bien pudiera ser una metáfora del sufrimiento humano, del desgarramiento humano ante lo que ya no tiene solución y que tiene que ver mucho con los demás, con el Jaibo de Los olvidados, pues toda esa violencia que empezamos a vivir porque no faltaba el cabrón que sí te quería apachurrar la cabeza a rocazos y que te descuidabas y te tiraba de un garrotazo; bueno, yo tengo la cabeza marcada de cachazos, de rocazos pero prefiero la visión de Feos, sucios y malos, esa visión anti Familia Burrón, que también fue un elemento literario muy nutricio en su momento como de reconocimiento en los otros, en una vida común; pero Feos, sucios y malos es la falta de conmiseración para uno mismo, digo uno mismo viéndose en los otros personajes, el padre como el que nunca tuvo y loco se quiere volver y todos los demás como las hienas que quieren acabar con esto que yo no había tenido y que ahora no puedo degustar en soledad, un tanto como el Macario de Gavaldón y de Traven, con su pavo, yo creo que son como los extremos. Pero Feos, sucios y malos me dejó esa posibilidad de ver de esa otra manera el medio en el que había vivido, de aclarar muchas cosas que no me encontraba explicable como por qué alguien era malo con su esposa, con sus hijos, lo veía con familiares cercanos: mis tíos, mis primos que padecían palizas enormes e injustas y yo decía que a lo mejor era porque se las merecían y no, resulta que había un cabrón que era el tirano de la familia, de este ejercicio de la microfísica del poder del que hablan los teóricos Foucault, Deleuze y Guattari; y en contraparte también entender la figura paterna y todo lo que te pueda significar está el Padre padrone de los hermanos Taviani, que es terrible, nunca relacionado directamente con mi padre, pero sí de mucha ayuda para entenderlo; entender a este cabrón que era Serafín Pérez Morales, huérfano a los tres años de edad, con madrastra desde entonces y con sus historias terribles que me contaba de cómo podía haber la máxima abundancia de quesos, de carne, de maíz para las tortillas y que a cambio la madrastra solamente le daba las tortillas más duras, miadas por las ratas, y que después de la cocción de la carne le daba sólo el caldo y que él se consolaba diciendo "al fin que aquí está lo nutritivo", y los quesos que prefería colgar la madrastra para que se los comieran las ratas antes que darle un pedazo a él.

JB.- ¿Y esto nunca lo has escrito?
EPC.- No, fíjate que no, y son historias recientes que mi padre me platicó en una ocasión en que yo lo invité a comer. Le pregunté "oiga, padre, ¿le sirvo un poco más?" "Ps órale", dijo él. Y mi mujer me llamó la atención "oye, pero es diabético, ya no le cargues la mano". Entonces mi papá me platicó que se acordaba mucho que su madrastra le decía que él nunca tenía llenadera, pero la verdad es que ella nunca le daba de tragar suficiente. Ya cuando tuvo oportunidad y tenía para poder comprarse lo suyo, comía y comía y no se llenaba. Y ahora que tendría chance de llenarse con lo que sus hijos le ofrecemos, no puede porque tiene diabetes. En esa ocasión me dijo algo muy conmovedor: "Yo creo que los huérfanos nunca tenemos llenadera, ¿verdad?", casi se me salen las lágrimas; es que él no tuvo una llenadera de afectos, ni física, ni espiritual, ni nada. ¿Cómo iba a aprender a valerse? Pues como pudo. A los 18 años una de sus tías maternas le dijo "oye Serafín, tienes 18 años y tienes novia y tu madrastra te sigue agarrando a garrotazos entre el caserío del rancho, ¿no te da vergüenza?". Contó que le decían El Colchas porque del pantalón de hacía cuatro o cinco años lo único que sobrevivía era la pretina, todo lo demás era parche sobre parche. Entonces su tía le dijo: "Fíjate que entre todos los familiares de tu mamá ya decidimos juntarte una lana para que te vayas a la ciudad porque aquí no tienes futuro, tu padre ya vendió tus vacas, tus animales, ¿qué diablos vas a hacer? Vete a la ciudad con tu tío fulano". Y era cierto, porque efectivamente su padre había vendido un pie de cría que era de Serafín, ¿con qué derecho?, pues con el derecho de que era el padre. Un día mi abuelo les dijo a todos que les iba a dar un pedazo de tierra, claro que "todos" eran sus medios hermanos, él era el único hijo del primer matrimonio. En cambio a mi papá le dijo "a ver en qué te vas a ocupar, vete de peón para tal lado porque a ti no te voy a dar un pedazo de tierra" y ya con eso mi papá se animó a decir "pues si aquí no voy a tener ni madres, pues mejor me voy a otro lado".

