domingo, 24 de enero de 2010

Instrucciones para prevenir el ecocidio

(A fines del año pasado la Universidad de Guadalajara y la Semarnat editaron el libro El planeta no tiene quien lo enfríe, una compilación de ponencias sobre ecología que se presentaron en el encuentro denominado "El calentamiento climáxtico, aportes al protocolo del Kyote", convocado y organizado por la maestría de educación ambiental de la Universidad Pedagógica Nacional. Entre los participantes se encontraban Eusebio Ruvalcaba, Fedro Carlos Guillén, Leo Mendoza, Marcial Fernández, Carlos Martínes Rentería, Rafael Tonatihu Ramírez y Carlos Bortoni. Los compiladores fueron Javier Reyes Ruiz y Elba Castro. A continuación aparece la ponencia que leí ante los estudiantes de posgrado, funcionarios ambientalistas y escritores reunidos para este evento.)

Afirma el escritor Edward Gibbon que la historia "es realmente el registro de crímenes, locuras y adversidades de la humanidad". La crónica del poder es el cuento que refiere cómo unos individuos ambiciosos, usando la mentira y el asesinato, se imponen sobre otros individuos ambiciosos que usan métodos menos efectivos; y luego en la crónica de las naciones se narra cómo unos pueblos ambiciosos, mediante las ideologías y las guerras imponen su voluntad sobre otros pueblos más débiles y atrasados tecnológicamente. La vida del hombre sobre la Tierra es un interminable catálogo de iniquidades y desgracias.


Con menos autoridad académica pero con mayor vehemencia, lo mismo afirma el tango "Cambalache", de Enrique Santos Discépolo: "El mundo fue y será una porquería ya lo sé/ en el 510 y en el 2000 también". El hombre es el lobo del hombre. Las sociedades siempre acaban divididas en dos clases principales: la gran mayoría que sobrevive de crisis en crisis y los pocos privilegiados que viven en bonanza gracias a esas crisis.

Para remediar esta situación los místicos, los nefelibatas y los revolucionarios de todas las épocas han engendrado las utopías. Desde la venida "del reino de Dios" de los cristianos del primer siglo de nuestra era, "la sociedad sin clases" de los comunistas del XIX, hasta "la sociedad del bienestar del libremercado" pregonada por los tecnócratas de los ochenta, son muchos los profetas que han vaticinado el cambio de rumbo hacia la luminosa Arcadia. La consolidación del poder papal, la caída del muro de Berlín o las crisis financieras han terminado de golpe con esos sueños guajiros.

La segunda mitad del siglo XX y la primera del XXI han sido pródigas en las declaraciones y buenas intenciones que constituyen nuestras nuevas utopías: convenciones, congresos y cartas universales como remedio para un mundo en donde todavía existen problemas seculares como las guerras, la desigualdad, la esclavitud, la explotación y la discriminación, a los que se han añadido preocupaciones nuevas como el deterioro ambiental.

Los problemas son distintos, el procedimiento es el mismo: para cada uno hay un congreso, un acuerdo o una declaración de principios que suscriben representantes de la mayoría de los Estados. Se nombran comisiones, se llama a la acción, se hacen campañas y programas de televisión donde aparecen funcionarios con cara de buena gente y presupuesto muy limitado, se elige un día del año para conmemorar la lucha contra "este cáncer que destruye a la sociedad" y, finalmente, sólo unos cuantos necios continúan protestando hasta el año siguiente en que se vuelve a activar la maquinaria gubernamental para otra conmemoración.

La última utopía

Después de la caída del muro de Berlín y del lento desmoronamiento de Wall Street, la lucha que concita las mayores simpatías, es la lucha por el medio ambiente. Como Las Cruzadas y "la lucha de clases", esta alta misión ha engendrado sus propias utopías que han sido enunciadas en una serie de cartas y declaraciones de principíos en las que se busca la construcción de una sociedad justa, sostenible y pacífica.

