sábado, 28 de junio de 2025

El domador de serpientes



Tengo 64 años
en mi pubis aún se mantienen oscuras
las interrogaciones.

He bajado 10 kilos en los últimos meses
cada vez más encanallecido
y pálido.

Mi última esperanza es amanecer
con los ojos abiertos hacia el cielo
reintegrado a la nada.

La vida deja llagas profundas
en el alma una infección
que se extiende incurable
y mortífera.

Bebo, según recuerdo
desde antes que nacieran
mis padres y mis abuelos
con las pausas puntuales
del anexo y la cárcel.


Me abandonaron las pasiones
aunque a veces en penumbras
siento cómo se desanilla la necesidad
buscando madriguera.

Por fortuna mi esposa e hijos
acabaron de raíz el mal ejemplo
y me echaron de casa
sin remordimientos.

He pasado madrugadas a la intemperie
acompañado del frío y de ese fiel
perro negro que vela
mis sueños.


Poco aprendí pero sé
despertar entre moscas y basura
con el estómago como mausoleo y la sed
del que atraviesa desiertos.

Esta noche
desde un cuarto de azotea
contemplo la iniquidad del mundo
sus luces parpadeantes y engañosas
como promesas falsas.

Alzo mi envase de aguardiente
y brindo por ese luminoso pantano,
de animales en celo
depredadores
y ponzoña.

Por ese río fosforecente
que viene reptando
bajo mis pies.





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