Antonio Helguera
(Fragmento de entrevista para la serie radiofónica Entre Hombres sin vergüenzas, de Radio Educación).
Nacido en la Ciudad de México en 1965, Antonio Helguera se inició muy joven en el periodismo. Aunque estudió grabado en la Escuela de la Esmeralda se dedicó a explotar la veta de su talento haciendo el retrato cómico de la clase política mexicana. Sus cartones de La Jornada, Proceso y El Chamuco han puesto el dedo en la llaga de la tragedia nacional pero siempre con una sonrisa. Helguera ha declarado en entrevista a Julio Hernández López que nuestro panorama político “con Fox era chistoso, con Felipe Calderón Hinojosa es siniestro.”
Vi por primera vez a Helguera en una presentación de un libro de Rius. El público que abarrotaba la sala le festejaba a carcajadas el sketch en que caracterizado como Madam Tranzú predecía el futuro del sexenio. Fui a invitarlo a una entrevista por televisión. Contestó las preguntas del conductor con la agudeza mental y el humor ácido que lo caracteriza. En su estudio, rodeado de libros y frente a la mesa de trabajo en donde está terminando el cartón de mañana, Antonio Helguera se muestra cauteloso, como un joven inseguro de sus respuestas y no como el cartonista que ha obtenido dos veces (1998 y 2002) el Premio Nacional de Periodismo en caricatura política.
Jorge Borja.- ¿Qué se necesita para ser monero?
Antonio Helguera.- No lo sé, se requiere ser mal estudiante. Yo fui mal estudiante en la secundaria y en la prepa, me dedicaba a dibujar y como resultado de eso mis calificaciones no eran muy buenas. Pero hablando más en serio también influye tu formación, la mía era una familia un poco politizada donde se discutían cosas de política y llegaban siempre los periódicos. Yo recuerdo desde muy chico haber visto a mis papás comentando una caricatura de Abel Quesada en el Excélsior, yo era muy chico pero se me grabó. Después la vi pero no entendí nada, también recibíamos Proceso, el Uno más uno. Yo siempre tenía las cuestiones políticas muy presentes y la caricatura me gustaba y en casa había muchos libros de Rius, crecí muy influenciado por todo eso.
JB.- ¿En tu infancia había algún caricaturista que te gustara especialmente?
AH.- Había la colección completa de Asterix, de Tin Tín, había una colección muy completa de la revista Chanoc que era muy buena dibujada por Ángel Mora y con argumento de un señor llamado Pedro Sapián, que era genial. Yo las leía y las releía, también estaban los libros de Quino, Mafalda y muchas… así que a mí me gustaba leer y releer. Siempre me influenciaron, cuando hacía dibujos lo hacía teniendo en mente las viñetas de Tin Tín y de Asterix.
JB.- ¿Tú ya sabías que querías ser caricaturista?
AH.- No, fue una decisión bastante irresponsable porque ya cuando está uno en prepa y te exigen qué vas a hacer de tu vida, qué vas a estudiar y yo la verdad como era muy torpe en toda la cuestión de matemáticas, química, y como había tenido un tío abogado de los que todos hablaban muy bien dije: voy a estudiar Derecho, como quien dice voy a ser veterinario o cualquier cosa, y yo recuerdo que hice el examen para ingresar a la UNAM y me fui a inscribir a la Facultad de Derecho y me bastó estar el día de las inscripciones para darme cuenta que yo no pertenecía ahí ni nada y renuncié. Y decidí que iba a dedicarme a hacer caricatura, fue una decisión tomada igual pero al menos sabía que me llamaba la atención, pero realmente no tenía idea de que era un oficio realmente difícil y que tampoco es fácil conseguir trabajo de monero, pero como tenía 17 años lo decidí así tal cual, para escándalo de mis parientes, y tuve suerte porque recuerdo que fui a pedir trabajo al periódico El Día, llevaba una carpeta con dibujos que había hecho y me contrataron. Claro, esa carpeta yo la había hecho a lo largo de varios meses, me tomaba mi tiempo para mis dibujos, y ya que me contrataron tuve que trabajar todos los días, seis días a la semana. Y la primer semana me di cuenta que me había embarcado en algo serio. Las primeras dos semanas sufrí mucho, empecé a agarrarle gusto y empecé a cobrar mis quincenas que eran muy magras, en primer lugar porque era principiante y en segundo, porque el periódico era de poca circulación y muy pobre pero eso me bastó para estimularme.