A través de estos documentos se trata de inspirar en todos los pueblos un nuevo sentido de interdependencia y responsabilidad compartida por el bienestar de la familia humana y del mundo en general. En ellos se reconoce que la protección ambiental, los derechos humanos, el desarrollo humano equitativo y la paz son interdependendientes e indivisibles.

A diferencia de los manifiestos incendiarios del XIX, los del XX son una carta de buenos propósitos que, como las que se hacen a principios de año, se van borrando con la aspereza de los días. ¿Si todos podemos coincidir en que su intención es tan noble entonces cuál es su defecto? Tal vez el mismo del que adolecen las iniciativas gubernamentales: no se puede hacer conciencia por decreto. La conciencia es un proceso personal que implica determinada actitud ante la vida que difícilmente puede surgir de una campaña de medios.

Además la solución del problema tiene menos que ver con la actitud de los individuos que con las políticas ambientales de los grandes corporativos. Su ética ambiental se encuentra limitada por sus márgenes de ganancia. Sólo la regulación de los gobiernos y la organización de las sociedades pueden presionarlos a transformar sus políticas. Desgraciadamente en sociedades como las nuestras, con abismales divisiones sociales y gobernantes más interesados en los negocios privados, suele prevalecer el criterio del lucro empresarial sobre cualquier consideración ambiental.

En este contexto el futuro se ve muy negro. Sin embargo tanto éste como el pasado pueden cambiar desde otra perspectiva: la del individuo que se siente parte de la naturaleza. Si bien es cierto que en la historia de la humanidad han predominado la inequidad y la insensatez, también ha habido momentos en que se ha impuesto la solidaridad, no sólo con los propios miembros de nuestra especie sino con los de otras especies.

Permítaseme un ejemplo. El latino Claudio Eliano, del siglo II de nuestra era, en su Historia de los animales, habla de la migración de los cangrejos: "En el Bósforo Tracio, cuando la corriente baja impetuosa del Ponto, los cangrejos (...) se arrastran hacia la tierra y trepan por los acantilados (...). Los pescadores les perdonan la vida, porque se dirigen a la tierra por impulso propio (...). Además los hombres no toleran ser considerados más crueles que las olas".

En este fragmento se evidencia cómo, a pesar de que el hombre reconoce su papel como adversario de la naturaleza, es un adversario leal que no abusa de las circunstancias, porque quiere demostrar que sus sentimientos lo elevan por encima de los animales y los fenómenos naturales.

Por lo visto las culturas antiguas nos brindan los mejores ejemplos del respeto hacia el entorno, con un punto de vista muy alejado del antropocentrismo actual. Es famosa la carta en que el jefe piel roja de Seattle pronostica la desaparición de los caras pálidas con estas palabras: " (...) sigan infectando sus lechos y cualquier día despertarán ahogándose entre sus propios desperdicios. Ustedes avanzarán llenos de gloria hacia su propia destrucción, alentados por la fuerza del dios que los trajo a estos lugares y que les ha dado cierta potestad quién sabe por qué designio".

Al parecer ese día del que habla el jefe piel roja está muy cercano. El apocalipsis de hoy se llama ecocidio. La destrucción deliberada y masiva de nuestros ecosistemas nos acerca a nuestra propia muerte. De poco consuelo nos sirven las cartas y las declaraciones que, si bien han sido escritas con las mejores intenciones, carecen de imaginación práctica.

Consejos prácticos

En su reporte del 2008, el National Intelligence Councillor, organismo que supervisa los servicios de espionaje en los Estados Unidos, advierte que el crecimiento de la población mundial de la siguiente década, con un incremento estimado en 1500 millones de seres humanos, "va a presionar la explotación de los recursos", primordialmente en la búsqueda de energía, alimento y agua.

Más que hacer una toma de conciencia universal y un acto de contrición, es mejor realizar un ejercicio de supervivencia individual elaborando una lista de propuestas que coadyuven a una explotación racional de los recursos. Por mínimas que sean y aunque se carezca de los conocimientos necesarios para llevarlas a la práctica, nos pueden ayudar a conjurar tan triste sino.

