viernes, 2 de agosto de 2019

Entre coyotes te veas*

En el siglo XIX, María Ignacia Rodríguez de Velasco, mejor conocida como La Güera Rodríguez, acuñó una frase peyorativa que daba cuenta del menosprecio que los capitalinos pudientes sentían por la provincia: “Fuera de México, todo es Cuautitlán”.

Ahora que los capitalinos mayoritariamente somos chilangos, es decir descendientes de inmigrantes del interior de México, podríamos reciclar esta frase para decir “Fuera de México, todo es Neza”, pero no para marcar ese antiguo menosprecio sino para significar que alrededor de la Ciudad de México, en esas áreas alguna vez llamadas conurbadas y cinturón de miseria, se sigue construyendo la identidad del habitante del Valle de México.

Recuerdo que por ahí de los años setenta, la idea de Neza era la de un lugar inhóspito perdido en la lejanía, en los llanos resecos del antiguo Lago de Texcoco, un mosaico de canchas de futbol y de asentamientos irregulares que para entonces llevaba más de una década de haberse convertido en Municipio del Estado de México (1963) y más de tres de haberse comenzado a poblar con familias inmigrantes de Oaxaca, Michoacán y Jalisco.

A fines de su mandato (1949), Miguel Alemán había cedido terrenos del ex vaso de Texcoco, al Estado de México; a fin de que se construyeran los primeros asentamientos urbanos. De ahí nacieron la colonia México, El Sol y la Juárez Pantitlán, en donde se podían comprar terrenos de tres a cinco pesos por metro cuadrado. Tal vez por lo económico de los terrenos o por la promesa de un futuro aún incipiente, como el comercial de la colonia Aurora “donde la vida mejora”, fue que las familias iniciaron la colonización de este municipio hasta convertirlo, en uno de los más poblados del país, con más de un millón trescientos mil habitantes a principios de los ochenta.

Considerado como una ciudad dormitorio o satélite, en la que sus habitantes trabajaban todo el día en la Ciudad de México y otras más lejanas, Neza también fue conocido como Nezahualpolvo en temporada de secas y Nezahualodo en temporada de lluvias, y fue mutando su nombre cuando los originarios de estas tierras empezaron a desperdigarse por el mundo para formar nuevas colonias de nezahualcoyotlenses en Estados Unidos, que luego a su regreso al terruño lo reconocieron con los sobrenombres de MiNezota (Mi Neza grandota) o Nezayork.

Cuentan los coyotes de Neza −la etimología del nombre del rey de Texcoco es “coyote que ayuna”− que aun sin preguntarle por su origen son capaces de reconocer un “paisano” en el extranjero porque comparte experiencias muy similares, dicen que vivir en Neza significa curtir la voluntad en la superación de las adversidades cotidianas, desde construir casas, acarrear agua, levantar postes de luz, hacer calles y escuelas, hasta generar una cultura identitaria y popular, y convertir la política en un ejercicio democrático.

En una entrevista para Radio Educación, el escritor Emiliano Pérez Cruz −hijo de una trabajadora doméstica y de un chofer, que emigraron a Neza en 1957−, comentó cómo se fue formando el sentimiento de identidad de los habitantes este municipio: “Fue toda una vida, un arraigo, considerarlo tu patria, haber participado del nacimiento de una nación, la nación de ‘Nezayork’ y esto te deja infinidad de vivencias, incluso traumas, la vida en la jodiedumbre diría por ahí alguien, pero igual toda la experiencia vital de convivir con gente de diversos lados del país, con gente esforzada, animosa, con ganas de mejorar.”

Añade también el maestro Pérez Cruz que la vida en ese lugar entonces era áspera, un mundo en que las distancias y las carencias de transporte obligaban a los hombres a levantarse a las cinco de la mañana para salir a las seis y retornar ya en la noche para cenar, acostarse y prepararse de nuevo para el día siguiente. Un mundo de mujeres humildes que apoyaban incondicionalmente a su familia: “sostener un hogar y al mismo tiempo levantar una casa literalmente rascando la tierra para meter los cimientos, colando el cemento para pegar los ladrillos (…) y para sostenerla y administrarla con el escaso gasto que les otorgaban los maridos y al mismo tiempo siendo el sostén en su vertiente de madres de familia, pues te dabas cuenta que el ser mujer implicaba un esfuerzo supremo en relación, quizá, con el hombre.” De esa estirpe de mujeres heredó Emiliano Pérez Cruz la pasión por las letras que le ha dado grandes satisfacciones a él y a los lectores que lo acompañan.

