domingo, 28 de julio de 2019

Poesía para cada día


Se nos adelantó el amigo Adrián Labansat (1967-2019). Lo conocimos hace 33 años en el taller de Edmundo Valadés. Era uno de aquellos jóvenes que se iniciaba en el ejercicio de la narrativa, pero que en secreto escribía versos. Eso lo supimos cuando la editorial Resistencia lo publicó en una antología. Nos frecuentamos esporádicamente, con ausencias de años, pero siempre con la misma calidez cuando coincidimos. En el 2018 nos acompañó en el taller “Eusebio Ruvalcaba” a leer sus poemas. Textos que integraron el poemario Hoy es lunes que hasta la fecha no se ha publicado. Como un mínimo homenaje al poeta comparto el prólogo de ese libro y tres poemas de su autoría.

Poesía para cada día

Friedrich Hegel afirmó alguna vez que “hay una necesidad superior, que es la de que el Hombre tenga un domingo en la vida, para elevarse sobre los quehaceres ordinarios, ocuparse de la verdad y traerla a la conciencia.” De esta declaración los poetas románticos hicieron una consigna: “La poesía es un domingo en la vida”.

Dice el Génesis que después de haber creado los cielos y la tierra, apartar la luz de las tinieblas y hacer cuanto existe en la faz de la tierra, incluido el hombre, dios “reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. Así, las palabras de la poesía representan esta necesidad de reposo de las palabras de la lógica y la reflexión con que la filosofía construye la visión del mundo, para expresar otro lenguaje que se encargue de buscar las verdades esenciales de cada individuo.

No es coincidencia entonces que el domingo sea el día que reservamos para hablar con dios, pero también con nuestro corazón. La poesía, convertida en plegaria o en poema, es el lenguaje que usamos para dialogar con ambos.


Sin embargo, los tiempos tan revueltos que vivimos hacen indispensable establecer este diálogo, no para un sólo día de la semana sino como un ejercicio diario. Esta podría ser la propuesta de Hoy es lunes, poemario de Adrián Lavansat. Una suerte de poetización total de la vida empezando desde primer día de la semana.

Ya sabemos que el lunes es el día dedicado a la luna, tal como lo dice su nombre en latín Lunae. Y como nos lo ha hecho saber Robert Graves, la luna es la Diosa Blanca, la deidad de los poetas.

Con la experiencia de una vida que ya viene de vuelta y los recursos de la metáfora, el poeta Adrián Lavansat vuela por los cielos y navega por los mares de la poesía; cielos y mares que en el horizonte del poema, como dos labios, se funden en un solo beso/verso.

Sin temor a dislocar la escritura, encuentra el frescor de expresiones ya muy desgastadas por la retórica; en su búsqueda intenta de todo, desde el poema en prosa hasta los juegos tipográficos, con singular fortuna.

En sus versos resuenan ecos de maldición bíblica:
“Un movimiento de la mano de Dios,
llanto desollado, lágrimas sobre la tierra,
despiadado designio le hiere,
arrojado sobre ángeles, le han sujetado,
el dolor se conjura entre sus brazos (…)”

          “Sobre la niebla de una fría noche.”

O se invocan seres infames pero deseados:

“Yo a usted lo quiero, sí señor, es el amor el que le habla, el que desde la tierra toca el cielo y besa su frente. Me prosterno, no sé si ante usted o ante lo que siento, no sé si adentro o afuera. Lo quiero, le persigo y pretendo alcanzarlo en mis soliloquios, por eso comencé a amar esas palabras que le susurré al oído (..).”
                “Ese ser infame llamado Jorge.”

Lavansat construye su lenguaje mezclando los elementos de lo cotidiano y el estremecimiento de lo trascendental. Lluvias, noches y cenizas que conforman una realidad inasequible para la razón pero inmediata para las emociones del lector.

Adrián Lavansat, parlero y “Pirata sobre un galeón fantasma”, viene con sus palabras afiladas a revindicar para la poesía cada uno de los días de la semana aunque este viaje, lleno de acechanzas y derrotas, tenga como destino la muerte ineluctable, porque ya sabemos que la muerte representa la única victoria posible del poeta.

Así, con Hoy es lunes, Adrián Lavansat se afilia a la consigna del gran Juan Ramón Jiménez que en uno de sus versos más conocidos pidió “Amor y poesía para cada día”.

Jorge Arturo Borja.
Ciudad de México.
Febrero de 2018.


