martes, 31 de diciembre de 2013

Brindis por la Poni

A Elena Poniatowska, no la trajo la cigüeña de París, sino la Segunda Guerra Mundial. Descendiente de una ilustre familia en la que hubo un rey, un mariscal de Napoleón, un ministro del Interior y un arzobispo europeos, Elena acabó como una periodista comprometida con las causas populares de México.
Niña de convento, de una clase acomodada en la que se rechazaba a Emiliano Zapata por pelado y salvaje, y a Diego Rivera, el rojo, por haber pintado desnuda a la tía Pita Amor, Elena se fue abriendo paso, casi al mismo tiempo, en el periodismo y la literatura.
En 1953 comenzó a publicar en Excélsior. Cuando supo que había una reportera que usaba el seudónimo de “Bambi”, ella quiso llamarse “Dumbo”. Para fortuna del periodismo mexicano y de Walt Disney, a quien ningún dibujo se le ha convertido en emblema de la izquierda, Elena siguió usando su propio nombre.

En esos primeros años hizo 365 entrevistas a los personajes más importantes de la cultura mexicana. A los veinte años se puso al tú por tú con personalidades de la talla de Carlos Chávez, Cri Cri, Salvador Novo, Alfonso Caso, Renato Leduc, Dolores del Río, Tongolele, y María Félix, entre otras. Armada de su ingenua sonrisa era capaz de preguntarles las peores barbaridades. A Diego Rivera, por ejemplo, en tono de Caperucita Roja le preguntó por qué tenía esos dientes tan grandes, y el increíble Sapo-Rana le dijo que para comerse a “las güeritas” como ella.

En el 57, la beca que le otorgó el Centro Mexicano de Escritores, fue punto de partida de una fructífera carrera, en la que se han alternado novelas y cuentos con ensayo, entrevista y crónica, hasta rebasar las tres decenas de libros. Con La Noche de Tlatelolco ganó el premio Xavier Villaurrutia de 1970, que le iba a entregar el presidente Luis Echeverría, razón por la cual Elena lo rechazó dignamente en carta pública preguntando que “¿quién iba a premiar a los muertos?”
Más allá de los galardones que ha obtenido en México y en el extranjero, Elena ha conseguido el reconocimiento que más le interesa: el de varias generaciones de lectores que de la mano con su escritura han aprendido a conocer y a valorar a México. Para darse una idea de la dimensión de sus lectores, baste un dato: La Noche de Tlatelolco (Era, 1970) lleva 60 ediciones y más de 400 mil ejemplares vendidos, y eso sin contar las ediciones pirata que la homenajean a su manera.

