Fuiste una víscera mustia
un pretexto de cuentistas cursis
y puerta de acceso
a órganos más traviesos.
Un fruto manoseado por poetas
de reputación dudosa
por viejas meretrices
y ancianos de clavel en la solapa.
¡Cuántas estupideces
La cacofonía de tu sístole y diástole
se escuchó detrás
del impostado “te amo”
de las radionovelas.
Estafador disfrazado de falaces
metáforas.
Mantra de los sentimentales
viagra de los románticos
remendador de hímenes imaginarios
instigador de atroces trovadores.
¡Cuántas estupideces
se cometieron en tu nombre!
Tus amargas mieles y tus rosas de merengue
ofrecían la vida
como obra de magnífica repostería
cuando en realidad
eras una copa rebosante
de ponzoña.
¡Cuántas estupideces
se cometieron en tu nombre!
De tu antigua grandeza, Corazón,
no queda más que un despojo
sanguinolento.
Una foto en sepia,
un monólogo que entre ruinas
recitan los necios
y responden los ecos.
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