Lo recibo en la puerta. Dice su nombre como si anunciara un día nublado. Le digo que nos conocimos hace 20 años, pero es mentira. Yo conocí un joven con fuego en la mirada y la boca llena de pájaros. Este es un espectro de dientes manchados que entre trago y trago me cuenta que sufre ataques de pánico.
Le pregunto por la vida y me confiesa con ojos húmedos que después de que la ingrata le sorbió hasta el tuétano, lo abandonó para irse tras un joven talento.
No me impresiona. Es la historia más trivial que me han contado. Me la dijo aquel fantasma que se pegó un tiro entre los ojos, y aquel otro que aún busca su cara en los espejos.
La vida, esa putona de generoso escote y colores chillones, nos exprime como una naranja, para irse dejándonos tan solo el bagazo de los años.
Ya cambiarán nuestros gestos, cansados y amargos, cuando acodados en la barra de un tugurio, alcemos nuestras copas para brindar por otro ingenuo que creyó que su historia merecía ser distinta.
Le pregunto por la vida y me confiesa con ojos húmedos que después de que la ingrata le sorbió hasta el tuétano, lo abandonó para irse tras un joven talento.
No me impresiona. Es la historia más trivial que me han contado. Me la dijo aquel fantasma que se pegó un tiro entre los ojos, y aquel otro que aún busca su cara en los espejos.
La vida, esa putona de generoso escote y colores chillones, nos exprime como una naranja, para irse dejándonos tan solo el bagazo de los años.
Ya cambiarán nuestros gestos, cansados y amargos, cuando acodados en la barra de un tugurio, alcemos nuestras copas para brindar por otro ingenuo que creyó que su historia merecía ser distinta.
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