JB.- ¿Cuál es el personaje que más has dibujado?
AH.- Yo no me he puesto a contar pero es probable que sea Fox, lo caricaturicé hasta quedar harto de él. Al final de su sexenio yo no quería hacer un dibujo de él nunca más. Cuando empecé a trabajar en El Día comencé en la sección internacional, por supuesto ahí no hacía caricatura de los presidentes mexicanos, además era un periódico oficialista, entonces no había chance. Entré a La Jornada en el año de 85 pero no a hacer cartón editorial inmediatamente sino también a la sección internacional y en la página de correo hacía viñetas. Empecé a hacer caricatura política propiamente, unos años después, era el sexenio de De la Madrid y no era fácil en esa época meterse con el presidente. En esa época hice unas caricaturas de él y no todas se publicaron, tenía 19 años y comencé a hacer cartón editorial a los 20 más o menos. Recuerdo una vez que, ya hacia el final de su sexenio, De la Madrid se expresó muy agriamente de los intelectuales de cubículo y los críticos de café y recuerdo que hice un cartón de eso, no era un cartón muy agresivo ni nada pero me metía con el presidente por eso y recuerdo que se lo llevé a Granados Chapa que era el subdirector del periódico y me dijo “no deberíamos publicar esta caricatura pero sí lo vamos a hacer”. Y le dije “pues don Miguel Ángel, es que De la Madrid no debería expresarse de esa manera”. Granados Chapa me apoyó: “por eso sí la vamos a publicar”. Te lo platico porque era inusual publicar caricaturas del presidente en esa época. Durante esos años José Carrera Carlón fue subdirector de La Jornada. También y recuerdo una vez que hice un cartón que me gustaba mucho porque el presidente De la Madrid había salido de gira internacional y regresó a México justo un 12 de diciembre, día de la Virgen, y ya sabes cuando el presidente regresaba de una gira, en la época priísta, eran las grandes loas, toda la prensa oficialista, que era toda, y la televisión se volcaban. Entonces yo hice un cartón de De la Madrid como la Virgen con sus veladoras, y ése si no me lo publicaron. Esa vez me tocó discutirlo con Carreño y yo le daba mis argumentos, era muy joven, y parte del chiste de este oficio es que no sólo aprendes a hacer las caricaturas, es también aprender a defenderlas, argumentarlas, y yo recuerdo que mal que bien, me defendía con Carreño y le decía que ya chole de adorar al presidente como si fuera la Virgen y se me quedó muy grabada la frase de Carreño que dijo “No, no, mira, no le des pellizcos en los huevos al toro”. Después vino la época de Salinas que fue peor no nada más por esa tradición vieja de no meterse con el presidente sino porque Salinas era obsesivo con su imagen, sus jefes de prensa eran muy amenazantes y su Secretario de Gobernación impresionaba mucho. La Jornada en esos años, el Proceso también, estaban continuamente asediados por el gobierno y publicar una caricatura del presidente era verdaderamente milagroso. En la época de Salinas yo hice unos cuantos cartones nada más, pero en el último año de su sexenio en 94, sacamos Rius, el Fisgón y yo la revista El Chahuistle. La hicimos, precisamente con la intención de publicar todo lo que no se había podido publicar durante ese sexenio, no sólo los cartones que nosotros teníamos ganas de hacer sino hasta los chistes que se hacían en la calle de él, chistes incluso sobre la muerte de Colosio y todo eso. Y nos desquitamos en El Chahuistle. Después vino Zedillo, y ahí el control sobre la prensa se diluyó y yo creo que contribuyó, no hay mal que por bien no venga, la debilidad del régimen por el homicidio de Colosio, luego el de Ruiz Massieu y luego la crisis financiera, el famoso error de diciembre, debilitaron mucho el poder presidencial y además yo creo que el presidente Zedillo estaba más preocupado en leer el Wall Street Journal y en pedirle prestado a Clinton, que en vigilar lo que