Si el mundo se
complica,
con ciego instinto
tu mano lo descifra.
Arturo B. López
*De los mitos de la antigua Hélade, tal vez el de Tiresias sea uno de los más perdurables porque sin mantener su nombre se presenta aún en la actualidad con la imagen del sabio ciego, el hombre de la visión interna que posee el don de la profecía.
En su juventud, mientras camina por el bosque del monte Cilene, Tiresias se encuentra con dos serpientes trenzadas en el acto de aparearse. Las golpea con su báculo para separarlas y mata a la hembra. Esto molesta a la diosa Hera que lo convierte en mujer. Tiresias se vuelve prostituta del templo de esa diosa durante siete años, al cabo de los cuales de nuevo sorprende otras serpientes en la misma situación. Entonces se fija cuál es el macho y lo golpea y lo remata con su báculo para convertirse al momento otra vez en varón.
Cuenta Ovidio que años después, el gran Zeus abierto su corazón por el nepente, desentendido de las graves inquietudes y entregado a divertirse en el lecho con Hera, en una pausa, le dice “seguramente vuestro placer es mayor que el que experimenta el sexo masculino”. La diosa lo niega molesta y revira que los hombres siempre obtienen más placer de la hembra, lo cual provoca una áspera discusión. Para zanjarla deciden hacer comparecer a Tiresias, la única persona en la tierra que ha sido hombre y mujer. Cuando Zeus y Hera le preguntan al sabio quién goza más en la cama, si el hombre o la mujer, Tiresias responde “si las partes del placer se cuentan como diez, corresponden tres veces tres a ellas y una sola a los hombres”. Hera, entonces, arrebatada por la cólera, lo deja ciego convirtiéndolo en mitad hombre y mitad mujer.” Para compensarlo, Zeus le da el poder de la visión interna.
De ahí que este personaje aparezca en momentos complicados de los dioses y semidioses, augurándoles lo que el destino les depara. A Edipo le descubre la verdad sobre su origen y su trágico fin. Después Odiseo lo busca en el Hades, el inframundo de los muertos, donde Tiresias le instruye sobre lo que debe de hacer para regresar a Ítaca y congraciarse con el ofendido Poseidón.
Tiresias, el adivino, el profeta, se nos atraviesa con sus ojos glaucos y su bastón milenario en un verso del viejo Borges o cantando en los vagones del metro. Si lo leemos o lo escuchamos con atención tal vez podamos conocer un poco de los que nos aguarda en el futuro.
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