viernes, 24 de julio de 2009

Hablar de ti

Cuando hablo de ti, hablo de una ciudad insomne que ampara entre sus sombras a los amorosos, a los olvidados, a los perseguidos, a los locos, a los inadaptados; del aséptico rumor de las oficinas que de noche se convierten en guaridas, garitos, cuartos de hotel; de la melancolía de las calles lluviosas, la nostalgia de los cines de barrio, la íntima fatiga de los taxis, la desesperanza de los interminables túneles del metro.

Cuando hablo de ti, repito los tres latidos cortos, los tres latidos largos, los tres latidos cortos con que mi ritmo cardiográfico te evoca; los mensajes ultramarinos que naufragan adentro de una botella antes de llegar a tus costas; los suspiros que te invocan desde el lecho para que vengas a bordar la noche con fuegos de artificio.
Cuando hablo de ti, recuento la demora estremecida que mis caricias cronometraron por tu espalda; recuerdo las cicatrices que mis besos reabrieron en tu piel queriendo alcanzar tu corazón; dibujo con saliva la línea que me representa en tu mano, para que al fin me encuentres en la minuciosidad de tu destino.
Cuando hablo de ti, menciono un lugar que existe solamente en la memoria, en el espacio que hay entre nuestros brazos abiertos, en la distancia que hay de mi boca a tu oído, de mi mano a tus muslos, de mi lengua a tu pecho, de mi sexo a tu sexo.
Cuando hablo de ti, digo de un tiempo de intensidades que no acaba de transcurrir, de porvenires anticipados, de pasados ausentes, de palabras olvidadas y silencios inolvidables; del Edén que florece en medio del infierno.
Cuando hablo de ti, hablo de la dicha de haberte soñado y de mi solitario despertar; de la agonía de soles que vi en tu mirada y de los lánguidos amaneceres que nunca veré a tu lado.

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