se decía en los periódicos mexicanos. En ese sexenio realmente se abrieron mucho los espacios y las posibilidades de libertad de expresión, no quiero ser inmodesto, pero creo que nosotros contribuimos en eso. Nosotros dejamos de sacar El Chahuistle por un problema con el editor pero en el año de 96 volvimos adelante con El Chamuco y la intención de El Chamucho era esa, ya romper de una buena vez por todas con todos esos tabúes y nos metimos duro y directo con Zedillo todo el tiempo, lo caricaturizamos mucho, no sólo a él, también a la Iglesia, al Ejército y a todos aquellos intocables que los mitos protegían. En esa época en el periódico nos pudimos meter con bastante libertad con Zedillo y bueno, ya después vino Fox y ahí sí ya, ese margen de libertad que nosotros nos habíamos abierto, ganado, se mantuvo, se mantienen hoy en día esas libertades. Hoy en día caricaturizar al presidente se me hace de lo más normal, la verdad es que en los espacios en donde publico lo puedo hacer con bastante libertad, en La Jornada, el Proceso, y por supuesto, en El Chamuco. Pero nada más para cerrar y contestar tu pregunta, por su carácter, por su estupidez, por las cosas que decía y hacía, creo que de quien más caricaturas he hecho es de Fox, es decir, prácticamente daba tema diario.
Yo estaba en plan de aprender
JB.- Como entraste tan chavo, te toco trabajar con varias generaciones de moneros que te antecedieron, ¿cómo fue tu relación con ellos?
AH.- Esta relación comenzó con el Fisgón porque yo en esa época en que comenzaba a publicar en El Día, estamos hablando de los años 83-84, fui alumno del Fisgón. Él en esa época daba un taller de caricatura, era un taller muy bueno, muy completo, y yo tuve la fortuna de ser su alumno, aprender mucho con él, y más allá de su taller yo seguí aprendiendo con él, sobre todo cuando entré a La Jornada, porque yo trabajaba directamente con él y con otros compañeros, con Magú, con Ulises, que en esa época publicaba en La Jornada, con Rocha, con Amado. Yo era el más joven de todos y esa época, esa fue mi escuela, aprendí directamente con ellos y seguí aprendiendo después, cuando hicimos El Chamuco, porque ahí, no solamente seguí trabajando con el Fisgón, nada más entre paréntesis, habíamos establecido una dinámica de trabajo diaria que era muy eficaz, porque trabajábamos en la oficina del periódico y analizábamos los temas que había, pensábamos las ideas de los cartones, nos las consultábamos. Trabajamos juntos diario durante muchos años y yo aprendí muchísimo con esa relación tan cercana con él y fue Rius el que le pidió al Fisgón ayuda para sacar una revista y el Fisgón me convocó a mí, por eso empezamos los tres. Pero al poco tiempo se sumaron más gentes a ese proyecto. Gentes como Patricio, como José Hernández, ellos son de mi generación, son de mi edad, extraordinariamente talentosos, entonces yo tuve el privilegio de aprender directamente de gente como Rius de una generación intermedia como es la del Fisgón y de colegas de mi generación como son José Hernández y Patricio, de todos ellos yo aprendí. Siempre asumí que más que enseñarle a nadie yo estaba en plan de aprender y a eso me dediqué todo ese tiempo, a aprender de ellos, a aprender de su talento, de su capacidad creativa, etc. Siempre me sorprendió mucho la capacidad de Rius, por su creatividad, su ingenio, él es capaz de idear secciones ingeniosas para una revista, se le ocurren un montón de ideas y lo mismo se puede decir de José Hernández aunque él empezó una caricatura muchos años después que Rius, por supuesto, e incluso después que yo o que el Fisgón. La inventiva de José Hernández siempre me ha llamado mucho la atención y a la fecha sigo trabajando con él, no sólo en El Chamuco sino en la página que hacemos juntos en Proceso. Para mí siempre ha sido una cosa de aprendizaje continuo con él porque es un hombre muy talentoso y muy ingenioso.
