lunes, 8 de agosto de 2022

Un huracán llamado Pita*

No es la primera vez que entran al Leda en la colonia Doctores, ya han venido otras noches en busca de aventuras a este “antro pintoresco y auténtico” que huele a sobaco y a tequila, según palabras de Luis Cardoza y Aragón. Aunque se encuentra retirado de la órbita de sitios elegantes que frecuentan −Ambassadeurs, Ciro´s, Sans Souci− la pintora María Izquierdo se ha encargado de popularizarlo entre intelectuales y artistas, incluso ha pintado murales en el interior. En el centro se puede ver a la infiel Leda desnuda prodigando caricias en el cuello enhiesto de un cisne blanco de alas desplegadas. Casi en la puerta de este infierno lila los recibe el gerente Luis Aguado, a quien apodan El Príncipe por los trajes chillantes que usa y por la ostentación de sus anillos y esclavas de oro que demuestran un gusto rastacuero. El lugar es hervidero de personas que fuman y hablan a gritos.


 
−¿Quieren una mesa junto a la pista, don Diego? −pregunta solícito el gerente.
−Mejor donde nadie nos moleste −responde el maestro que viene acompañado de una rubia con abrigo de piel y dos hombres de saco y corbata. Piensan que como ocurrió en la exposición-homenaje de Bellas Artes, una nube de fotógrafos de prensa va a envolverlos para capturar hasta su mínimo gesto en la edición del día siguiente.


Sin embargo nada de eso sucede. El Leda es un cabaret de “rompe y rasga” que ya ha aparecido en películas. En 1937, Fito Best Maugard filmó aquí La Mancha de Sangre, se dice que usando como extras a las mismas prostitutas del lugar. El grupo atraviesa la pista en la que la orquesta de Carlos Campos apenas se prepara para empezar el danzón, hasta llegar a una mesa, donde ya los espera un plato con limones, dos botellas de ron y varios refrescos bien dispuestos que van desapareciendo poco a poco. Ella que los últimos meses ha estado en el ojo del huracán por escribir al reverso del desnudo que el maestro le pintó, que para terminar ese cuadro “Diego y yo nos entregamos, sin límite de ninguna especie”. Ella, a quien el propio presidente Alemán mirando lascivamente el mismo retrato, le preguntó:

−¿Y es usted rubia de todas partes?
−Sí, señor presidente, de todas…

Pita, quien nunca ha permitido que le llamen Lupita como todas las tocayas de la reina de México, y que en el apellido lleva su trágico sino, pasa desapercibida en este cabaret de cuarta, a no ser por el abrigo de mink, los aretes de rubí y la blusa de gasa transparente por donde se asoman sus pezones rosados. De un pequeño bolso dorado saca un espejito redondo y un labial fucsia para retocarse los labios.

−Este cabaret ha decaído mucho −comenta Diego. −Y no lo digo por los albañiles ni por las muchachas de aquí, sino por la invasión de diletantes de la pintura y aspirantes a la escritura que ni siquiera saben bailar.
−Es culpa de Novo que los trae a hacer slumming. La vez pasada me encontré a Siqueiros que se mueve con la gracia de un soldado. Ya quisiera aplicarse en las congas como Juanito Soriano que hasta descalzo las baila –dice Pita.
−Lo único malo de Soriano es que acostumbra dormirse debajo de las mesas −remata Diego entre carcajadas.
−Por lo menos no pasa los apuros de Obregón Santacilia, el fin de año pasado Nahui Ollín ya tomada, se le colgó del cuello para bailar y él miraba a todos lados como pidiendo ayuda, sin saber qué hacer y todos nos hacíamos los desentendidos –dice un joven de bigote a la Gable.

Todos se ríen menos Pita que empieza a buscar algo entre las mesas de junto, donde tres tipos malencarados conviven con dos muchachas del ambiente. De pronto Pita se levanta y corre hacia una mujer de falda pegada y medias de encaje, la agarra del antebrazo y la sacude de dos cachetadas, a la mujer se le cae el bolso dorado de Pita, que trae bajo la blusa. Un hombre de traje y sombrero intenta inmovilizar a la poeta hasta que cae fulminado por un derechazo de Diego. Los acompañantes del hombre se van a puñetazos contra el maestro. Los jóvenes acompañantes del maestro entran a defenderlo. Vuelan vasos y botellas, vuelan sillas y mesas, se generaliza la batalla. El 23 de agosto de 1949, Últimas Noticias publica en primera plana una fotografía de Pita Amor con rasguños en la cara y Diego Rivera con un ojo morado. El encabezado de Novedades dice: “Pita Amor en una bronca de cabaret”. Al día siguiente, se publican unos versos satíricos firmados por un tal Lord Lyon:


Por andar entre gentuzas,
estalló una bronca de esas
en las que vuelan las mesas
con desdoro de las musas.

Por tales escaramuzas,
le vamos a aconsejar
que muy absurdo es buscar
notoriedad de tal suerte,
en sitios de “mala muerte.”

*Columna “Elogio de las cantinas”. Play Boy México 205. Noviembre de 2019.

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