Araña en el Espejo
Fue un viernes de quincena, el día de mayor afluencia, no se me olvida. Revuelto el ambiente: el tabaco americano con los aromas empalagosos del sudor rancio. Las parejas se desparramaban de la pista, apretadas y confundidas en el vértigo de timbales y trompetas. Rubén, el mesero del arete, le abrió paso al mensajero fatal: un flaco serio de lentes y gabardina, sin ningún chiste. Imposible encontrar mesa.
Es el verano del 86
al enfermo de la cama 10
nadie llorooó.
Lo fue a sentar al rincón de Paco Téllez, socio de los conocidos: rollo, billete y carita a un mismo tanto, hasta las muchachas lo sacaban a bailar. Parecían amigos en el intercambio de los primeros tragos. Algo se dijeron. El muchacho se levantó molesto y aventó la copa en la camisa del señor.
No se pueede corregir a la naaturaleeza:
árbol que nace doblaao
jamás su tronco endereeza.
Hugo quiso intervenir pero ya los de seguridad venían apartando gente. Don Paco aplomado por los whiskys ondeaba el índice con elegancia mientras el otro se desgañitaba queriendo hacerse oír entre las cumbias. En el intento de levantar la mano, el joven recibió un puñetazo en plena cara y se fue de bruces contra los espejos dejando una araña de aristas en la esquina. Luego de tundirlo a patines y trompones, los meseros lo echaron de mal modo.
No no te quejes por naada.
si del cielo te caen limones
aprende a hacer limonaada.
Los convidados siguieron bebiendo para borrar esa misma noche el incidente. A Paco se le agrió el gesto y, desde entonces, empezó a salir mal en las fotos. A mí, en cambio se me quedó fija la imagen del espejo estrellado y con salpicones de sangre, en donde se fragmentaban las caras y los cuerpos de los asistentes. Incompletos y deformados como un mal presentimiento.
domingo, 10 de abril de 2011
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