Otro Neza y otras mujeres son las que retrata Alberto Vargas, El Pornócrata de la literatura. A finales de los ochenta Ramón Martínez de Velasco y Luciano Cano, fundaron El Desmadre. Legendaria revista que circulaba en el entonces De Efe y áreas conurbadas. Estos dos literatos se encargaban de escribir, recopilar textos de otros autores, corregir, conseguir los recursos, editar y distribuir la revista que era fuente de una cultura desinhibida y popular, con la que los jóvenes de aquellos barrios podían identificarse sin problemas. Entre los adalides y canchanchanes de esta publicación había un escritor de historias rebosantes de sexo y carcajadas que se llamaba Alberto Vargas, pero a quien todo mundo conocía por su apodo de la Prepa Popular: El Kung Fu, por su parecido con el personaje de una serie de televisión.

Alberto Vargas también era un experimentado noctámbulo, personaje frecuente de la ya famosa calle López, en la que se amanecía entre tragos y teiboleras, hablando de autores y mujeres. No faltó ocasión en que los propios meseros le llevaran una revista o una plaquetta en la que aparecían textos del propio Vargas, para les escribiera una dedicatoria.

−¿Verdad que tú me estimas por ser poeta –preguntaba el Kung Fu con su voz grave y haciendo aspavientos con sus manazas. Los interlocutores nada más asentían con la cabeza.

Y era difícil saber si la personaba admiraba al sensible poeta que escribía sobre el sexo y las flores o se sentía intimidado por la presencia física de un tipo de más de 1:80 de estatura y casi cien kilos, bien reconocido por su habilidad para los golpes, la que le había permitido abrir y mantener misceláneas en San Miguel Teotongo y en Chalco, teniendo que rifarse el tiro con los picudos de las nuevas generaciones que cada vez resultaban más irrespetuosas que las anteriores y querían hacerse de los productos sin pagar.

Por esas épocas también empieza a escribir Javier Serratos y a componer canciones y cantar Raymundo Colín, quien junto a Vargas habían formado el dueto “Ajolote y Guajolote”. De esas jornadas queda la impresión de que la mayoría de las iniciativas culturales de Neza se han generado más por la pasión de sus habitantes que por el apoyo de sus autoridades.

Así se hizo también la literatura de Alberto Vargas. A sus letras les ha ocurrido lo que a las corrientes bravas que se salen de madre, es decir de su curso, y que finalmente acaban encontrando o haciendo nuevos derroteros por donde expresarse. En un principio se publicó en revistas y en fancines, después apareció en antologías y finalmente él mismo tuvo que reunir fondos para su edición. La propuesta de Vargas, tal vez carezca de una definición estética de las dimensiones que consideran los críticos, sin embargo, el propósito de “excitar y hacer reír” que el autor ha manifestado en entrevistas, le ha granjeado la simpatía y el reconocimiento de numerosos lectores en Neza y anexas, que hoy ven los libros del Pornócrata como parte de su formación literaria y de su aproximación al erotismo.

Otra de las facetas de Alberto Vargas ha sido la recopilación y publicación de las antologías de narrativa y poesía, de la colección Que el tiempo lo decida, que salieron a la luz en 2007 y hoy ya llevan publicados más de 21 títulos. Con ellas se renueva la sangre de la literatura nacional y nuevamente los bárbaros vuelven a entrar a caballo en los palacios del arte donde los empolvados marqueses bailan el minué.

Entre los primeros autores que se publicaron en estas antologías se puede mencionar a Sergio García, quien con el tiempo se ha convertido en un promotor cultural reconocido dentro y fuera de Neza, que ha convertido su propia guarida en el Centro Cultural Las Dos Fridas. Su poesía es un recuento de las urgencias carnales que tienen como fondo el Bordo de Xochiaca y sus relatos evocan las primeras impresiones de este paraíso de polvo y hormigas.

A estas alturas del siglo, a Neza lo animan y lo atraviesan diversos movimientos culturales que lo mismo se expresan a través del rap y del graffitti que de la salsa y los murales. Como dijo Paloma Aguilar, escritora nacida en la colonia El Sol, en la calle 35, entre la avenida 15 y la 16: “Ser de Neza es ser chingón, pero sobre todo ser necio y Nezear en busca de la felicidad”.


*Artículo publicado en la revista Generación Alternativa. "Todos los caminos llevan a Neza." Año 31. Número 155, abril de 2019.


No hay comentarios:

Publicar un comentario