sábado, 27 de febrero de 2021

Mapa lúdico y sentimental de Nueva Rosita



Cuentos de la mina seis.
Román Guadarrama.
Editorial Práxis-Secretaría de Cultura de Coahuila de Zaragoza.
Cuernavaca, Morelos, 2020.

Del Norte bronco y árido, llega esta colección de cuentos mineros.

En las últimas décadas, la mayoría de los narradores coahuilenses se han ocupado de escribir sobre las grandes urbes. Ya no se habla o se habla muy poco de la vida de los pueblos. Son tema únicamente de cuentos ya caducos o de colecciones de leyendas de viejitos. Como si las historias que valieran la pena solamente se encontraran entre las sórdidas calles de la ciudad.

Son pocos o muy contados aquellos narradores que se atreven a explorar las historias de los pueblos. Tal vez porque se cree que ya se agotó el tema en la narrativa de la Revolución o en las crónicas de los ancianos. Tal vez porque se teme caer en el costumbrismo o en el pintoresquismo para turistas. Son realmente muy contados los autores que se arriesgan a explotar una veta a la que la literatura nacional le ha sacado mucho oro. 
 
Este es el caso de Román Guadarrama, autor oriundo de Nueva Rosita, Coahuila, un pueblo de tradición minera. De sus habitantes hay muy pocas referencias en la literatura nacional. Sobre su lucha encontramos ecos en la célebre crónica del imprescindible José Revueltas, “Marcha de hambre sobre el desierto y la nieve”, publicada originalmente en la revista Hoy, en febrero de 1951, y recopilada en su libro de crónicas.

De los mineros mexicanos también se ha escrito poco. Apenas me vienen a la memoria, el título de un autor encasillado en el esoterismo y cuya mejor prosa se ha olvidado, Rodolfo Benavides, con su novela El doble nueve (1949) sobre una catástrofe minera, y la magnífica novela de Agustín Ramos, La gran cruzada (1992), que aborda la historia de la huelga de mineros de Real del Monte en 1776.

En Cuentos de la mina seis, Román Guadarrama se regodea con los hechos, acaecidos, mitos y leyendas de Nueva Rosita, Coahuila. No se trata de un muestrario de nostalgias o una serie de retratos ilustres sino de una verdadera vivisección de personajes entrañables. Guadarrama los recrea con las armas de la literatura realista, con un lenguaje lleno de color y de sabor, con los coloquialismos propios de los seres abruptos, vigorosos y directos que pueblan esta región.


Como un autor que sabe de literatura, Guadarrama recurre a los géneros que mejor se adaptan a lo que quiere narrar, desde el cuento y la crónica, pasando por la anécdota, el relato histórico y la leyenda, para ir trazando el mapa sentimental y lúdico de Nueva Rosita.

En los Cuentos de la mina seis, se respira el auténtico ambiente fronterizo, en el que abundan los detalles y el humor, que como dice Chris Marker, es la “cortesía de los desesperados”. Se habla de apuestas y cantinas, de juegos de beisbol y duelos a muerte, roperos embrujados y machos lujuriosos. Ningún personaje se salva. En sus narraciones aparece un reflejo muy humano, demasiado humano de los neorritenses, ajenos a la virtud y en la vía del perfeccionamiento de sus vicios y defectos.

El libro está teñido de un tono fársico que lo salva de caer en el pesimismo y la desgracia de varias de las situaciones que ahí se presentan. En sus descripciones brillan las metáforas del auténtico poeta convertido en cuentista. Combina con acierto el humor y el erotismo en textos breves y bien trabajados que sorprenden por el remate del humor sin barreras, sin tabúes, con tintes sexuales y hasta escatológicos.

Mención aparte merece la publicación de la editorial Práxis, que como viene siendo su inveterada costumbre, presenta un volumen bien cuidado y atractivo para el lector, que ojalá y muy pronto, además de la versión virtual, aparezca en su versión impresa.

Con los Cuentos de la mina seis, Román Guadarrama coloca a Nueva Rosita en el mapa de la República de las Letras y a los neorritenses como los habitantes de una frontera entre la realidad más áspera y la imaginación más encendida.







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