Con el paso de los años y a pesar de la preferencia mercadológica por la novela o los libros de superación, el cuento sigue siendo la piedra de toque para el lector que busca en su unidad de impresión y sus desenlaces sorpresivos el encuentro con las verdades desnudas de la existencia. En su devenir narrativo se van desmontando las convenciones y mentiras de la cotidianidad para exhibir de manera flagrante las intenciones materialistas o los resortes emotivos de sus personajes, que en el breve recorrido de cada historia acaban reducidos a sus impulsos primigenios. En su escritura entran en juego muchos de los elementos de la narrativa de mayor aliento, como la construcción de la atmósfera, el arco dramático de los protagonistas, el desarrollo lógico y el desenlace contundente, pero todos ellos entramados en un espacio mucho más reducido. Por esa habilidad para lograr esta urdimbre es que los escritores ensayan sus armas novelísticas en este género.
Sin embargo los cuentistas son personas aparte. Si bien es cierto que los grandes autores intentan distintos géneros, los cuentistas dominan uno de los más complejos. Tal vez por ello, quienes se atreven en el ejercicio del cuento son personas que poseen una mirada especial sobre el mundo y que, de alguna manera, pueden considerarse excéntricos o incluso inadaptados, por decir lo menos.
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De reciente ingreso en este cuerpo de arqueros que apuntan al sol, se encuentra Gonzalo Trinidad Valtierra, quien no es invidente, ni suicida ni alcohólico, pero que también aspira a dominar el género breve. En su primer libro Dios prefiere a los bastardos, hace gala de sus recursos narrativos. Escenarios de la costa y la ciudad, personajes en camino hacia el abismo o habitantes del infierno de las emociones: el asesino a punto de dar el golpe, los blancos ambiciosos y racistas, el proxeneta en busca de su mercancía. En sus historias conviven la violencia y la ternura, se exhiben la paradoja y la locura como resultado de las contradicciones, tal como ocurre en la vida misma.
Es de celebrar que aún existan autores que lejos de estructuras metanarrativas y laberintos posmodernos, se ocupen de los intersticios en los que supura nuestra materia más humana. En este intrincado artificio que es el cuento, hecho de mentiras y de sueños, Gonzalo Trinidad alcanza las verdades literarias que dan sentido a nuestros desatinos. En Dios prefiere a los bastardos, el autor escudriña a sus personajes con la mirada de la divinidad, con pasión y compasión, y los mira como a las creaturas que nunca van a poder cristalizar la gran promesa que alguna vez representaron.
Jorge Arturo Borja. Ciudad de México, octubre de 2018.
*Prólogo de Dios prefiere a los bastardos, cuentos de Gonzalo Trinidad Valtierra, Vodevil Ediciones, México, 2018.
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