miércoles, 28 de diciembre de 2016

La unión de los opuestos*


Fuck me, Nancy.
Arturo J. Flores.
Revista Marvin Tinta Sonora.
Milvoces/Secretaría de Cultura.
México, 2016.

Fuck me, Nancy aborda un tema muy antiguo, el del amor; pero no cualquier amor, sino del disparejo amor que nace entre individuos de generaciones distintas. Ese sentimiento que para cristalizar, en el mejor de los casos enfrenta el obstáculo de la falta de entendimiento entre las edades; y en el peor, enfrenta hasta la imposibilidad física.

Ya en La Biblia se cuenta que cuando el Rey David era viejo y pasaba fríos dijeron sus siervos “Busquen para mi señor el rey una joven virgen, para que (...) lo abrigue, y duerma a su lado, y entrará en calor mi señor (...)” Y le trajeron a la sunamita Abisag, una hermosa joven que de acuerdo con las costumbres de la época ni siquiera debe haber llegado a los veinte años. Piel suave, cabellera sedeña, pechos turgentes, manos cálidas que sin duda deben haber convertido en paraíso los últimos días del monarca. Sin embargo, también dice la Biblia que “el rey nunca la conoció”, entendemos que carnalmente. Entonces podemos imaginar la cercanía de esa beldad adolescente como un riesgo para el anciano. Como el motivo de sus desvelos y angustias por hacerla suya. ¿Y qué tal que don David se pudo haber muerto en el intento por conocerla?

La diferencia de edades es un problema casi insalvable. Como dice aquel viejo dicho “el corazón no envejece, el cuero es el que se arruga”.Lo malo es que hay algunas partes del cuero que ya no son tan firmes y otras partes del corazón que sufren arritmia. Por eso en el siglo XVI, en Leipzig, Alemania, un senecto hombre de ciencia llamado Georgius Faustus quiso hacer un pacto con el Diablo. No solamente para “conocer” a Margarita, una dama joven que le robaba el sueño, sino para recuperar la juventud. Su búsqueda terminó en una explosión causada por sustancias químicas y un mito que advierte que las uniones entre individuos de distintas generaciones, tienen un alto costo físico y emocional, pero sobre todo, los viejos verdes lo saben, un alto costo económico.

No obstante, el pasar por lo menos unas vacaciones en el bosque con caperucitas veinteañeras, sigue siendo el sueño de muchos lobos que ya pintan canas. Nikos Kazantakis, en Zorba el Griego, les recomienda a los maduros ser liberales y generosos con las mujeres jóvenes. Afirma que esa es la única manera de conquistarlas. O como decimos en México parafraseando a José Alfredo Jiménez “pero voy a sacar juventud de mi cartera”.

El objetivo final, para el hombre en su segundo aire, es buscar la manera de seducir y de mantener una relación con una joven a quien por lo menos se le doble la edad, a falta de doblarla a ella. Ya lo dijo el argentino Roberto Livi en la voz de El Príncipe de la Canción: “Que yo tengo muchas vivencias/ y tú tienes tanta inocencia,/ no saben que nuestro secreto/ es tu juventud y mi experiencia.”

Esa amalgama de juventud y experiencia no solamente son dos de las cualidades que cada vez se exigen más para ocupar una vacante. También es una aspiración de la ciencia y de la poesía. Aunque haya personas de gran sentido común que opinen que la juventud puede considerarse una enfermedad, hasta los poetas como Jaime Sabines reconocen que sólo se puede regresar a ese estado de gracia por el “contagio” de una joven en el lecho.

Un gran paso para esta recuperación se dio en 1983, cuando en una convención anual de la American Urological Association, el doctor Giles Brindley, moderno Doctor Faustus, mostró a sus colegas urólogos el efecto de una pastillita azul. Este medicamento vino a establecer un puente generacional que hizo a muchos hombres maduros abrigar esperanzas y convirtió al viagra en la última panacea del Siglo XX.

Sin embargo, más allá de los pactos con el diablo, del dinero y la milagrería, nos hemos venido olvidando de algo muy importante, el germen de la seducción puede nacer en las miradas o en los gestos o en el fulgor de los cuerpos pero vive especialmente en las palabras. Así nos lo recuerda Arturo J. Flores en su más reciente novela Fuck me, Nancy.

En esta historia el cuarentón profesor de literatura Xavier Balastra, se fascina con la lolita Nancy Posadas. A causa de un resbalón con una cáscara de plátano, Xavier va a dar el resbalón de su vida, el que seguramente le cambiará hasta la forma de coger. Todo esto se dice fácil, pero la dificultad radica precisamente en el duelo de dos mentalidades de épocas muy distintas. Aquí no se va a recurrir a ninguno de los recursos antes mencionados sino a una muy antigua receta de seducción que ya se conocía en oriente desde la Edad Media: la narración, los cuentos.
Con ese recurso Scheherezade convence al sultán de que le perdone la vida. Y con el mismo Xavier persuade a Nancy de volverse a encontrar varias veces en el vestíbulo de un museo. Aquí vale la pena destacar la capacidad transgenérica de estos textos, en los que cuentos de tan sólida factura como “Sólo sobras de Monserrat llevo” o “Sangre irlandesa corazón inglés” están perfectamente engarzados dentro de la historia de Xavier y Nancy. Además el libro ofrece como plus un utilísimo instructivo para enfrentar y devorarse a las caperucitas más exóticas y un vertiginoso relato sobre una vampírica community manager.

En Te lo juro por Saló, Martini para suicidas o Instrucciones para jugarse la vida con Satanás, Arturo J. Flores ya había dado muestras de su versatilidad en el dominio de diversas temáticas que desde las referencia del rock abordan distintos planos del realismo y la fantasía.

En esta ocasión, con Fuck me, Nancy, el multifacético Arturo J. Flores nos demuestra cómo las palabras son el afrodisiaco más potente y cómo en la unión de los sexos se pueden fundir planetas de experiencias completamente opuestas. Así que, como en un nuevo sacramento, ¡lo que los sexos han unido, que no lo separe el mundo y sus prejuicios!

¡Salud y muchas gracias!

Jorge Arturo Borja
Ciudad de México 14 de diciembre de 2016.

*Texto leído en la presentación de Fuck me, Nancy, novela de Arturo J. Flores.

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