Ese ser infame llamado Jorge

Yo a usted lo quiero, sí señor, es el amor el que le habla, el que desde la tierra toca el cielo y besa su frente. Me prosterno, no sé si ante usted o ante lo que siento, no sé si adentro o afuera. Lo quiero, le persigo y pretendo alcanzarlo en mis soliloquios, por eso comencé a amar esas palabras que le susurré al oído. Son mi jauría y mis compañeras en esta cárcel. Lo esperaba inesperadamente, desde toda mi vida, desde donde yo recuerdo que brillaba como piedra de colores en mis sueños, con la que he tropezado este día. Lo quiero recostar en un poema y, aunque usted se vaya, en él lo pueda ver. Quisiera detener su vuelo cuando se va en su parvada de sueños, a donde no puedo acompañarlo. Pretendo atraparle, pero lo más bello siempre se me ha ido. Entonces me agito y le escribo, le dejo como piedra en mis poemas, que ya no son míos, son más bien suyos. Los escribo como pedacitos de carbón para recordar lo que usted en mi ha encendido, pero usted no lo sabrá nunca, me ha hecho naufragar, usted no sabrá que una ola de llanto casi me ahoga, todo este amor ha sucumbido sólo porque sus alas decidieron irse a otro sitio, porque sus alas eran más fuertes que mis océanos o porque otro tenía los brazos más fuertes para sujetarlo. Ahora sólo puedo amarle en estas frases, en las palabras dibujadas en el papel, me recordarán toda la vida el hermoso instante en el que lo tuve, las pocas horas en que usted quemó mi tristeza llenando de fuego mi alegría. Ahora es obsesión y sombras. Navego en este mar de arenas como recurso para buscarle. Nuestra noche y nuestra tierra se han desencantado. Viviremos en la isla de los sueños antiguos donde está enterrado el féretro de la memoria. Las obsesiones crecen, la hiedra cubre el faro que nos alumbró en las tormentas.


Sobre la niebla de una fría noche

Un movimiento de la mano de Dios,
llanto desollado, lágrimas sobre la tierra,
despiadado designio le hiere,
arrojado sobre ángeles, le han sujetado,
el dolor se conjura entre sus brazos.
Como a todos los muertos
el infortunio le ha derribado.
En los pechos del cielo yace y
las lluvias amamantan la cárcava.
Perdonó setenta veces siete a la infinita muerte,
hasta volver a la claridad que lo resucite.
Le esperan las noches
alimentado por abandonos y sombras.
Vino a buscar un recuerdo,
hambruna de luz,
para no apagarse intenta prenderse
pero el frío desamparo sujeta calor y fuego.


Hoy es lunes

Es lunes:
se peinan las ventanas,
la tarde se pone su traje gris,
descansa sobre su almohada rellena de melancolía.

Un libro habla de barcos que se hunden en la vida.
La desolación naufraga alcanzando las islas,
poniendo rumbo entre los huesos, hasta la orilla de las almas.
Plantas acuáticas fueron bordadas por los otoños,
alguien las ha arrodillado en los horizontes
esperando se olvidarán de mí.

Por la humedad, carcomidos barcos
viajan a los lagos de la vida,
llueve y la lluvia desboca los ríos,
buscan el corazón del piélago
donde el hombre se hunde,
horas altas de una marea de ripios
donde sólo queda el vapor de buques.

Faros rotos conducirán embarcaciones oscuras
hasta una bondad invertida,
en cercanas tierras el odio será capitán,
atolón vengativo y atormentado,
mar en ruinas,
contemplar los litorales hiere.

La mirada recorre naufragando su destino,
manuscrito guardado en marítimas entrañas,
el hierro de los ocasos se funde para ser eslora desolada.

La huella se sostiene sobre las olas,
en las crestas duermen sombras de gaviotas
advertidas por la luna, desnuda luz de lira de silencios,
hombre afligido sobre la arena,
se izaron ya todas sus olas,
oscilan sus restos en un mar apagado de lunas.

Castillo líquido, arena que se derrumba,
están destruidos
todos los faros,
todas las olas,
todos los navíos,
todas las islas.

Los otoños se han quedado mudos,
las plantas acuáticas me han olvidado
arrodillado en el horizonte.
La borrasca ha dispuesto su calma
mirando la mirada de un sueño que se ahoga.

Ya casi es martes:
se han helado las manos y las velas en las embarcaciones,
su abanico lo recuerdo,
hizo volar el calor de la cubierta como a un insecto.
Puedo recordar lamer la miel en sus pechos
perderme después en medio de sus caderas,
desde niño juego a los barcos que zarpan.

Alguien abrió las escotillas, mis venas se desangran,
preciso es destruir el propósito de los faros,
ahogarnos en la locura
en medio del mar y la tierra
hasta que el silencio deje de ser el viento
hasta que se pierdan las banderas en los barcos
y su estela aguijonea a buscarnos.
Aunque con las gaviotas me encumbre no habremos de encontrarnos
sólo eres pirata sobre un galeón fantasma
no he de hallarte, varados habremos de evocarnos,
guardaremos este sueño adentro de una botella
hasta que alguien lo encuentre
y recorreremos el infinito circular del mar y la tierra.




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