miércoles, 25 de marzo de 2020

Barrio antiguo, camino seguro*

La historia de Azcapotzalco se nos pierde en el mito, en las últimas huellas de los dioses teotihuacanos que desaparecen en la noche de los tiempos, en Quetzalcóatl convertido en la hormiga roja que baja al inframundo para extraer los granos de maíz que van a salvar a la humanidad, en el peregrinaje del intrépido Matlacóatl y el esplendor de la dinastía tepaneca, en la legendaria fama de sus plateros que labraron las joyas del gran Moctezuma pero también las cadenas y las vajillas de oro con que los conquistadores españoles despertaron la codicia de la lejana Europa. 

Azcapotzalco, conocida por el valor de sus habitantes los “chintololos”, que pudieron dominar a los mexicas y luego hacer alianza con ellos, que siglos después libraron la última batalla de la Guerra de Independencia en el atrio de su iglesia, y en el apogeo del porfiriato levantaron las haciendas y construyeron las mansiones residenciales, orgullo de las clases altas, que colindaron con los ancestrales barrios indígenas donde se conservaron las tradiciones del México profundo. 

En esta urdimbre de pueblos destaca el Barrio de Santa Apolonia Tezcolco, que remonta la historia de su calpulli hasta la época de Tezozómoc el viejo (entre los siglos XII y XIII ddC.) y posteriormente se distingue porque en el siglo XVI se edificó en ese lugar una capilla −a donde se llevó la imagen de Santa Apolonia− que fue construida con las piedras de un templo dedicado a Tezcatlipoca.

Este barrio antiguamente atravesado por un canal −que por su abundancia de carpas y acociles en 1790 dio el nombre para un poblado y un camino real conocidos como “Camarones”− también guarda sus leyendas, como apariciones de La Llorona o los “entierros” de ollas con centenarios o cajas con armas de la Revolución. 


El libro que usted tiene en sus manos es un recorrido por distintas épocas del barrio de Santa Apolonia Tezcolco, desde los rastros arqueológicos de sus primeros habitantes, pasando por el significado de sus toponimias, hasta lo monumentos del siglo XVI y la historia que tienen sus iconografías. Fotografías y testimonios de sus investigadores y de sus habitantes dan cuenta de la manera en que las costumbres y las tradiciones son valores fundamentales en la formación de la identidad a través de los siglos. 


Escribe Guillermo Bonfil Batalla en su ya clásico México profundo: “En la medida en que las comunidades recuperen el control de su cultura dispondrán de mejores y más poderosos recursos para eliminar los intereses que les han sido impuestos históricamente y que resultan ajenos y contrarios a su propio proyecto.” 


En este sentido se puede afirmar que libros como éste, que hablan de la memoria y de la identidad de los barrios, de los pueblos, son un camino seguro porque ayudan en la reorientación del rumbo que las comunidades han buscado para encontrar su propio futuro. 


Jorge Arturo Borja.

Ciudad de México, octubre de 2019.

*Prólogo del libro Memoria e historia de Santa Apolonia Tezcolco. Ana Marisol Reséndiz Pizarro (compiladora). Gobierno de la Ciudad de México-SEPI-Editorial Praxis. México, 2109.

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