A machetazo limpio

JB.- Oye, ahora trasladando ese ejemplo a tu literatura, muchos de tus personajes provienen de la desolación, son resultado de la violencia, pero a pesar de ello son también muy gozadores de la vida.

EPC.- Creo que hay dos vertientes que serían la del primer libro Tres de ajo (1983), que es así como una visión muy desolada y creo yo que muy influenciada en su momento por Revueltas y por Faulkner, que también aparece en Si camino voy como los ciegos (1998), son los libros que siento más densos, más desangelados, y muy en su momento yo compartía esa visión de pesadumbre, de que no había solución, también muy arraigada por las lecturas del marxismo, quizá la que considero más sólida es los Manuscritos económicos y filosóficos de Marx, donde te dice cosas tan jodidas como que el hombre sólo se trueca en hombre cuando se comporta como animal y en animal cuando se comporta como hombre, es decir te matas como una bestia para vivir como hombre y te comportas como hombre cuando eres una bestia, y uno lo interpretaba en la sexualidad más simple hombre/mujer, pito/panocha, y cómo en su momento es lo único disfrutable que puede tener el hombre en una situación de carencias. Eso me hace recordar una expresión que oí en Chiapas, decían "mira aquella muchacha, yo sí le daba el machetazo". Quien lo dice no está pensando en la otra persona, sino que va solito. Y otra expresión que también le escuché a un albañil: "qué onda jefe, ¿ no vamos a buscar quién nos exprima el veneno?" Son expresiones plenamente bestiales, cuando uno se despoja de un montón de cosas es eso: una bestia. A no ser que tengas una idea más elaborada de la sexualidad, de la relación con la pareja, de la búsqueda del punto Ge-jejé, en su momento vas a machetazo limpio.

JB.- Otro aspecto que me llama la atención de tus libros son tus títulos, ¿cómo se te ocurren?
EPC.- Creo que son como ejercicios de humildad que en realidad esconden una gran egolatría. Si camino voy como los ciegos (1998) fue como una cura en salud muy oculta, digo, finalmente la tomo de un epígrafe de Sabines pero en realidad lo que yo estaba diciendo es "ai les va esto, si está mal hecho pues aguanten", como dice el verso "Y si camino voy como los ciegos aprendiéndolo todo por sus pasos"; con la aspiración muy interna de que "yo le tengo que pegar a algo". Y me decían "oye, que no hay editor, por qué no hacemos la coperacha y publicamos tu libro". Y yo decía que no, que quería ganar lana con mi libro, cosa de la cual desistí. Pero en su momento te movía mucho esa cuestión ideológica y decías " es que yo no quiero hacer mis cosas, sino tener un reconocimiento que te diga que se va a hacer porque se va a hacer", porque ya en ese entonces cuando recién empezaba, veía que muchos libros se hacían por amiguismo, por favoritismo, porque había que hacerlas ya que te caía la orden y yo decía que no, que la calidad literaria se impone y la verdad es que vas descubriendo que no hay tal, que todo es cuestión de relaciones pero yo enmascaraba eso y ahí lo iba aprendiendo.
Si fuera sombra te acordarías (2002), lo extraje de un poema de Pessoa, ahí era un tanto la justificación del contenido del libro, yo me lo interpretaba un tanto como recuerdo, entonces si fuera recuerdo te recordarías, te darías cuenta que has estado en el mundo y que aquí encontrarás que lo que has vivido es plasmable en letras, por ai iba un tanto la intención; como hacer referencia a que era un libro como de memorias, de acuérdate y punto.

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