Como muestra va a continuación mi propia lista, que surge a partir de propuestas recopiladas entre amigos y conocidos:

Energía

a) Para ahorrar energía se propone el uso de vehículos no motorizados como bicicletas, triciclos, patines, patinetas, canoas y lanchas de remos. Es preciso sumarse a la opinión del maestro Julio Torri, quien afirma en su ensayo "La bicicleta" que: "El avión y el auto no guardan proporción por su velocidad con el hombre, que es mayor de la que él necesita. No así la bicicleta que va a la velocidad que le permite la propia locomoción humana".
b) El uso de fuentes de energía limpias como el aire y el sol, así como la investigación y desarrollo de otras fuentes de energía o combustibles no tan limpios, pero que son inagotables, renovables y de fácil acceso porque proceden del excremento humano o de la energía eléctrica producida por un orgasmatrón, que "transforma en electricidad toda la energía libidinal" del cuerpo humano, tal y como lo describe Enrique Serna en su cuento "El orgasmógrafo".
Agua
c) Para ahorrar agua se sugiere el retorno de las antiguas tradiciones europeas evitando en la medida de lo posible el baño. De esta manera se mantiene una capa protectora natural de la epidermis siguiendo aquel sabio consejo de que "la cáscara guarda el palo". Si a pesar de los beneficios de la abstinencia del baño, se insiste en mantener ese hábito, se recomienda hacerlo siempre acompañado.
d) Asimismo, hay que fomentar la sana costumbre de sustituir la ingesta de agua por bebidas más espirituosos: la benévola cerveza, el noble vino y el muy salvífico tequila, al que en 1875 la Sociedad Médica de Londres ya ponderaba como "poderoso coadyuvante en la purificación de la sangre y magnífico estimulante de las funciones del aparato digestivo".
Alimento
e) Es necesario ampliar nuestras posibilidades gastronómicas. Hay que reconsiderar como fuente de proteínas a especies domésticas de crianza fácil y económica como la rata y la cucaracha. Se requiere de la competencia de chefs profesionales que muestren la manera de preparar platillos tradicionales con estas especies: rata en adobo, al mojo de ajo, marinada, etc. Al fin que su sabor probablemente ya lo hemos degustado disfrazado de birria o barbacoa en puestos callejeros de tacos. Por su parte, la cucaracha puede servir como bocadillo de gran gourmet: frita, a la mantequilla o con aguacate; un platillo a la altura de los populares gusanos de maguey o los escamoles que lo mismo se venden en mercados que en restaurantes de postín.
Ahorro de recursos
f) Para ahorrar papel y, por lo tanto ayudar a la conservación de los bosques, se propone en primer término, prohibir la publicación de discursos de funcionarios y políticos en activo, así como los libros de memorias, análisis o superación que hayan pergeñado miembros de esta subespecie.
g) También puede reducirse el tiraje de periódicos, especialmente de los oficialistas que contienen idénticas noticias con el mismo enfoque, al fin que la mayoría de las estaciones de radio y televisoras van a repetirlas.
h) Otro modo sencillo de ahorrar papel es disminuyendo el uso del papel sanitario. Se puede realizar una limpieza higiénica y meticulosa empleando sólo un cuadrito de papel perforado en su centro con el dedo medio o índice. Asimismo puede realizarse una campaña a nivel nacional en las escuelas primarias, que enseñe la técnica más adecuada para este propósito.
i) De igual manera se logra un considerable ahorro de ropa andando desnudos en primavera y verano. Costumbre por demás muy sana porque ayuda a refrescar la epidermis y a entrar en contacto directo con la naturaleza.
j) Por último, es recomendable evitar el consumo de drogas sinténticas y sustituirlas por productos naturales: no a las tachas, al cristal o a la piedra; sí a los cigarritos de hoja, a los hongos y al peyote.
Siguiendo estas sencillas recomendaciones y sumándoles otras que pueden ocurrírseles tal vez no evitemos el ecocidio, pero posiblemente lo aguardaremos de buen humor.

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