JB.- ¿Hay algún tema que se te haya ocurrido y que al final no lo hayas querido abordar?
AH.- Bueno, más que eso, lo que es más común es que no haya podido abordar porque de repente hay temas que uno dice, tengo que abordar, tengo que hacer un cartón de este tema, es importante, y no se te ocurre nada, y entonces lo tienes que abandonar y dedicarte a otro tema. Eso es muy frecuente, pasa casi diario, bueno, al menos a mí me pasa diario. Otros motivos para no abordar un tema es no entenderlo a cabalidad, creo que si tenemos una responsabilidad y eso lo digo por mi propia experiencia, no como caricaturista sino como lector de caricatura. Cuando era yo muy joven y justo antes de empezar a publicar, yo en buena medida forjé mi criterio y mis ideas políticas a través de la caricatura, o sea, a mí me politizó Rius, yo entendía “es un país muy complejo en el que vivimos” y entender la realidad cuando eres un joven de 16 o 17 años es muy difícil, entonces yo recuerdo que a mí me traducían la realidad los cartones de Naranjo, los de Helio Flores, los de Rius, entonces creo que sí tenemos una responsabilidad y sí me he dado cuenta que nuestro público es gente joven, cerca de esa edad, entonces creo que si no tienes claro un tema, lo honesto es no abordarlo hasta que no lo entiendas completamente.
Un caricaturista debe estar muy bien informado
JB.- ¿Si no hubieras sido caricaturista, qué te hubiera gustado ser?
AH.- Pues no sé, a lo largo de la vida he tenido etapas en que he pensado muchas cosas que me hubiera gustado ser, cuando era más chico, hubiera dado cualquier cosa por ser maquinista de tren, eso me encantaba. Incluso a la fecha me llama la atención. Todavía a estas alturas me gustaría manejar un tren algún día, no dedicarme a eso, es algo con lo que he soñado, y no hablo de sueños despiertos, sino sueños reales, cuando estoy dormido sueño que manejo trenes. He sabido de tipos como yo que les gustaban los trenes y que llegaron a cumplir su sueño y manejaron un tren. Esas son las fantasías, no te puedes subir a un tren ni manejarlo así nomás, eso es muy difícil de llegar a hacerlo, pero siempre he querido hacerlo, y de chico pues mi sueño era ser maquinista. En otras épocas hubiera dado lo que sea por ser cantante de ópera, hubo una época en que me gustaba mucho, la oía mucho. En esa época pensé que me hubiera gustado ser pianista, y hasta estudié piano, pero estoy negado a todo eso. La música me gusta pero soy incapaz de cantarla, ejecutarla ni mucho menos componerla. Quizás no he deseado ser muchas cosas más, lo que hago me gusta mucho, realmente. Lo que sí he deseado siempre es tener más aptitudes para lo que hago, es decir, llevo veintitantos años de caricaturista y alcanzar un nivel de calidad en mi trabajo que me satisfaga a mí mismo, más o menos, no al 100% me ha tomado mucho tiempo y muchos años, es decir, hay muchos caricaturistas que han logrado eso en mucho menos tiempo y quizá con mucho menos esfuerzo. Me hubiera gustado tener más aptitudes para lo que hago, ser un mejor dibujante, dibujar mejor de lo que sé hacerlo, tener más sentido del humor del que tengo, que es muy poco.
JB.- ¿Cómo mides el sentido del humor?
