miércoles, 19 de octubre de 2011

La vida en tres tiempos

Mariana con M de Música.
Eusebio Ruvalcaba.
Editorial Bastardos de la Uva.
México, 2011.

Se ha dicho que los escritores son seres que viven intensamente y por eso se consumen más rápido que cualquier otro mortal. Tal vez esta aseveración sea un lugar común, una leyenda. Sin embargo, encierra cierta verdad. Esto no significa que el escritor nazca mejor dotado que otros individuos para percibir el mundo que lo rodea, sino que su vocación le exige adiestrarse en la búsqueda de la materia prima con la que crea su obra.
            Esta búsqueda lo obliga a vivir más que los otros porque agudiza sus sentidos para que nada de lo que ocurre a su alrededor escape a su atención, ejercita su memoria para rescatar aquello que se pierde entre el vértigo de los días, apura sus emociones hasta el fondo para conocer motu proprio los resortes de la naturaleza humana, pero sobre todo vive en los planos sutiles de su imaginación.
De esta manera, puede afirmarse que el escritor es capaz de vivir simultáneamente en tres tiempos. En el presente que le traen los sentidos, en el pasado que le reviven la memoria y las emociones, pero principalmente en el futuro que genera su imaginación.
La mezcla de estas posibilidades, más los conocimientos técnicos y la experiencia de la práctica, dan por resultado la obra. No obstante, para que ésta tenga algún valor hacen falta dos cualidades que no se hallan en cualquier escritor: el talento y la sensibilidad. Estas son precisamente dos de las características que se revelan en los textos de Eusebio Ruvalcaba.
Heredero y continuador de una estirpe de artistas de la música, Ruvalcaba ha perseguido la difusión de esta disciplina a través de las palabras, y con éstas, en el género literario que más quiere parecerse a la música: la poesía.
Como resultado de este afán, hoy se presenta Mariana con M de Música, un libro que demuestra los recursos y la experiencia acumulados por su autor a lo largo de más de tres décadas de escritura. En él se reconoce no solamente el oficio del poeta sino la expresión más íntima del hombre.
Este libro bien puede ser una novela escrita en verso, la historia de una relación tormentosa que se inicia con el roce de una mano en una mesa y culmina con una braga perdida en el bote de basura. Pero también es el retrato de una mujer, de La Mujer que el autor dibuja en claroscuros.

 “Su signo zodiacal es libra,
y es capaz de rescatar a un perro atropellado.”
.
“Es buena anfitriona
y suele entregarse a sus ilusiones
a veces con demasiada confianza
sin pensar en las consecuencias.
Sus ojos son de color verde charco,
y es fan de Diane Arbus.
Lee tratados de homeopatía y filosofía”.

“Mariana, la de las alas trémulas
capaces de desplegarse y remontar el vuelo
hasta donde las cosas cambian de nombre.”
  
Entre sus páginas se pasea desnudo y resplandeciente un cuerpo femenino, que el autor describe con la acuciosidad del anatomista y la fantasía del erotómano.

“Cierro los ojos y entreveo tus pezones.
Tus pezones también me ven.
Son dos ojos que apuntan hacia mí.
Descubren la lujuria –única diosa
en la que creo, al lado de su pareja:
el azar atroz–, advierten este deseo
que eriza mi piel, que pasa la lengua
en tus muslos interiores, que lame tu sexo
como se lame la pulpa de un mango.”

“Me abrazas con tus piernas.
Con tus piernas al cuello
me dices que me amas.
Pero no sé si es tu voz
o tu sexo el que me habla
de boca a boca.”

 Esta novela-poemario-manual de anatomía, también es un concierto en el que Eusebio Ruvalcaba dirige a los ejecutantes, y Mariana es al mismo tiempo los instrumentos, la partitura y la música de los grandes maestros. Bach, Mozart, Beethoven, Brahms, Chopin y tantos otros, encuentran su evocación en este texto.

“El quinteto de Schumann se respira en tu pelo
–ese furioso quinteto que Schumann compuso
en una ausencia de su esposa Klara–,
y La muerte del cisne de Schubert se distingue
en el más lejano sopor de tu mirada.”

“Oye, Mariana,
¿en qué tono quieres que te declare mi amor?:
¿en mi mayor,
el del Octeto de Louis Spohr?,
¿en mi menor,
el del trío de Shostakovich?,
¿en yo sostenido menor,
el que se desvive por darte un beso?,
¿o de plano en yo sostenido mayor,
el que te pone con delicadeza
tu vestido negro?”

“Mariana: cuando toques
en un piano de cola
revisa que nadie ande
bajo el instrumento.
Ni siquiera Mozart.”

Esta obra literaria, como todas las de sólida y apasionada construcción, también puede ser una casa que visiten los lectores. Una obra en que Eusebio fue a la vez alarife y albañil, y Mariana fue el plano, los ladrillos y el cemento. Casa de cristal y espejos que permite a la mirada penetrar hasta sus más recónditas intimidades; casa de alcobas luminosas donde los amantes se entregan salvajemente; casa de música y gemidos, de flores y vino, de piano y paredes graffiteadas con poesía.

“Mientras tus piernas desnudas
se enroscan en la sábana,
y yo te digo que te amo sin decírtelo,
que por ti daría la vida sin decírtelo,
atenido a la metáfora.
Mientras todo esto acontece
y el sol entra a espadazos a la habitación.”

Mariana con M de Música podría ser también el nombre de una avenida que empieza en Tepepan, pasa por Tlalpan y atraviesa la Villa Panamericana hasta llegar a Bellas Artes para luego abrirse en una fina red -como las venas que se ven a trasluz en una mano- de callejones sombríos con nomenclaturas extrañas: el romántico callejón Salido donde los balcones de una y otra acera se juntan para permitir que los amantes se besen, la torva calle de López repleta de antros de mala muerte -engarzados uno tras otro como un collar de perlas negras-, la cerrada Ruvalcaba llena de hoteles sin estrellas y de inquilinos que nunca duermen.

“Comprendo que el amor es un juego
de cartas. Cierto callejón sin salida.
Cuya entrada sólo les está franca
a los inconscientes, a los desvalidos.
A los que desvían la mirada del sol.”

Este manual de música o poemario de 95 páginas o 122 poemas, o poema largo de 2290 versos más 25 acepciones del Diablo Amoroso, en realidad no es más que una solitaria y delirante declaración de amor con diccionario.
En su lectura se vive la intensidad de los sentidos, de la memoria, de la imaginación, pero sobre todo la intensidad de un hombre que se consume a fuego lento entre las llamas de una pasión desesperada.

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