Los mundos de Elena

Elena Poniatowska es una mexicana comprometida con las mejores causas del país. Sin embargo, en su literatura no acepta otro compromiso que el de escribir bien lo que escribe. En su obra se reflejan las dos partes más dominantes de su personalidad. La cartesiana y lógica que le viene de Francia; y la mágica y espontánea que le transmitió nuestro país. Es valiente como Juana de Arco y aguerrida como Borola Tacuche de Burrón.
De ella se ha dicho casi todo: que adora los pájaros, los jardines locos, el mole de Oaxaca y la comida francesa, pero no cree en los hobbies ni colecciona nada. Que a pesar de que tiene miles de libretitas en las que apunta las cosas, de vez en cuando le viene cierta angustia porque piensa que no sabe de lo que escribe o desconoce los temas que pretende tratar. Que se siente más cómoda cuando está sola en su casa escribiendo y sobre todo le gusta su capacidad de trabajo porque sabe que no se va a fallar. Que una de las cosas más importantes que ha aprendido en la vida es a no ser incondicional de nadie y que la palabra que más repite es “frágil”.
En sus páginas han encontrado cuerpo y voz personajes entrañables que han sido modelados con la materia prima de la realidad. Su preocupación por lo popular y por las palabras que lo expresan, revela una pasión que rebasa el mero retrato sociológico o pintoresquista. De su relación con los más humildes, la propia autora ha dicho: “Esa gente me daba un mundo, unas sorpresas que no me daba mi clase social. Nadie me había dicho nada tan importante como lo que me dijo Jesusa Palancares” la protagonista de Hasta no Verte Jesús Mío (Era, 1969).
Otra característica que resalta en su obra es la visión optimista y esperanzada con que aborda los asuntos más oscuros. No se rasga las vestiduras ni ahonda las heridas sociales, simplemente observa y apunta las virtudes de los más débiles y señala los abusos de los más fuertes. Se puede afirmar de su prosa, lo que dijo Neruda de los poetas populares: “con ojos conocedores de la vida/ sostuvieron en su canto una rosa/ y la mostraron en los callejones/ para que se supiera/ que la vida/ No será siempre triste”.
Por lo general los escritores que más admiramos, a veces nos defraudan como personas. En cambio con Elena sucede lo contrario, la figura pública va en congruencia con la persona íntima. Así lo han confirmado la gran cantidad de amigos y admiradores que tiene. Es la única persona que fue a la vez, amiga de Octavio Paz y del Santo, el enmascarado de Plata. Es posible que solamente en ella se encuentren mundos tan radicalmente opuestos.

Un premio polémico

Con la obtención del premio Cervantes 2013, la propia Elena ha levantado la polémica entre aquellos exquisitos que no la consideran merecedora de ese “Nobel en español”, y su enorme público lector que ha dado la bienvenida a tan justo reconocimiento como uno más de los premios internacionales que revaloran la literatura mexicana.
Cabe mencionar que este año que termina, la literatura nacional se ha cubierto de gloria. Han recibido premios internacionales autores mexicanos de distintas generaciones y por obras de los más diversos géneros. Álvaro Enrigue (1969), fue distinguido con el Premio Herralde de España por la novela Muerte Súbita; Guadalupe Nettel (1973) obtuvo el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero de España, con su libro Historias naturales; Cristina Rivera Garza (1964) ganó el Premio Roger Caillois 2013 de literatura latinoamericana, en Francia; Francisco Gerardo Haghenbeck (1965) fue reconocido con en España con el Premio Nocte 2013, por su novela El diablo me obligó (Suma de Letras, 2011); Ricardo Ravelo (1966) ganó el premio Rodolfo Walsh, para literatura de No ficción, con su libro Narcomex, historia e historias de una guerra, en la Semana Negra de Gijón, también en España; Jorge Zepeda Patterson (1952) fue reconocido por la mejor novela del año, Los corruptores, en la compañía digital iTunes; Juan Carlos Quezadas (1970) obtuvo el Premio Norma de Literatura Infantil por su novela Shin, en Colombia; y Alejandro Almazán (1971) recibió el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo en la categoría de Crónica y Reportaje por su trabajo “Carta desde la Laguna” publicado en la revista latinoamericana Gatopardo. Para coronar esta lista de escritores mexicanos premiados, Fernando del Paso recibió el Premio Internacional Alfonso Reyes por su “vasta obra”.


Finalmente, el Premio Cervantes que se entregará el 23 de abril del 2014, reconoce en Elena Poniatowska un estilo de escritura cuyas temáticas parten de la realidad más filosa, y para su tratamiento toman todos los recursos de la ficción más compleja. En la misma línea que se originó en el siglo XVI con las crónicas de indias y tuvo sus mayores exponentes comerciales en las fantasías del realismo mágico, la Poni continúa escribiendo las verdades dolorosas y transmitiendo las voces profundas de un país que no acaba de encontrarse consigo mismo.
¡Salud por eso! 

1 comentario:

  1. Un gran escritor hace homenaje a una gran escritora mediante un texto deslumbrante y esclarecedor. Gracias, querido Borja, es un excelente y merecido homenaje a la Poni.

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