domingo, 22 de noviembre de 2009

Desde las puertas de La Sorpresa II

Desde los inicios de La Colonia, la actual calle de Madero ha sido arteria principal. En 1638 Lope Díez de Armendáriz, decimosexto Virrey de la Nueva España, ordena que todo aquel que se dedique a “labrar o vender oro y plata, batihojas y tiradores”, tenga ahí sus tiendas. De este hecho le viene el nombre de “Plateros”.


Así que por motivos comerciales o religiosos esta calle es escenario de multitudes que la recorren a pie o en lujosos carruajes. Esto provoca, ya desde aquellas épocas, desagradables incidentes de tránsito, como el ocurrido en uno de los callejones adyacentes a Madero, el de La Condesa.

Dos lujosos carruajes se encuentran frente a frente sin poder avanzar. Bajan los criados a anunciar a sus señores:

Criado 1: ¡Paso al noble señor don Juan Padilla y Guzmán, Marqués de Santa Fe de Guardiola.

Criado 2: ¡Paso a don Agustín de Echeverz y Subiza, Marqués de la Villa de San Miguel de Aguayo.

Criado 1: No, paso para don Juan Padilla y Guzmán, Marqués... y además ¡Oidor de la Real Audiencia de México!

Criado 2: Si alguien merece el paso debe ser don Agustín Echeverz y Subiza, cuyos antepasados guerrearon por su majestad en ¡Hungría, Transilvania y Perpiñán!

Ninguno retrocede para dar paso al otro. Así se pasan tres días con sus noches hasta que el Virrey manda que retrocedan ambas carrozas al mismo tiempo.

La Casa de los Azulejos

Otro tesoro que guarda la calle de Madero es la Casa de los Azulejos.

El origen de esta construcción se remonta al siglo XVI y sus dueños originales son los condes del Valle de Orizaba.

Don Diego Suárez de Peredo la compra en seis mil quinientos pesos, para heredarla cuando entra de monje franciscano, a su hija Graciana, quien se casa con el conde Luis de Vivero.

Se dice que este conde tiene un hijo muy calavera, más preocupado por las fiestas, la buena ropa y los caballos que por el trabajo y los negocios de su padre.

El Conde, cansado de regañar a su vástago, le dice un día: "Hijo, tú nunca harás una casa de azulejos"; por lo que el muchacho, con el tiempo, cambia su manera de ser y se propone hacer una casa precisamente de azulejos.

La verdad, es que fue hasta fines del siglo XVIII cuando la quinta condesa manda reconstruir la casa y la reviste con los mentados azulejos, así como con otras maravillas de la época.

Desde entonces hasta la fecha esta mansión ha sido fuente de leyendas y acaecidos diversos, incluso se cuenta que en el entresuelo de la misma, una figura del Santo Cristo de los Desagraviados se transfiguró y sudó milagrosamente.

El Palacio de Iturbide

Otro casa de esta calle que también tiene gran historia es la situada en el número 17, conocida como el Palacio de Iturbide o actual Palacio de Cultura Banamex.

Se reconoce por el hermoso tallado de todos los elementos de piedra chiluca de la fachada y por los relieves colocados entre los lienzos de tezontle.

Su primer habitante fue el Marqués de Moncada.

Se cuenta que el Marqués era tan dado a los juegos de azar, que su suegro, para impedirle despilfarrar la dote de su esposa, ordenó a un arquitecto que la gastara toda en la construcción del palacio. Sólo así se explica tanto lujo.

Sin embargo este palacio debe su nombre a otro de sus ilustres moradores, Agustín de Iturbide, quien lo habita antes de instalarse como emperador en Palacio Nacional.

La noche del 18 de mayo de 1822, apenas unos meses después de la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, llega a este lugar una manifestación encabezada por el sargento mayor, Pío Marcha gritando "¡Viva Iturbide libertador de México!"

Tres veces el populacho invita a Iturbide a salir a saludar y a aceptar el trono, y él tres veces se niega.

Iturbide escribe acerca de este momento: "Fue muy difícil para mí porque yo no deseaba la corona, pero la actitud de España no me dejó otra salida".

Sin embargo, algunos historiadores sostienen que esta negativa sólo es un acto histriónico porque el mismo Iturbide había organizado la manifestación.

Lo cierto es que el 21 de julio de ese mismo año, Agustín I es declarado emperador de México.

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