AH.- El sentido del humor es algo natural, algo que la gente que tiene sentido del humor lo hace espontáneamente y, por ejemplo, el Fisgón es un caricaturista que tiene un sentido del humor natural, el tipo es así, hablas con él y hace chistes solito y a la hora de hacer el cartón se le ocurren dos, cuatro, seis, chistes. Y a mí no, difícilmente hago humor cuando converso, a menos que sea un ambiente muy relajado, te relajas lo suficiente para hacer buen humor, por ejemplo para hacer mi trabajo diario requiero mucha concentración y mucho esfuerzo para que se me ocurra una idea que contenga algo de humor. Además mis ideas contienen poco humor si tú las revisas, mi humor es algo así como muy sutil, es el que me sale, el que puedo hacer, el que he aprendido a hacer, porque lo tuve que aprender, porque de manera espontánea no tengo sentido del humor, o no mucho. Por ejemplo, yo recuerdo que mi hermano, es mayor que yo, era un hombre que hablaba haciendo chistes y construía ideas y frases graciosas todo el tiempo y yo nunca tuve esa capacidad, la tuve que desarrollar y probablemente, esa ha sido una de las tareas más arduas en mi oficio, porque es un ingrediente inherente e imprescindible de la caricatura de humor, entonces a huevo debes tener un poquito de humor y yo lo tuve que fabricar
JB.- ¿Qué consejo le darías a alguien que quiere ser caricaturista?
AH.- Pues que mejor se dedique a otra cosa, te voy a decir por qué, no hay muchos espacios donde conseguir trabajo, si tú vas a un periódico existen dos, tres o quizá hasta cinco caricaturistas, como en La Jornada, plazas de reportero hay muchas, en un periódico como La Jornada debe haber alrededor de 80, en otros periódicos debe haber más, además, la planta de reporteros es móvil, muchos reporteros entran, están un tiempo y pasan a otro medio, entran nuevos, así. Pero para hacer las caricaturistas de un periódico son los mismos siempre, es raro que uno renuncie; pasa, hay caricaturistas que renuncian pero esa plaza se cubre a los dos días o al día siguiente, o nos quedamos ahí hasta que nos morimos o nos jubilamos. Entonces no hay espacios donde publicar. Nosotros hemos tratado de abrir espacios nuevos, El Chamuco es eso, una de sus intenciones es esa, convertirse en un espacio para gente nueva, que no tiene espacio, pero también es limitado, no cabe mucha gente tampoco ahí. No es fácil vivir de eso, ganar dinero suficiente de la caricatura, hay caricaturistas que ganan mucho dinero, eso sí, pero muy poquitos, y hay muchos caricaturistas que ganan muy poco. Y existimos algunos que estamos en el término medio, pero es arduo llegar a ese punto, tienes que trabajar mucho y durante muchos años para ganar más o menos. Entonces no es fácil dedicarse a eso, pero quien lo quiera hacer, la única recomendación que puedo hacerle es que debe ser muy profesional y eso significa ser muy riguroso también con su trabajo. No importa cuán talentoso seas o cuán poco talentoso seas, si te vas a dedicar a ser caricaturista tienes que ser muy riguroso y muy autoexigente siempre y todos los días. Un caricaturista debe estar muy bien informado y no me refiero sólo a leer los periódicos, me refiero a conocer la historia, al menos de tu propio país, pero también debes tener nociones elementales de cultura general, de historia mundial, etc. Creo que un caricaturista requiere un respaldo de cultura general muy amplio, lo más amplio posible que se pueda. Mientras más referencias tengas, más amplio será tu trabajo, mientras menos referencias tengas más cerrado y más estrecho será. Un caricaturista debe leer mucho, debe ver cine, conocer de pintura, de gráficas, de artes plásticas, de grabado, de escultura, es importante todo eso. He conocido casos de caricaturistas jóvenes con mucho talento para dibujar, pero con una cultura muy escasa y se refleja inmediatamente en su trabajo. El problema de este trabajo es que es muy transparente, si eres tonto e inculto lo reflejas inmediatamente. Si eres agudo, tienes una cultura rica, eres inteligente, si estás informado, se deja ver. Basta con agarrar los periódicos, comparar las caricaturas y te vas a dar cuenta. Se adivina la personalidad del caricaturista inmediatamente, mucho más que en cualquier oficio. El problema de este trabajo es ése, que no puedes esconder lo pendejo.
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